La Noche es Peligrsa para las Damas ( Cap. 1/4 )

Nota: Recordando el estilo de la escritora española Corín Tellado que leíamos con mi hermana melliza cuando aprendimos a leer, el escritor don Corón, tiene el agrado de presentar este cuento romántico, sin peligro para los lectores que alguna bala de los Detectives pueda provocar lesiones. ¡Ja!





Un Héroe Nocturno


Florentina estaba preocupada por la hora, pese a haberse divertido con sus tres amigas, ex compañeras del colegio secundario. Con sus veinticinco años de edad reían como locas en aquel buen restaurante que siempre las acogía, recordando las aventuras amorosas por las que tuvieron que pasar. Curiosamente las cuatro mujeres estaban solteras aún, incluida Andrea la hermana menor de Florentina con quien compartía la regia propiedad que sus padres les dejaron en el barrio alto.
Ya era cerca de medianoche y el dueño del local con delicadeza les pidió que se retiraran, pues debía cerrar. Florentina pensó en el regaño que le daría su hermana por exponerse a ser asaltada, aun cuando andaba en su automóvil.

Se despidieron de mala gana, con la promesa de reunirse próximamente. Poco tránsito a esa hora e iba llegando a su barrio cuando vio la pequeña plaza, hermosa y con muchos árboles; por el otro lado del paseo la farmacia del lugar con atención nocturna le recordó que necesitaban medicamentos comunes. Se bajó del vehículo y con agilidad atravesó la calle desierta para acortar distancia caminó por el centro del paseo.

Repentinamente tres individuos la rodearon y, pese a defenderse a patadas, fue tomada a la fuerza y le taparon la boca para que nadie escuchara sus gritos de auxilio. En su desesperación comprendió que no querían robarle sus pertenencias, pues los infelices la toqueteaban en sus partes íntimas, con el evidente afán de violarla. Entre dos la sujetaban y mantenían sus sucias manos en su cara, mientras uno de los facinerosos le bajaba sus calzones.

De pronto sintió que la soltaban y en las sombras, entre palabrotas y gritos, los malhechores eran golpeados por un desconocido que, al parecer, sabía luchar. Veía solo su silueta que se desplazaba con rapidez, sus agresores se acobardaron y emprendieron la fuga.

El desconocido vio su vergüenza y volteó hacia otro lado, mientras Florentina se arreglaba su ropa y su pelo. Se sentía mal y sus piernas se doblaron, pero el hombre de la noche alcanzó a tomarla y en sus fuertes brazos la llevó hasta el césped iluminado por los focos de la plaza. Cuando se repuso, ella examinó a su salvador y, con cierta sorpresa, vio que era un individuo alto y muy fornido; su ropa estaba a muy mal traer, pero curiosamente lucía zapatos brillantes, nuevos y muy costosos.
Trató de ver su rostro, pero estaba con una barba de varios días y su pelo algo largo cubría parte de su frente.

Lo increíble, después de verlo luchar como una fiera, era la personificación de la suavidad y el respeto. Sentados en el pasto, ambos se miraban; él mostró una hermosa sonrisa, con una dentadura blanca y completa.
–Señorita, –su voz ronca, varonil y bien pronunciada, la estremeció– creo que debo acompañarla hasta su casa. Es peligroso transitar en la noche.

Ella asintió y lo llevó hasta su carro. Una vez en el interior, su fino olfato notó que el extraño no estaba sucio ni hediondo como supuso cuando lo vio por primera vez. Tenía olor a un suave perfume masculino que le agradó.
Llegaron al portón de la propiedad, apretó el botón de su control remoto y se deslizó, franqueándoles la entrada.  El vehículo rodó casi veinte metros y se detuvo frente a una hermosa casa.

–Señor, por favor, acompáñeme al interior y beberemos un café. Así le agradezco su oportuna intervención, salvándome de esos desgraciados.








Continuará  2/4