CÓMO DUELE LA VIDA PERDIDA
En mi opinión, deberíamos cambiar la frase hecha de “el tiempo perdido” por “la vida perdida”.
Lo que perdemos no es “el tiempo” como medida fraccionada de un día, sino que perdemos la vida. Y es mejor decirlo con este dramatismo –que es la realidad- para que de ese modo seamos REALMENTE conscientes de la GRAVEDAD que conlleva, y del DESPILFARRO que es estar en una vida distraída, perdida, en vez de VIVIR una VIDA en PLENITUD.
A los más jóvenes os digo que aún estáis a tiempo de VIVIR vuestra VIDA. Los que ya dejamos atrás la juventud vamos comprobando que ese sueño juvenil –infantil en realidad- en el que uno se cree eterno y piensa que tiene toda una vida por delante -y eso suena a infinito- no es cierto. Uno sabe que cada vez le quedan menos días de estar aquí y, además, cada día el cuerpo se va desgastando y generalmente la salud y el ánimo se van marchando dejándole a uno solo a merced de la poca vida que le quede.
Esa idea ingenua -y contraproducente- de que falta mucho para llegar a viejo y que eso autoriza a desperdiciar los días de vida, a derrocharlos inútilmente, es una idea que conviene cambiarla por la realidad.
A los que ya tiene más añitos, les recuerdo otra vez lo que ya han tenido ocasión de comprobar: que esto va en serio, que uno también se hace mayor, que los años pasados se acumulan y forman una montaña.
Uno tiene la edad que tenía su padre cuando ya le parecía mayor, o tiene ya casi la misma edad que tenía su anciana abuela.
Uno ha visto cómo sus abuelos fallecieron, cómo sus padres –que eran los siguientes en el orden natural de ir muriendo- también fallecieron, y comprueba -si se atreve- que él es el siguiente. Que esto no hay quien lo pare. Que uno no va a ser la primera excepción en esto y morirá como murieron todos los que no deseaban hacerlo, los que se opusieron, las que creían que no merecían morir, los que eran muy queridos, las que eran necesarias, los Reyes, los millonarios, las que estaban rebosantes de vida…
El tiempo de vida pasa. Imparablemente. Sin respetar los deseos propios. Aunque no se le preste atención. Mientras dormimos. A pesar de la oposición. Mientras estamos esperando a tomar la decisión de vivir plenamente.
Y esto no es dramático, ni hay que hacer una tragedia de ello. Es lo que hay y es innegociable. Hay que aceptarlo y asumirlo. Y en vez de convertirlo en una excusa para la depresión, hacer de ello un motivo de más vida.
Que sirva para apreciar más lo que ahora tenemos –amor, salud, paz, felicidad, consciencia…- para cuando llegue el tiempo en que alguna de esas cosas nos falten y tengamos que seguir vivos aún a pesar de su carencia.
“Mañana es tarde”. Esta frase resume la sabiduría de quienes ya pasaron por aquí y se dieron cuenta. O esa otra de “No dejes para mañana lo que puedas vivir hoy”.
Vivir es el sentido de la vida. Y no otro.
No ser consciente de la vida, y no vivirla, es la tragedia.
Que la vida se vaya sin ser vivida es la tragedia.
Los días de los que disponemos se acaban de todos modos.
VIVIR, tal vez, sea no tener nada de lo que arrepentirse.
Son muchas cosas las que vamos aplazando, muchos buenos propósitos los que vamos aplazando, muchas decisiones las que vamos aplazando, muchos sueños los que vamos aplazando, mucha Vida la que vamos aplanzando…
Ahora mismo, ya, es el momento de tomar decisiones.
Te dejo con tus reflexiones…
(Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias)
Más artículos en: http://buscandome.es/index.php?action=forum