Entre sorbo y sorbo,
una uva cae a las baldosas,
burlándose de los recorridos interceptados bruscamente por una soga ,
mientras la luna mira irónica con su pupila dilatada.
¡Maldita taza de la que bebía
novelitas rosa en noches de verano!
La luna me da la espalda... Dialoga con el agua,
sin saber que lentamente la engullo por no elegirme,
por haber traicionado mi sueño adolescente de orgasmos y amor.
De pronto un maullido,
y me asombro como si no supiese
que el viejo gato me observa
mientras por mi boca, en estampida,
escapa la luna ya apagada
de tanta lengua y mandíbula.
¡Qué triste espectáculo! dirá el gato,
cuando después de algunos minutos,
(mientras la uva -vaya presagio- ruede hacia la tierra)
intente, juguetón, alcanzar mis pies
que colgarán prendidos de la luna,
hasta que al amanecer abran la puerta.