Epílogo

La sala de cuidados intensivos de aquel hospital universitario bullía de discreta actividad.

Médicos, enfermeras y auxiliares entraban y salían de los cubículos transparentes con medicamentos, jeringas, radiografías, muestras de sangre, aparatos, estudios y todo lo que era relevante para el expeditivo funcionamiento de ese ambiente de aséptica eficacia.

La mayoría de los pacientes confinados allí, no gozaban de la lucidez necesaria para comprender todo lo que sucedía a su alrededor.

Una sola hora diaria, durante la tarde, era destinada para el ingreso restringido de las visitas a los pacientes, con únicas excepciones puntuales en aquellos casos para los que el día siguiente no era algo probable.

El paciente del cubículo 8 hacía dos días que estaba inconsciente. Todos los indicadores de monitoreo señalaban un fatal desenlace muy próximo.

El médico de guardia, con compasiva delicadeza,  comunicó el triste pronóstico a la mujer sentada, con todo el aspecto de hallarse drenada física y emocionalmente, quien resignadamente escuchó lo que ya intuía.

Un momento después que el doctor saliese, ella notó que el hombre acostado se agitaba, levantaba los dedos de una mano, movía apenas los labios. Acercó su oído al lívido rostro y escuchó, débil pero nítidamente:

- Por fin..., sabré...lo que...nadie vivo...sabe... Llevo toda la vida esperando...

El monótono, intermitente bip del monitor a su lado, mutó su cadencia habitual a un ominoso sonido agudo y continuo.


Epílogo -
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Fobio

Estupenda historia..., pensándolo bien, tienes razón. Sólo cuando demos el paso sin regreso sabremos la verdad ... aunque confío en que la Biblia me dice la verdad.
Mira que estar vivo a esta edad, únicamente con algunas cicatrices  poco visibles después que la muerte pasó junto a mí, innumerables veces, ... no lo entiendo.

Gracias amigo Jaime por tu presencia y comentario. Sé que no es mi estilo habitual de escritura, pero algunas veces la pluma se ve manejada por los estados de ánimo y las emociones. La muerte juega un poco con nosotros, flirteando y haciéndonos creer que pudimos batirla algunas veces, sabiendo que, al final ella siempre será la triunfadora. Yo también tuve algunos encuentros cercanos y ahí sí que a uno lo beneficia ser petizo, porque en esos casos, la huesuda no podía acertarme los guadañazos que pasaban silbando por sobre mi cabeza, mientras yo le gritaba: "Ole..., ole...!!!"
Un abrazo,
José

Hola Fobio:

Aun sigo pensando en esa duda que quizás muchos tenemos. Que se sentirá? que pasará después? Ya llegará el momento de saberlo verdad? solo un poco de paciencia supongo.

Buen escrito.

Saludos

ANgel

Muchas gracias Angel. Aprecio sinceramente tu paso por aquí y tu comentario. Quién sabe qué sabremos algún día, si es que hemos de saber algo...
Saludos,
José

Yo seré medio viejo chongo, pero porfiado (y orgulloso de serlo) desde la cuna hasta la tumba. Siempre creí, creo y creeré que hay personas que no deberían morir nunca. Vos sos una de ellas.
He dicho.
Gracias por tu visita, que siempre recibo con mucha alegría de poder verte, aunque sea cibernéticamente.
Un abrazo inmenso,
José (preguntame qué José...)

Me deja como enseñanza "el querer avanzar siempre", aún en la Muerte. Gracias!

Gracias a vos por tu paso, amigo Federico.
Un saludo afectuoso,
José