DESTACADOComo cada día, después de comer en el comedor de la empresa, los tres compañeros de trabajo salían a dar un paseo alrededor del polígono, hablando de sus batallitas, del tiempo, del puñetero trabajo, de la maldita crisis económica envolvente, hasta mareante, de las cosas del día a día.
José, el mayor, Daniel y Miguel, por este orden de edad ya habían sobrepasado los cincuenta o estaban cerca de ellos, con familia hijos y mil historias tanto pasadas como presentes... algunas ya más que perdidas en el tiempo, habían confraternizado y prácticamente siempre realizaban ese paseo, que por algo dicen los médicos que es muy recomendable.
Algunos compañeros se reían, pero más que una burla era como una gracia. Por ejemplo, Abdul, el operario de raza negra y más negro que el azabache, cuando los veía pasar siempre decía:
-¿Ya están de paseo? Deberíais ir descalzos, como en África, así seguro que se os pondrían los pies duros.
Otros como Fermín, el de tendencias izquierdistas y ex-sindicalista, cuando los veía de lejos exclamaba:
-Por ahí va el Frente de Juventudes.
A ellos les daba igual, pues por un lado hacían ejercicio y por otro mataban esa tediosa hora de no-saber-qué-hacer.
Ya hacía unos días que a mitad de camino se cruzaban con un señor vestido con bata blanca, algo encorbado, gafas como antiguas y con un puro medio gastado y roído en su mano derecha... Era curioso, pues el hombre daba la misma vuelta que ellos pero en dirección contraria.
Se habían cruzado ya tantas veces que hasta se saludaban:
-¡Hoy hace un buen día!
-¡Adiós, que vaya bien!
Y últimamente hasta entablaban pequeñas conversaciones, las típicas de fútbol:
-Vaya partidazo que hicimos domingo, un poco más y les metemos cinco.
-Sí, ¡jajaja! ¡y cómo corría el lateral derecho!
Humareda de puro al viento...
-Es que nuestro delantero argentino hace filigranas de todo tipo.
-Ya verás cuando juguemos contra los de la capital, les metemos dos manitas.
Más humareda de puro al viento...
Y pocos segundos después seguían los tres colegas por un lado y el señor del puro por el otro.
Un día en el comedor, ya recogiendo los utensilios de la mesa, a Miguel se le ocurrió:
-Escuchad, ¿qué os parece si le proponemos a el señor del puro de hacer una quiniela entre los cuatro?
-¿Pero qué dices, Miguel? Creo que has bebido algo -dijo José.
Pero entonces, Daniel, con aire entusiasmado, exclamó:
-Sí hombre, José, ¿por qué no? A lo mejor nos toca... total, ponemos un par de euros cada uno y a tomar por saco.
-No sé no sé -sonrió con cara de niño malo José.
-Vamos hombre, probamos a ver qué le parece, y si dice que sí podemos repetir cada semana. Mañana traigo unas quinielas y cuando nos crucemos con el señor del puro se lo proponemos -volvió a insistir Miguel.
Así que al día siguiente, después de comer salieron los tres compañeros de nuevo a poligonear, si bien el objetivo de esta vez era el de cruzarse con el señor del puro para proponerle lo de la quiniela.
Cuando llevaban media vuelta, vieron como a lo lejos se acercaba el individuo, chino chano, con su puro en la mano y al llegar a su altura, Miguel soltó:
-Buenos días, señor ¿señor?
-Buenos días, Malaquías Balsas para serviros.
Se adelantó Daniel, con una chispa de ansias.
-Que habíamos pensado que como siempre nos cruzamos contigo y hablamos de fútbol, pues podríamos hacer...
-¿Una quiniela juntos? No me digáis eso ¡si os quería proponer lo mismo!
-Joder ¡qué casualidad!- exclamó José.
Total, que se apostaron bajo la sombra de un árbol e hicieron una quiniela de varias apuestas, discutiendo sobre algunos de los signos que poner y otras cosas más relacionadas con el deporte rey.
Una vez hecha cada uno puso su parte de dinero, echaron suertes para ver quién se llevaba el dinero y la echaba... curiosamente le tocó a el señor del puro y éste no puso ningún reparo.
-Vamos a hacer una cosa: mañana traigo el resguardo, lo metemos en un sobrecito y lo escondemos bajo estos matojos en una bolsita, y el lunes cuando nos crucemos lo abrimos y vemos el resultado, con la condición de que ni siquiera nos apuntamos los resultados, hasta el lunes nada. ¿Os parece?
Nadie puso reparo alguno.
Y ya estamos en el lunes siguiente y los tres compañeros recogiendo de nuevo los utensilios de la comida y saliendo acto seguido a dar de nuevo ese paseo diario por el polígono.
-¿A que nos habrá tocado un quince y el señor del puro se habrá forrado? -dijo Miguel.
-Pues no creas –Daniel, casi interrumpiendo-, no recuerdo todos los resultados que pusimos pero de los que sí he recordado durante el fin de semana creo que hemos acertado todos.
-Esto es una chorrada, a lo mejor ni está la bolsita con el resguardo o ni siquiera viene el tío ese- dijo José
Cuando llegaron bajo el árbol, permanecieron durante unos minutos esperando a que viniera el señor del puro, pero viendo que pasaban los minutos y un poco extrañados se pusieron a elucubrar:
-Qué raro, cada día nos hemos cruzado con él desde hace un mes y justo hoy no se pasa -murmuraba José
-Ya vendrá, esperemos un par de minutos más -decía Miguel.
Pero en cambio Daniel, sin querer perder más tiempo, pues quedaba poco tiempo par volver a entrar de nuevo a trabajar dijo:
-Pues yo paso y voy a ver el resultado de la quiniela, y lo vuelvo a dejar en su sitio.
-No está bien eso, pero si no ha venido, adelante -apostilló José.
Se agachó Daniel para buscar la bolsita de debajo del matojo donde la habían ocultado pero...
-Lo que no está es la bolsita, ese tío se la ha llevado -exclamó Daniel.
-¡No jodas! -exclamaron casi al unísono Miguel y José.
-Pero si el viernes la dejamos todos, el muy capullo se la ha llevado o nos la ha jugado, ha tocado el premio y se lo ha quedado -refunfuñaba Daniel.
-A ver si se ha puesto enfermo, qué casualidad -decía José.
Así que hete aquí los tres colegas regresando a paso ligero y con un cierto cabreo hacia el trabajo.
El día siguiente era un día de trabajo rutinario. Durante la comida, Miguel dijo que si en el paseo habitual no se cruzaban con el señor del puro o este no les estaba esperando bajo el árbol, aprovechando el paseo, se podían acercar hasta la empresa cárnica donde les había dicho que trabajaba.
Y dicho y hecho, otra vez los tres colegas yendo con su paseo habitual, esta vez ya sin mosqueo, dirigiéndose hacia el árbol.
Nada, el señor del puro no les esperaba y el resguardo de la quiniela, por supuesto que seguía sin estar.
Así que los tres se dirigieron hacia la empresa cárnica donde supuestamente trabajaba el Señor Balsas.
En recepción Daniel preguntó:
-Queríamos ver a Malaquías, el hombre ese que sale a pasear al mediodía fumando un puro.
La chica de recepción, una monada morena respondió:
-Aquí no hay ningún Malaquías trabajando, señores, creo que se equivocan.
-¿Cómo que no? Si llevamos cruzándonos con él desde hace días -insistió Miguel.
A lo que la chica respondió de nuevo:
-Les digo que aquí no hay ningún Malaquías. Díganme, ¿recuerdan su apellido?
-Balsas, de apellido Balsas -respondieron Miguel y José casi a la vez.
La chica descolgó el teléfono que tenía en su mesa y tras esperar unos segundos preguntó a su interlocutor sobre si le sonaba que alguien llamado Malaquías Balsas trabajase allí.
Tras colgar el teléfono les pidió que esperaran un momento. Acto seguido se abrió una de las puertas de entrada a la oficina y un ejecutivo con corbata se acercó hacia ellos.
-¿Ustedes han preguntado por Malaquías Balsas? Ese señor fue el jardinero de esta empresa durante varios años, pero murió hace más de treinta y yo lo sé porque soy nieto del fundador y me explicaban muchas anécdotas divertidas de ese entrañable señor al que no conocí. ¿Cómo saben de él?
Los tres colegas estaban atónitos; ¿que hacía treinta años que había muerto? ¿Que fue jardinero de esa empresa?
-No, ejem, mmm, supongo que nos hemos equivocado... -dijo José.
-Pura coincidencia, de verdad, lo del nombre... pura coincidencia -dijo Miguel, pues Daniel ni siquiera pudo hablar.
Un rato más tarde regresaban de nuevo al trabajo para la jornada de la tarde.
Cuando José pasó por recepción, la chica le dio un sobre que le había entregado un mensajero.
Al llegar a su mesa lo abrió y con cara de admiración encontró en él el resguardo de la quiniela, una foto antigua con el señor del puro con el brazo derecho saludando y una inscripción detrás que decía:
-Lo siento chicos, pero solo hicimos un nueve, otra vez será.
Y firmaba:
“Malaquías Balsas”
Barcelona, 31.05.12
Gabriel M.Pérez Fuster
http://yetibarna.blogspot.com.es/