De esos cuentos malogrados.

Y esta es la historia que no pudo ser historia. Un cuento que no pude escribir, una canción inconclusa. Ésta es la historia de un amor sin estrenar, que fue lanzado al viento aún con el lazo puesto.

Déjenme les presento a los personajes : una sirena pixelada y un trovador digital.

Erase una vez en los rincones de la red un príncipe, de esos con el cabello liso y largo desparramado en sus hombros y una sirena nocturna, “de piel color sepia” y ojos azabaches.

Pero, esperen… ¿de qué sirve contarles ésta historia?. No vale la pena contarles como ellos se conocieron a través de sus letras. Ni decirles de la primera vez que se vieron, si bien es cierto que un frío cristal los separaba, éstos dos personajes se podían amar, sentir, y hasta respirar.

No vale la pena decirles como cada noche la sirena salía de las profundidades de su océano para oír al príncipe trovador cantar y tocar sus acordes mágicos. ¡Oh! tampoco es útil decirles como él parecía anclarse en el mar negro de los ojos de su princesa nocturna y le pedía amarlo hasta el final de los días.

No , hay miles de cosas que podría contarles pero no valen la pena. No valen la pena tantas noches envueltas en risas y declaraciones de amor, no vale la pena tanta lealtad desinteresada, no vale la pena tanta amistad y tertulias mañaneras.

¡Ahora nada vale la pena! ¿por qué? Porque al final los personajes se perdieron .Él se echó su guitarra y su trova de medianoche al hombro, guardó su sonrisa perfecta en su bolsillo izquierdo y se llevó sus besos de niño y deseos de hombre. Emprendió su camino aún más al norte de donde ya estaba, se fue ahí donde todo es más frío dejándola aún más al sur de su soledad. Ella se fue contando los pasos a casa, con los ojitos rojos, opacos y vidriosos de tristeza. Se llevó sus caderas y poesía clandestina, sus deseos de amarlo y no soltarlo jamás.

Los dos protagonistas de ésta tan malograda historia que no es historia, ya no existen más. El destino ya se encargará de desterrarlos del que era su “país de las maravillas” como la realidad ya se ocupó de abofetearlos y vomitarlos al mundo real.

Y colorín colorado, eso no había ni empezado.