CAPÍTULO 123 - NEGAR LAS CICATRICES QUE VA DEJANDO EL DESAMOR
-EL PELIGRO DE LAS FALSAS EXPECTATIVAS-
Este es el capítulo 123 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER
Las heridas graves no desaparecen nunca del todo: dejan cicatrices que se pueden disimular pero no hacer desaparecer. Puede llegar a mitigarse el dolor, pero no pueden ser negadas.
“No es nada…”, “ya estoy acostumbrada…”, “no me importa…”
Éstas, y otras frases similares, deberían ser desterradas, porque mienten.
Duele. El desamor duele. Es una herida grande y grave.
Y cuando alguien siente ese desamor tiene que dejárselo muy claro al otro para que sepa lo que está haciendo, o lo que no está haciendo, y no pueda escudarse después detrás de un “no sabía que eso te hacía daño”.
Y tampoco se pueden maquillar con amor, porque eso las disimula, pero siguen estando debajo del maquillaje.
El desamor atenta contra un estado personal muy preciado, que es la relación sentimental. Nadie quiere que esta se convierta en un fracaso, porque en ese caso podría llegar podría llegar a sentirlo como un fracaso como persona.
Así que descubrir que la pasión inicial se va enfriando casi de un día para otro, que de aquellas atenciones que se ofrecían ya sólo queda un eco lejano que se va apagando, que de los halagos y sonrisas de antes ya casi no queda ni el recuerdo, y que casi todas las promesas se van diluyendo, desapareciendo como si nunca hubieran existido… deja un sentimiento que es una pena inconsolable, una tristeza amarga, un abatimiento desesperado, y una sensación dolorosa de estar muerto a pesar de que los latidos del corazón opinen lo contrario.
Cuando se empiezan a notar los primeros síntomas de desamor, y sin aplazarlo ni un día más, conviene propiciar un buen momento para hablar con el otro –sin recriminar, sólo exponer- de los sentimientos que se están percibiendo, o de la realidad que se está comprobando, y tratar de encontrar una solución entre ambos, antes de que todo se pierda irremediablemente.
Vivir en esas condiciones, y sin decir lo que se siente por no molestar o herir al otro, o por miedo a enfrentarse a la realidad, o por no querer reconocerlo y, además, depreciarlo diciendo cosas como que “es una mala racha que ya se pasará…”, “todas las parejas pasan por esta misma situación…”, “igual es culpa mía que soy demasiado exigente…”, “bastantes embrollos tiene él como para que yo le vaya ahora con esto…”, “ni me molesto: va a decir que son tonterías mías…”, o cualquiera otra razón que lleve el mismo tono derrotado es el preámbulo de un fracaso estruendoso.
En la relación no debería haber ningún tema tabú, y éste, precisamente, es el que no se debe aplazar ni evitar, porque el presente y el futuro sentimental de ambos, como miembros de la relación, depende de que ambos se encuentren bien en ella.
El hombre, por lo general, es menos exigente, así que se conforma con menos. En realidad, y no exagerando mucho, se conforma con tener las necesidades básicas cubiertas: sexo, alimento, compañía –cuando se desea, que no a todas horas-, dinero, caprichos, algo de cariño y un hogar. Puede vivir sin el resto de cosas.
La mujer, afortunadamente, es conocedora de que hay otras fuentes que emanan placeres, y está más predispuesta a ellos porque su sensibilidad le permite apreciarlos. Aprecia y valora la compañía, la conversación acerca de los sentimientos, sentirse sinceramente abrazada, el placer de notar las manos de ambos entrelazadas, las miradas que hablan sin palabras, los suspiros, las ensoñaciones, las conversaciones entre corazones, los grandísimos detalles que para otros apenas son perceptibles… amar… el amor…
Por eso el desamor, que puede pasar un poco más desapercibido para el hombre, tiene tal relevancia que su falta se convierte en un vacío que grita y en una ausencia que aunque se trate de eludir insiste pertinazmente, porque es consciente de lo importante que es el amor.
Negar las cicatrices que va dejando el desamor es otro auto-engaño intolerable: es mejor reconocer su fuerza e importancia, y ponerle remedio. Sea el que sea. Implique lo que implique.
SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:
- Hablar, informar, compartir… la comunicación es imprescindible en la relación y más en los asuntos que pueden afectarla.
- Todo lo que se siente se puede y se debe comunicar al otro miembro, con cuidado, con amor, sin agresividad, pero se puede y se debe hacer.
- El desamor conduce a la indiferencia, y esta es el enemigo mortal de las relaciones.
Francisco de Sales
(Si le interesa ver los capítulos anteriores, están publicados aquí:
http://buscandome.es/index.php/board,89.0.html)