Después de Africa +++DESTACADO JULIO DE 2012+++

DESTACADO

Ana se acomodó una vez más los anteojos que continuamente resbalaban por su nariz brillante de transpiración. Deseaba mejorar el foco de su visión para poder abarcar todo el panorama de la aldea. A pesar de haber estado allí casi un día entero, no podía impedir que su mirada continuase devorando aquellas escenas increíbles que ocurrían ante sus ojos.

Se volvió a alisar el pelo con las palmas de las manos, sujetándolo tirante hacia atrás, y exhaló un profundo suspiro de agobio, mientras contemplaba todo lo que podía abarcar a través de la nube de fino polvo rojizo que flotaba permanentemente en el aire caliente. El sol, tan grande como jamás lo había visto antes, afortunadamente ya se hundía perezosamente en el dibujo irregular del horizonte para dar una breve tregua a la fatiga de todos los habitantes.

Ya no tendría que imaginarse, como desde tiempo atrás lo hacía con cierta obstinada persitencia, cómo era verdaderamente la vida en las regiones más pobres de Africa. Hoy tenía la suerte y la desgracia de poder verlo y sentirlo en carne propia.

En sólo unos pocos minutos de pausa, se dió cuenta que estaba agotada, sucia y hambrienta. “Bienvenida a lo que esta gente siente todos los días” Se dijo a sí misma con sarcástica comprensión de aquella triste realidad cotidiana.
La inesperada voz chillona del traductor a sus espaldas la hizo sobresaltar.

- Doctora Espín, discúlpeme pero hay otro caso de raquitismo grave para ver y usted es la única disponible en este momento...
- No te preocupes Nembo. Guíame que te sigo.

Comenzaron a bajar la pequeña loma donde se hallaba la choza dormitorio de los médicos y auxiliares voluntarios. Inmediatamente se mezclaron entre el enjambre de niños, adultos, algunos pocos perros y aún menos ancianos famélicos, cuyas miradas hacia ninguna parte parecían vacías de vida, y que sin embargo, daban la impresión de leer directamente la esencia de cada alma, atravesando limpiamente la fachada de los cuerpos.

Caminaron zigzagueando rápidamente por senderos improvisados de acuerdo a los espacios libres de ese momento hasta llegar a una choza de techo muy bajo, indistinguible de cualquier otra, con una angosta abertura de entrada por la que escapaba la temblorosa e inestable tenue luz de una tea muy rudimentaria y el hedor de desperdicios humanos. Ningún sonido provenía desde el interior.

Ana, cuya contextura era más bien pequeña, tuvo que agacharse un poco para poder ingresar al recinto. Luego de unos instantes en que su vista se fue adaptando al bajo nivel de iluminación, logró echar una mirada por la reducida estancia. La choza aparentaba estar completamente desierta. Entrecerró entonces los ojos forzándolos un poco más, y a través de sus lentes apenas pudo distinguir los dos bultos oscuros tumbados sobre el piso polvoriento, muy próximos a las paredes de ramas, barro y paja, pero en extremos opuestos de la pieza.

Se dirigió hacia el que estaba a su derecha y agachándose a su lado tuvo que recurrir a la ayuda de una pequeña linterna de bolsillo para poder examinarlo mejor. Era una mujer. A pesar de su aspecto deplorable, no tendría más de una treintena de años. Yacía de costado sobre la tierra, con el torso esquelético desnudo, de donde pendían dos marchitos colgajos de piel que eran su busto. Las moscas zumbaban alrededor de su pelo mota ralo y pegoteado en cortos mechones a la cabeza. Las pupilas de sus ojos abiertos estaban cubiertas por un opaco velo lechoso. Por la boca entreabierta, un hilo de baba seca había dejado su huella desde la comisura de los labios resecos y la parte superior del mentón hasta el suelo. Ya no respiraba. Aún se percibía cierta tibieza en su cuerpo, pero estaba muerta.

Ana se santiguó apresuradamente y se deslizó hacia el otro extremo de la choza donde había una niña de unos tres o cuatro años tirada en posición fetal, totalmente desnuda. Tuvo que ahuyentar más moscas agitando su brazo por encima de la criatura para poder examinarla mejor. Tomó su pulso sobre la muñeca no más gruesa que un dedo pulgar adulto y con alivio notó que aún latía, débil pero regularmente. No sabía como alzar a la niña sin hacerle daño. Era sólo piel y huesos con la absurda excepción del abdómen y la cabeza, desproporcionadamente grandes en ralación con su cuerpo. La levantó muy delicadamente y mientras la llevaba en brazos hasta la tienda que oficiaba como hospital de campaña, la niña por primera vez fijó sus enormes ojos negros en ella por unos instantes. Luego, pareció quedarse dormida bajo el íntimo contacto de su abrazo. Ana nunca supuso que una simple mirada tan breve, fuese capaz de trasmitir tan claramente el infinito agradecicimiento y la súplica de un ser humano a otro.

Cerca de la una de la madrugada, después de un viaje agotador seguido por casi treinta horas de trabajo contínuo en esa primera jornada, las urgencias más apremiantes habían sido tratadas y medicadas por el jóven equipo voluntario de tres médicos y dos enfermeras. Con fortuna, en el transcurso de esa semana llegarían más suministros y alimentos. Todos estaban al límite de sus fuerzas y sabían que al día siguiente, y el siguiente a aquel por los próximos dos meses, las exigencias del trabajo serían más o menos similares. Tenían que descansar.

Olvidándose de la poca agradable perspectiva de un baño con el agua fría y turbia de un único balde diario, Ana se acostó vestida en su litera y a pesar del cansancio, tardó en poder relajarse para llegar al sueño tan deseado. Su cabeza estaba saturada por un torbellino de emociones. Pensó en sus padres y hermano que la habían visto partir con gran aprensión. Pensó en su pareja, quien con paciente resignación aceptaba sin condicionamientos su carácter altruista.

Antes de rendirse definitivamente a la inconciencia, pensó en el regreso. En su vida futura, en la profesión que tanto amaba y en la familia que planeaba formar en un país plagado de problemas, pero con una cama cómoda, comida en el plato y una razonable atención médica al final de cada día. Pensó si en realidad iba a poder disfrutarlo plenamente. Si le quedaría capacidad para ser feliz después de Africa...

Me alegra que te haya gustado, querida amiga. De vez en cuando, aparte de escribir payasadas, me gusta tratar de crear algo de conciencia de lo que sucede a nuestro alrededor y comprender, a pesar de todos nuestros problemas, lo afortunados que en realidad somos. Un beso enorme con todo mi cariño,
Jose

José, viene con crudeza y tantos sentimientos encontrados.
un saludo enorme.

k

Muchas gracias por tu visita y comentario Gara. Los aprecio de verdad amiga. Cordiales saludos,
José

Un relato más que real fobio, ojalá sirviera para que muchos y muchas pudieran valorar la vida y lo que significa lidiar con ella en pos de salvarla en lugares como Africa y tantos otros, una cosa más, son pocos los que conocen de cerca lo que es el verdadero desarraigo. Fabián..

Muchas gracias Fabián. Aprecio sinceramente el tiempo de tu lectura y comentario, amigo. Y ojalá mi relato sirviese para algo de lo que vos decis. Sería fantástico. Recibe mi saludo cordial,
José

Fuerte relato,que no solo busca concientizar,sino que lleva una denuncia implicita.
Una realidad que parece no cambiar.
Un saludo

TE PASASTE,UN CUENTO QUE LO FUI VIENDO COMO UNA PELICULA,DONDE LA DAMA LLEGA A ESE LUGAR POLVORIENTO ,OBVIO QUE EN LA REALIDAD NO HAY INDIANAS JONES QUE RESCATEN A LA DAMA,MUCHO MENOS A ESAS PERSONAS OLVIDADAS DEL MUNDO.
ES CIERTO LO QUE DICE POE,PASA TAN CERQUITA NUESTRO Y NO LO VEMOS,PERO TAMBIEN ALLA COMO QUE EN EL AFRICA SE POTENCIA TODO
TE ACUERDAS POE DE LAS COSAS QUE NOS CONTO CLAUDIO QUE ESTUVO EN EL CONGO?,UF.

MUY BUENO JOSE.

Uff... y cómo se hace para comentar objetivamente?
Un relato muy bien escrito (redacción, ortografía y vocabulario que hace que el lector visualice la situación). Muy bien ambientado para llevar conciencia de una realidad.
No sé... la verdad es que me me llega también el mensaje del comentario de El Angel "valorar la vida".
Te voy a comentar algo que me conmovió hace unos días (que se relaciona). Un matrimonio de argentina al que le hacen una nota porque querían agradecer a la persona que los ayudó a formar su familia actual (con seis, creo, chicos adoptivos). El, dice al final: "Uno, al salir del hogar quisiera manejar los sentimientos encontrados (cómo sentirse bien sabiendo que quedan muchos ahi esperando tener a alguien con quien compartir la vida?. Pero ellos se merecen la sonrisa). Sé, que no les puedo pedir que hagan lo mismo ni que los apadrinen, sino que tan sólo vayan media hora el fin de semana a visitarlos, a jugar al futbol, a leerles un cuento... a mirarlos (porque se sienten que a alguien les importa). A veces, uno no hace muchas cosas porque se enfrenta con gigantes. pero si tan sólo hacemos lo poco que se puede/a..."
No sé si a la protagonista le quede mucha capacidad de ser feliz y disfrutar después de Africa. Sé, que me crucé con vidas cortas que en sus pequeños (por cortos) años me dejaron una lección impresionante de eso que vos comentas sobre valorar y enfrentar la vida y no amplificar el mínimo inconveniente que uno deba atravezar.
Un excelente relato, José.

Asi es Mario. No se puede cambiar lo que no se quiere cambiar. Te agradezco tu lectura y comentario, amigo. Siempre es bueno verte por acá. Un saludo cordial,
Jose

Gracias por tus palabras Mateo. Se que hay realidades tremendas mucho más cerca que Africa, pero a los efectos del propósito de esta narración, elegí Africa porque es un poco como el símbolo de todas las miserias que un ser humano puede sufrir. Un fuerte abrazo,
Jose

Silvina, coincido en gran parte con tu comentario. Cada uno de nosotros, en su pequeño universo, puede hacer algo ínfimo para marcar una diferencia. Lo que realmente (al menos en mi caso) desespera, es que gobernantes (africanos y de los otros) que derrochan recursos en cosas tan inútiles como la guerra, no hagan absolutamente nada. Sólo demuestran una criminal indiferencia ante el padecimiento brutal de esa gente. Y ellos, si se lo propusieran, sí podrían hacer una diferencia casi instantánea. Mil gracias por tu tiempo al leerme y comentarme, querida amiga. Lo aprecio de verdad. Un beso grandote,
Jose

Este es un relato de una factura excelente, tanto en lo técnico, como en lo humano, esta obra querido amigo no se logra si no reescribe con el alma .
FELICITACIONES.

Muchas gracias por tus palabras Ricardo. Aprecio tu visita, lectura y comentario, querido amigo. Un fuerte abrazo,
Jose

Un relato crudo y duro. Plasmas magníficemente las descripciones y los momentos. Un gran relato.

Mis felicitaciones.

Un fuerte abrazo.

Muchas gracias Gabriel. Me alegra que te haya gustado. Aprecio sinceramente tu visita y comentario, amigo. Un fuerte abrazo de vuelta,
José

Nuevamente, un excelente relato (bien escrito y con un mensaje para releer).
Felicitaciones, José.

Muchas gracias Silvina. Me alegra que te haya gustado el cuento y, para mi, siempre es un honor especial cuando uno de mis escritos es destacado de esta forma. Un beso grandote,
Jose

Este es el primer cuento que leo del foro, y me complace ver el excelente nivel que se ve. Seguro podré aprender de escritores como tú. Muy bueno el relato. Su virtud radica en la precisa y cruda descripción que haces de su encuentro con los cuerpos en la choza. Lo mejor del cuento, para mí, comienza desde que le contesta al intérprete y se dirige al lugar. Es como un estilo seco y directo. No hay un palabra que esté de más. Está muy bien escrito. Gracias.

Bueno Nicolás, me alegro de haber tenido el honor de ser el autor del primer cuento que has leído en este foro. Y me alegra también que te haya gustado. Aprecio tu tiempo empleado para leerme y comentarme, amigo. Espero que sigamos leyéndonos en el futuro. Un saludo cordial,
Jose

Muchas gracias amigo Jaime. Coincido contigo en que es necesario hablar de estos temas. Aprecio de corazón tu visita y amable comentario. Un gran abrazo,
Jose

Evidentemenete poco hay que agregar respecto al estilo y el volumen expresivo de tu prosa. El tema y su contexto sin embargo sobrevuela fatigosamente la tragedia de la que pretende ser tributario. Las descripciones no son imaginativas para mi disgusto pues te estimo literariamente. Reflejan a lo sumo las consabidas postales del hambre y la desnutrición, carentes de encarnadura perecedera y efímera, lo que especialmente da pie para que los amables lectores se larguen respecto a las historias africanas y los devaneos del hombre blanco meridional (para ser más justos) por hacerse menos visible y tomar distancia de esa historia de despojos, más alla del cliché cinematográfico. Así desfilan las consabidas moscas y lagañas de la atrocidad expoliadora, no faltan a la mesa los senos mustios, las pulseritas de hueso,etc. A mi juicio pasas el rasero respecto a situaciones deplorables sin detenerte en el detalle literario que estimule la definición del lector y a tu merced logres sienta en su propia carne la mordida de los perros de la infamia. El detalle de la señorita voluntaria requeriría, a mi juicio, un mayor detenimiento en las razones sicológicas que la habrían impulsado a dejar el buen baño matinal y las pantuflas. ¿Qué sentimiento de culpa la domina?¿Qué deseo expiaría?. En un texto escolar hallaríamos razones vinculadas a la "vocación", también planteada en fotogramas de revistas de modas: Aquello de "dar" sin "recibir" a cambio de otra cosa que no sea la mortificación ¿A qué obedece esa actitud cuasi suicida?; o la piedad madreteresiana, tan excepcional, que prácticamente le moja la oreja al escritor y le insta a hurgar en la siquis del exótico espécimen; a diseccionar ese alma para encontrar algo más, pues sí que lo hay, y muy encubierto, en esos seres fuera del común. Este tipo de críticas las guardo para quienes creo honestamente, la merecen por su capacidad demostrada y su talento ocioso. Escribes muy bien pero te subestimas. Un fuerte abrazo. Luis

Salvino, todo eso pudiste ver y deducir de mi escrito? Que barbaridad..., te felicito! Muchas gracias por tu tiempo de lectura y comentario, amigo. Saludos,
José

De un momento a otro abandone la oficina y aparecí en medio de la sabana africana, me gusto la historia y viví el escenario.

Saludos desde Lima

Muchas gracias Jisaen. Aprecio tu lectura y comentario, amigo. Saludos,
Jose

Narras tan, pero tan bien, que hay que leerte despacito, para saborear al máximo cada letra. ¿Sabes? yo tengo un amigo que pertenece a médicos sin froteras y es voluntario en varias ONG y me cuenta cosas como la que acabo de leer. Nosotros nos quejamos, lo hacemos siempre ; conocemos estas situaciones, pero al no vivirlas, nuestro egoismo se hace aún más evidente.

Merecidísimo destacado. Un placer Jose...!!!

Muchas gracias por tus lindas palabras, Pili. Quizás te interese saber que al escribir este relato lo hice pensando en Ana Espíndola. Te acuerdas de ella en QQML? Creo que su nick era 3301 o algo por el estilo... Una excelente persona, enfermera de profesión, y gran escritora.
Siempre es un gran placer recibir tus visitas. Un beso y abrazo muy grandes,
José

Coincido con la mayoría de los comentarios. Durante la lectura es como si se estuviera allí fisicamente. Muy bien. Gracias por compartirlo.

Muchas gracias amigo Albatross. Es un placer recibir tu visita. Saludos,
José