Me martillaron el alma

A eso de las cinco de la tarde, el hombre cansado se sienta en una butaca que está ubicada en la puerta del taller. Todo el día limpió guardabarros oxidados de los carros que sus clientes habían dejado en manos de él.
Era un mecánico “de confianza” como le decían algunos clientes que confiaban en su trabajo y en su honestidad. Para mayor placidez prendió la radio, a esa hora se iniciaba la programación folclórica que tanto le gustaba.
Sonó la voz recia del locutor:
—“Señoras y señores hoy abrimos nuestro programa con un bonito bambuco llamado “Pueblito Viejo”—
Esta melodía lo devolvió al pueblo donde nació. El recuerdo de su hermano ya fallecido llegó a su mente: A la luz de la luna con guitarra en mano, solía sentarse en el patio de la casa paterna y cantar con esmero sus notas, mientras los demás familiares lo escuchaban con atención.
Una vieja hoja de papel que el viento volaba lo sacó de sus recuerdos. Se paró e hizo un movimiento con sus brazos en señal de estiramiento. Terminado ese bambuco prosiguió la siguiente canción: Esta le recordó aquella muchachita que en sus años mozos lo tenía embobado. Nunca tuvo nada con ella, porque como decían en el pueblo “era un tanto casquivana” y su madre siempre le hacía hincapié en que el día que buscara una mujer para casarse, tendría que ser virgen.
— ¡Ah, la vieja y sus consejos!—
Volvió a sentarse a la espera de la nueva canción. De nuevo el locutor anunció: “Y ahora señores esta canción del recuerdo: “A quien engañas abuelo”
Inmediatamente sus ojos se aguaron y unas lágrimas cayeron al piso. Con un nudo en la garganta tarareaba: yo sé que tú estas llorando ende que taita y que mama arriba están descansando, nunca me dijiste cómo, tampoco me has dicho cuándo, pero en el cerro hay dos cruces que te lo están recordando.…
Apagó la radio porque definitivamente esa tarde era como si le estuvieran martillando el alma. Miró el reloj y eran las 6 de la tarde, hora de cerrar el taller. Se llevó una mano al pecho y en voz baja dijo: !Me martillaron el alma!
Etelsaga, enero, 2009

Bonita metáfora. Martillearle el alma, como si fuera expresamente... pero no, es el universo que nos utiliza para dar esos mensages de unos a otros. Coincidencias que se repiten y que tan solo valoramos cuando son tan obvias, pero que estamos constantemente recibiendo toquecitos al alma, eso si.
Los martillazos ya son para que no nos hagamos mas los desentendidos.

Precioso relato y presiosa la forma de exribir, como siempre.
Un abrazo

Gracias, tenemos recuerdos que no podemos olvidar y quizás ellos hacen parte de un no olvidar los acontecimientos que vivimos, buenos o malos según nuestro parecer.
Un abrazo lleno de paz.