¿POR QUÉ NOS DUELE LO QUE NOS DUELE?
En mi opinión, nos duelen las cosas que no salen a nuestro gusto, o que no cumplen nuestras expectativas, porque tenemos una muy arraigada intolerancia al sufrimiento, al fracaso, a la frustración.
En eso actuamos como los niños, que no toleran lo que no les produce placer y lloran con una pataleta visual y sonora. Nosotros nos ahorramos las lágrimas y el numerito pero lo manifestamos como rabia, o con ira, o maquinando venganzas. Siempre exigimos un culpable sobre quien descargar el revés.
Por supuesto que no me refiero al dolor físico, sino a ese berrinche que expresamos cuando algo nos molesta porque no ha sucedido según nuestros deseos o fantasías, que tanto lo manifestamos con un silencio hiriente, como con un desprecio, o un escándalo, o con una forma de manifestación destructiva.
Me refiero al dolor emocional, invisible pero cierto, cuya manifestación y sentimiento es muy correcto y muy humano. Ya conoces la frase: “El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional”. El sufrimiento es la manifestación de nuestro reproche, la expresión de la inaceptación, el modo de actuación inmaduro que aplicamos cuando no queremos aceptar aquellas cosas que son desagradables pero están ahí. Oponerse a la realidad es una tarea inútil. Es una pataleta infantil.
La persona que se comporta como adulta reconoce la realidad –aunque no le guste-, la acepta –aunque no le guste-, y a partir de ese momento hace lo necesario para modificar lo que le ha afectado. Si eso no es posible, entiende que las cosas no salen siempre al gusto de uno y que todo –lo agradable y lo indeseado- forma parte de la vida y por tanto todo es vida, todo se ha de afrontar, por todo lo que se presenta hay que pasar, de todo hay que aprender.
“Si te duele es porque te importa”, se dice. No siempre tiene razón la frase. A veces le adjudicamos importancia a una cosa que realmente, por sí misma, no la tiene. Y ahí hay un trabajo Personal importante de ser ecuánime y objetivo y destronar algunas cosas que hemos convertido en importantes sin que lo merezcan.
Hay que aprender –pronto y bien- a relativizar las cosas. No todo es siempre tan grave como parece. A veces, el ego –que no el Ser- hace un mundo de una mota de polvo. A veces ese ego –traidor y poco respetuoso- nos hace enfadarnos por cosas que no merecen nuestro enfado. Una persona que ha efectuado –o está en ello- un Proceso de Desarrollo Personal está más capacitada para ver las cosas como realmente son, tiene una escala de valores más justa donde no se cuela nada en el lugar que no le corresponde; está equilibrada y tiene una objetividad que le ayuda a comprender con más imparcialidad lo que cada cosa es, separándola claramente de lo que aparenta ser; tiene la Paz necesaria para no alterarse agresivamente y es capaz de mantenerse inafectado, lo que no quiere decir que no tenga sentimientos y emociones, sino que sabe aplicarlos a lo que corresponde, cuando corresponde, y del modo adecuado.
El sufrimiento no es nuestro, es del ego. Comprender bien esto cambia la vida. Nos impide caer en esa trampa y nos evita un dolor y un sufrimiento innecesarios. Si uno es capaz de disociarse de lo que CREE que le está pasando –porque en ese momento está identificado con su ego- se dará cuenta de que puede despojarlo de su capacidad destructiva, mirarlo con la compasión que da la objetividad y hasta dedicarle y dedicarse una sonrisa de conmiseración.
Nos duelen las cosas porque les damos poder y permiso para que nos duelan. El control y la intensidad del dolor dependen de nosotros. Ya sé que somos humanos y hay cosas que se nos hacen un poco inevitables, pero sobre ciertas cosas uno puede y debe aprender a tener el control necesario para impedir que nos hagan sufrir. El sufrimiento innecesario además es inútil. Se podría llegar a valorar y apreciar un sufrimiento que de algún modo sea constructivo, pero el que simplemente sirve para asentarse en el victimismo… hay que evitarlo.
Así que la próxima vez que te veas sufriendo, salte del sufrimiento, para y pregúntate… ¿esto me sirve para algo positivo? Y entonces decides qué hacer.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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