Se notaba lujo, mucha plata.
El fotógrafo no se sorprendió con lo que veía. Para cualquiera seria un espectáculo por lo menos impresionante, para el no.
El cadáver tirado en una posición grotesca, la cabeza colgando, apenas retenida por lo que en su momento fue el cuello.
Sangre. Siempre mucha sangre.
Recordó una conversación con su mujer. Obsesivo no pudo dejar de hacer un comentario ante un programa de televisión:
-No es así, cuando un tipo se desangra, es mucha más de lo que muestran, tenemos cuatro litros, imagínate, por lo menos uno o dos se desparraman, pensa un litro de agua el enchastre que hace, encima la sangre es más densa, y obviamente por su color más llamativa.
-La verdad no te pregunte nada.
El fotógrafo policial, como siempre, comenzó por registrar en su mente la escena, primero veía en su cabeza la secuencia de la acción, lo que sería la futura serie de fotografías. Noto la sangre en toda la habitación, la víctima se defendió, a pesar de los golpes recibidos, lucho por su vida. Incluso con la garganta cortada, se movió de un lado a otro, o tal vez solo fue la desesperación de saberse muerto.
Saco fotos de los muebles rotos, las copas en el suelo, algunas con lápiz labial todavía visibles, saco fotos de lo que fue una lucha desigual entre la víctima y sus agresores. Fueran varios.
Saco la foto de un vomito, concluyo a priori que no era de la víctima.
Su jefe, que le encargo la tarea, le comento que el tipo usaba esa habitación, detrás de su despacho, como especie de bulín. El ya lo conocía por fotos de las revistas de chimentos, un tipo con suerte: promotor de futuras modelos.
El fotógrafo tenía demasiados años en la policía como para ignorar, que en realidad este tipo con suerte, era un cafiolo moderno.
“Parece que se le termino la suerte”
Noto el mal gusto del promotor, mucho lujo, mucha plata, exageradamente ostentoso, la habitación sola, sin contar el despacho, era más grande que todo su departamento, muy recargado con fotos de el mismo acompañado por reconocidos artistas, deportistas, políticos. Un televisor como jamás vio, sabanas con dibujos de animales, lámparas y muebles pretensiosos.
Tres días más tarde estaba la noticia en el periódico: “Reconocido y prestigioso promotor es hallado muerto en sus oficinas”
Causa estupor en nuestro medio el lamentable hecho. Al parecer luego de una violenta discusión con su agresor, Poncho Moto recibió heridas de tal consideración que le provocaron la muerte. En declaraciones exclusivas a nuestro diario, fuentes policiales reconocieron desconocer el móvil del homicidio, no descartando razones pasionales.
En declaraciones radiales, su asistente personal, asegura encontrarse desolado con la noticia, ya que como asegura el mismo era una persona muy querida y respetada por todos sus colaboradores, clientes, amigos y familiares.
***
La chica leyó el titular, luego levanto la vista y se vio en el espejo, poco a poco y sin dejar de mirarse comenzó a llorar. Lloro de impotencia, de susto, de dolor, de frustración.
Solo una semana antes, con su amiga de toda la vida, bajaron a la ciudad. Un viaje largo, donde no pudieron dormir ni una hora. Todo el camino conversando, haciendo planes, ilusionándose con un futuro que avizoraban maravilloso.
Parecía que paso una vida desde que vieron al promotor por primera vez en el pueblo, que les prometió lo impensable. Por fin, se ilusionaron, conocerían el existo.
Recordó con bronca, la segunda vez que lo vieron, cuando se dieron cuenta que solo era un vividor, o peor, un estafador. No podían creer lo que el tipo les exigía, les daba asco.
Con horror recordó la última vez. Podría haber sido ella, tanta rabia, tanta impunidad del tipo, se lo merecía.
“Lástima el vomito”
***
El hombre, con ademanes femeninos, le explicaba al policía:
-Si, yo era su asistente.
-Se lo merecía, era una mala persona, no lo quería nadie.
-Yo, ese día estaba de viaje, así que no sé nada de lo que paso.
-Lo único que puedo decirle es que tenía la costumbre de traer jovencitas al cuarto que tiene atrás del despacho, donde lo encontraron, y bueno, usted imagínese.
-¿La esposa?: una santa, nunca lo engaño, jamás.
- No, no se porque estaba ese día con las demás chicas. El degenerado la abra llamado de puro sádico.
-A las dos nuevas, prácticamente no las conozco, son del interior creo. La otra, que usted nombra, si hace bastante que trabajaba para Poncho, me dijo que estaba embarazada. Que se yo, quien las entiende.
***
El grito la despertó, raro, ya estaba acostumbrada. En la cárcel es común escuchar gritos, por pesadillas o por castigos o porque si, siempre se escuchan.
Su hijo al lado, siguió durmiendo.
“Tres años ya”
Lo miro con amor y tristeza, tarde o temprano le tendría que decir.
Mientras recuperaba el sueño, una vez más recordaba esa noche: el muy maldito la cito junto con las dos pueblerinas, y como si fuera poco a la esposa. ¿Para qué?, ¿Para burlarse de todas?
Recordaba como en cámara lenta, las chicas más que sorprendidas, desilusionadas, la esposa histérica, la navaja sobre el escritorio, todas, las cuatro insultándolo, y el que se ríe, y me golpea.
La policía dice que fue ella la que lo mato. Puede ser, no se acuerda. Sería lo justo, por su culpa, por su vomito, todo se aclaro. Lo que si se acuerda, es que el hijo que duerme a su lado heredara a su padre…, el renombrado promotor, tenía mucha plata.
Lo arropo con amor, pero no pudo evitar la tristeza: tarde o temprano se lo tendrá que decir.
Supuso que cuando el chico averiguara por su cuenta, o comprendiera que ella fue la que lo mato, se lo tendrá que decir.
Y se lo dijo, en voz baja, sin que nadie la sintiera, sabiendo que en algún momento tendrá que decírselo y ser escuchada:
-Hijo, tu padre era un estúpido.