A la espera de Juan

Muchos años llevaba Juan caminando por las mañanas. Siempre se levantaba a las 6 de la mañana y de inmediato se colocaba su pantaloneta y sus tenis para salir a trotar, unas veces lo hacía lento y otras recorría el sendero a gran rapidez. Casi siempre se encontraba con las mismas personas en su recorrido y un hola, se cruzaba.
Después de cumplir su cumpleaños numero 32, empezó a notar que algo raro y misterioso para él estaba sucediendo. Al caminar sentía una presencia que caminaba detrás de él y al voltear no encontraba a nadie y seguía su camino sin parar.
Una mañana con el sudor que le corría por su cara, al levantar su vista observó una mujer que detrás de un árbol lo miraba con una sonrisa muy dulce. No quiso acercarse a ella y siguió su rutina normal.
Días después volvió a verla: era como una diosa convertida en mujer, su pelo largo y sedoso llegaba hasta la mitad de la espalda, se acercó un poco a ella y descubrió sus ojos verdes que lo miraban de una manera tierna. Pero él no acostumbraba a acercarse a dialogar con mujeres que se le insinuaban de esta manera. Estaba casado y amaba a su esposa. Sin embargo, la contemplación de esta mujer no le permitía censurarla, era como bajada del cielo.
Así pasó una semana y ella tras cualquier árbol se le presentaba, pero lo que más le llamaba la atención a él, era su vestimenta: Vestidos de falda larga y vaporosa que hacía juego con sus cabellos. Era tal los recuerdos de la visión que Juan una noche tuvo un sueño con ella y al intentar besarla algo lo despertó. Era el brazo de su esposa que había dado la vuelta en la cama. Se sentó a observarla y se sintió interiormente apenado con ella. No era justo que él se permitiera tener una aventura con otra mujer y sacudiendo su cabeza volvió a dormirse.
Una mañana después de volver de caminar, se bañó y vistió para llegar hasta su oficina que estaba a escasos metros de su casa. Al pasar una calle le pareció ver de refilón la falda de la mujer que tropezó casi con su pantalón y percibió un fuerte olor a magnolias frescas.
Extrañado con esta situación resolvió llamar a una amigo y contarle lo sucedido, quien le recomendó que dejara de ir unos días a caminar, así lograría que ella no lo observara e inquietara su pensamiento.
Ante la sorpresa de su esposa por la inasistencia de Juan a caminar, ella le preguntó y él le dijo que deseaba descansar unos días tranquilo y prefería dormir a su lado una hora más, palabras que conmovieron el amor de su esposa.
Sin embargo, la presencia de la mujer no cesó. Una noche, cansado de trabajar, decidió recostarse un rato mientras su esposa estaba en la cocina calentándole la comida. Había cerrado sus ojos y un tenue ruido llamó la atención, al abrirlos observó que la cortina de velo que cubría la ventana se había levantado y la mujer apareció nuevamente con su sonrisa de siempre. Asustado, se levantó y tras la cortina observó que la mujer a escasos 5 metros lo miraba y con la mano lo llamaba.
Decidió contarle a su esposa lo sucedido, pues la osadía de ella no tenía fin. Había transcurrido un mes desde el primer día del encuentro con la hermosa, joven y bella mujer. Ella le dijo que era mejor que fueran a la policía y denunciaran el caso. Así estarían mucho más tranquilos.
Ante esta situación su esposa decidió acompañarlo en sus caminatas por la mañana y así esperaban ambos evitar que la mujer se acercara a Juan y demostrarle que él tenía compañía permanente.
Un viernes a eso de las siete de la mañana, salieron ambos a caminar y Juan prefirió cambiar la rutina diaria y encaminarse hacia otro lugar, acto que su esposa apoyó, y quien esa mañana se había levantado temerosa y con un presentimiento poco común en ella.
Habían recorrido tres cuadras bastante largas y al pasar la calle de pronto se sintió un golpe bastante fuerte y los vecinos del lugar abrieron de inmediato sus puertas para mirar lo sucedido:
El cuerpo de Juan estaba tendido a escasos metros del de su esposa quien se levantaba dificultosamente y observaba a su esposo con terror. Se escuchaban gritos de auxilio, pedían una ambulancia mientras la sangre emanaba abundantemente de la cabeza de Juan que se encontraba sin sentido. Un carro había perdido los frenos y fue a estrellarse contra la pareja.
Juan abrió sus ojos y vio cómo la mujer del vestido de velo lo alzaba tiernamente y depositaba un beso en su frente, mientras la esposa de Juan miraba cómo era levantado del suelo para introducirlo en la camilla de la ambulancia que había llegado.
En el hospital, después de auscultarlo, el médico le dio la fatal noticia a su esposa: “hicimos todo lo que pudimos, ahora está en manos de Dios”; días después, ella en medio de su dolor, comprendió que la mujer que tanto miraba a su esposo estaba a la espera de él.
Junio, 2009

me quede impresionada, ¿Quién era? ¿ la muerte? ¿La madre? Cuantos pensamientos han circulado por mi cabeza. Una muy buena historia, de esas que dejan pensando.

Un beso.

María

UFF ME CORRIO UN ESCALOFRIO CUANDO TERMINE DE LEERLO JA.
BUEN CUENTO TIA,LA VERDAD QUE ESCRIBES MUY BIEN

María y Mateo: Mil gracias por su lectura. Esta fue mi idea al escribirlo: la muerte. Además dicen que uno tiene un o una guía espiritual a la hora de la muerte.

UN ABRAZO GRANDE...

Y te salio redondito el cuentito,ja hasta en versito lo digo.
Se entiende perfectamente la intencionalidad,y por demás decirlo que se trasmite al lector.
Muy bueno,un gran abrazo.

Muy bueno querida Ethel,has realizado un trabajo excelente que mantiene al lector atrapado.
Noto en tus letras un crecimiento muy intenso.
Te felicito.

Nómade, muy amable por tu comentario..
Mario, agradezco que sean ustedes quienes lo digan... Se aprende cada día un poquito...

Un abrazo