ALMA DE REY

ALMA DE REY


La tierra temblaba cuando sus ojos se abrieron al mundo. Como si un cataclismo infernal se revolviera hacia la eternidad que imponía su voluntad y su fuerza para derrotar la maldad que intentaba adueñarse de aquella parte ínfima del universo pero muy amada por el Creador. Necesitaba almas fuertes, heróicas, valientes, sin temor para vencer al mal que intentaba dominar la vida.

Su llanto tierno, parecía asustado, como si conociera la responsabilidad entregada a sus infantiles manos y no fuera capaz de sostenerla. El Dios omnipotente lo supo y creyó conveniente enviarle una ayuda para poder soportar el dolor y las pruebas a las que sería sometido y un coro de ángeles lo rodeó enjugando aquellas lágrimas inocentes que ya sabían del dolor de salir a la vida. Aprendió con rapidez a enfrentarse a la realidad, a la crudeza de las dudas, de los sinsabores y también de las derrotas para, al fin, volver a levantarse y con la espada en alto, continuar la lucha para derrotar aquella maldad encubierta que no daba la cara.

Los ángeles invisibles lo acompañaban en su contienda diaria para evitar la claudicación. No podía rendirse. Tenía alma de Rey aunque nadie lo supiera, sólo él y aquellos espíritus puros que lo acompañaban desde su nacimiento eran conscientes de su título. Sin embargo, lo impuesto era una dura prueba, más cruel, si cabe, porque el conocimiento de su valor, era exclusivamente suyo. Para el resto de los mortales, era uno más de los que se sumaba a la resistencia. Y tuvo que conocer desprecios, humillaciones, incomprensiones… Se vio obligado a hacer uso de la paciencia, de la moderación, de la tolerancia aunque toda su naturaleza le pedía a gritos la violencia. Aquel mundo en el cual le habían ordenado vivir para estabilizarlo y evitar su perdición, estaba hecho de egoísmo, de lujuria, de intemperancia, de falsedad… hasta el punto de no poder controlarla.

El día que pensó romper la espada de luz y fuerza que le había sido entregada en su nacimiento, clamó al cielo por ayuda especial. Con un grito salido de las profundidades de su alma, se dirigió al Dios celestial, aquel que fue quien cargó su alma con la deuda del mundo:

“¡No puedo! –gritó- La maldad del mundo me sobrepasa. Mi valor se apaga, mi entereza se hunde, mi fortaleza es vencida por la perversidad. Ni los ángeles que me acompañan aminoran la fuerza de la vileza humana. No sé qué hacer… me rindo…Devuélveme, ¡oh Dios! al vientre materno, a aquel lugar misterioso y acogedor de donde no debía de haber salido nunca. Devuélveme a la oscuridad silenciosa donde era siempre amado y protegido. No quiero ser Rey, no quiero luchar, no quiero servir, quiero dejar de ser…”

Como un trueno profundo que se oía en todo el Universo, la voz del Dios omnisciente, retumbó en los abismos celestiales: “No temas, humano. He contemplado tu debilidad. Comprendo tu vano esfuerzo, eres valiente, eres leal. Te nombré Rey de tu mundo, sin embargo, no puedes dominarlo. He pensado mucho y para que ese lugar hermoso del firmamento al que amo más que a nada, siga viviendo, he tomado la decisión de darte una ayuda especial. Lo que te apoye, lo que te ayude en la noche de la tristeza y en la alegría de los días. Lo que te comprenda, lo que te anime en las derrotas, lo que suavice tu dolor y cure tus heridas, lo que esté siempre a tu lado, codo con codo en los momentos difíciles, aquello que te ame con dulzura y te mime con ternura, lo que aplaque tu ira y la transforme en templanza, lo que haga que las lágrimas se desborden de tus ojos y renazca la paz en tu alma. Un espíritu hermoso, suave y fuerte a la vez. Aquello que te complemente y no te abandone nunca… Lo que comparta tu trono de Rey de este hermoso planeta azul creado a mi imagen y semejanza porque sin ello, no triunfarás nunca.”

Fue en aquel preciso instante cuando Dios creó a la mujer.

Precioso cuento, casi como una leyenda he leido tu narración.
Felicitaciones , hermosa historia.

Muchas gracias por tus palabras, amigo Mario, la verdad es que sí, salió algo así como una leyenda que hasta a mí me sorprendió un poco. Pero bueno...ahí está. Gracias por leerlo.