Esos eran machos

A las pocas semanas de haber cumplido 90 años, la fuimos a visitar mi hijo menor y yo.
No solo estaba muy lúcida, sino muy bien físicamente. Cuando llegamos se puso a cocinarnos buñuelos para acompañar el mate. Estaba con la menor de sus su hermanas, de 84 años.
Nos contó un montón de historias, algunas vinculadas a su sobrina (mi madre) otras a sus propios hijos y hermanos. Daba gusto escucharla, era un pedazo viviente de nuestra historia, lugares y situaciones en muchos casos sorprendentes, o inimaginadas por nosotros.
En un momento dado mi hijo le pidió que describa un día común de su vida, de cuando tenía la misma edad de este, como para comparar dos épocas separadas por tres generaciones.
Empezó contando que trabajaba en una fábrica de cigarros, hacía el horario de 14 a 22 horas. Nos contó que a esa hora, cuando salía de la fábrica, la tenía que pasar a buscar su padre o alguno de sus hermanos mayores. Explicó riéndose, dando por sentado que los tiempos han cambiado, que en esa época una mujer sola a las diez de la noche, solo podía ser una de “mal vivir”.
Normalmente se levantaba ya amanecido, 7 u 8 de la mañana, ayudaba en las tareas de la casa y luego a trabajar a la fábrica. Hizo todo un relato de lo que hacía, de cuáles eran sus tareas, compañeros, capataces. Me acuerdo que nos contó como le molestaban las insinuaciones del supervisor, y las risotadas de los compañeros festejándolo. En esa época la idea era ir lo mas discreta posible, aunque reconoció, que poco servía: en una oportunidad les contó a sus hermanos que a una compañera la manosearon, y estos solo comentaron: Y bueno, ¿no ves como se viste?
Su relato continuó cuando mi abuela, luego de dar a luz a su tercer hijo, tuvo que guardar cama por treinta días. Su obligación fue ayudarla. No fue nada fácil, ya que por esto, no podía desentender de sus otras responsabilidades.
En esos días, mandaba al colegio a los chicos más grandes. La que luego sería mi madre de más o menos 11 años en esa época, y su hermano de 9. Además preparaba el almuerzo para su cuñado. Cuando le hice notar que también lo hacía para su propia hermana, me miro un poco sorprendida. Si claro, también; agregó.
El día continuaba cenando algo y generalmente a planchar las camisas de sus hermanos solteros. El lavado se hacia los fines de semana ¡a mano! Muy pocas familias contaban con lavarropa. El planchado no es como ahora nos comentó, eran de algodón muy grueso, para colmo, les gustaba muy almidonadas.
Bastante extrañado, le pregunté: ¿por qué no se ocupaban ellos de sus camisas?
Mas extrañada aun, me contestó: Te dije qué eran solteros, que querés que hicieran los pobres.

Buena Tarde, despues de haber repasado su texto, me detengo en un mundo de almidones y prejuicios, hay cosas que no han cambiado y otras que realmente cambiaron para despertar, la historia tiene el encanto de sentir a una mujer valiosa, con esas cosas del vivir diario recordadolo con un cierto orgullo de haberlo sobrevivido, hay situaciones en que reflexiono, hacer las cosas de casa, cocinar, lavar, planchar no son una esclavitud, es el hecho de que aun teniendo las mismas necesidades los hombres de otros tiempos y no lo voy a negar también de este tiempo se vuelvan incapaces por culpa de las mismas madres, unos niños grandes para sus esposas, hermanas si estan solteros (se aprovechan de nuestra nobleza jaja), no se a veces creo que es ese instinto de protección que hacemos se vuelve obligación, un dilema...
en fin un gusto leerlo.
saludos
k

Jaja, la mejor manera de no sentirse culpable es buscar otro responsable.
Jaja somos machistas por culpa de nuestras madres, hermanas, novias y esposas.
Mujeres necias que acusáis a al hombre sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que acusáis…
Jaja Parecido bah …
Gracias por tus comtarios Gara
Tarquino

Un buen relato que sirve para comparar epocas ,de esas historias que he escuchado a mi abuela y a mi madre, casi con un tono de sacro santo que no da tono a repilca.

Por suerte ahora todo es lavelisto ja,y hay pañales descartables, y sopa en sopbrecitos,y microndas con comidas congeladas....¿por suerte dije?.

Uhm los prop y los contra de dos generaciones diferentes, la vida más simplificada ahora,pero también los valores más devaluados...

Un buen relato compañerp que hubiera seguido leyendo,como cuando escuchaba a mi abuela por horas contar esas historias que repito no cuestionaba por sentirlas sacrosantas.



Que las hadas te acompañen