EL AMOR NO DUELE, LO QUE DUELE ES EL DESAMOR
En mi opinión, cuesta trabajo eso de decantarse por tener un concepto continuado e inalterable acerca del amor. Cuando uno está enamorado y feliz, todo le parece maravilloso. Cuando uno no tiene amor, o sufre porque lo ha tenido y lo ha perdido, todo lo relacionado con el amor es dolor y sufrimiento.
El amor siempre es un riesgo compartido. Tanto uno como el otro, los dos implicados en la relación comparten la dicha de poder prolongar el amor hasta el final de sus días –aunque puede que con el tiempo vaya bajando un poco la intensidad- o corren el riesgo de dejar de amar o dejar de ser amados.
El amor implica la posibilidad y el riesgo del desamor, pero eso no ha de servir como una razón para no amar. Que el miedo a un posible final indeseado no obstaculice la opción de amar, porque también se podría estar obstaculizando la posibilidad de un amor largo y verdadero.
Al amor hay que ir sin miedo, aunque sí con una cierta prevención y no a lo loco. Si uno no se entrega tal y como es, con toda su capacidad, y se reserva la entrega de algunos de sus sentimientos para que no le duela mucho después si la relación se rompe, estará engañando al otro –por no mostrarse como es-, se estará engañando a sí mismo –porque no se estará permitiendo ser él mismo-, y al mismo tiempo estará engañando a la relación -porque no se estará construyendo sobre una realidad-.
Siempre hay que agradecerle al amor, aun en el caso de que ya no se esté amando. Si alguna vez se amó, es bueno sentir felicidad por haber tenido la oportunidad de vivir esa experiencia, de haber amado y haberse sentido amado, y se trata de quedarse con lo bueno que hubo, y agradecer por haber podido disfrutar de la expresión de los sentimientos que eso conlleva, en vez de quedarse en la frustración de lo que ya no se tiene.
Y es mejor entonces ser positivo. Sacar el aprendizaje de lo vivido, dándose cuenta de lo que SÍ quiere hacer uno en la próxima relación y lo que NO, de lo que SÍ permitirá y aceptará en la próxima relación y lo que NO. Hay que recordar que no nos enseñan cómo se vive esta experiencia, y parece ser que sólo se sabe y se aprende viviéndola.
Desamor es solamente falta de amor, lo que pasa es que cuando utilizamos la palabra le añadimos sufrimiento porque nos referimos a que se ha perdido un amor que alguna vez existió. Por eso duele el desamor. Por la añoranza, por la negativa emperrada en no aceptar que no se tiene lo que se desea, porque quien está en un caso así se compara con los que sí son felices en su relación –y se siente perdedor- y no se compara con otros en su misma situación –y entonces se sentiría igual y no peor-.
Duele el desamor porque los sentimientos son irracionales y no se pueden enfriar ni consolar con la lógica, porque no les valen las teorías para calmarse, porque el ego o la soledad o el miedo se oponen a aceptar la ausencia de la maravilla que es el amor y estar realmente enamorado.
Pero la realidad se impone. Quien esté padeciendo por falta de amor ajeno –ya que el propio no debería faltar nunca- haría bien en no darle excesiva importancia al hecho, y sería bueno que el tiempo que dedica a la queja y la frustración lo dedicase a nuevas oportunidades en el amor.
Quienes sufren por desamor se retraen, apagan su optimismo y anulan su capacidad de brillar y seducir, muestran una cara que refleja tristeza y desánimo, y con eso espanta a los otros, o sea, no muestra una visión atractiva… y quien hace esto requiere una reflexión profunda y una decisión.
Si uno va al amor con miedo, o rendido, o desanimado… poco va a aportar y poco deseable va a ser. Volvamos al principio: el amor es cosa de dos. Los dos tienen que aportar mucho y bueno. No vale con dejar que sea el otro el que aporte. No vale dejar la responsabilidad de la propia felicidad en las manos del otro. No vale sólo ser amado.
Al salir de un desamor se requiere desarrollar el Amor Propio antes que pretender rellenar el vacío con otro nuevo amor. Y en esa línea hay que trabajar. La vida sigue, y uno ha de seguir. Y siempre, por encima de todo, a pesar de todo, amándose y amando.
Francisco de Sales