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Ver jugar a mis sobrinos, verlos retozar sobre mis rodillas, ver sus tiernas miradas, jugar con ellos como cuando yo tenía su edad o simplemente vivir a su lado, son algunos de los hechos que me inquietaron y me hicieron volver hacia atrás, hacia aquel mi remoto pasado cuando yo tenía la edad de Cielito y Edú (mis pequeñines los que hoy por hoy inundan nuestra existencia con sus ocurrencias y alegrías). Por lo que me puse a recordar, para ver desde que punto de mi vida tengo uso de razón, o sea (¿cual es el recuerdo más lejano, o uno de los primeros?):
Algunos de los recuerdos más remotos que tengo de mi vida, son aquellos de cuando era chiquito ufff (según mis fotografías y algunas referencias era un infante diminuto algo rollizo y con cabellos ensortijados, con unos ojitos negros que todo el tiempo brillaban y cautivaban a cualquier familiar o persona que se me acercase) algunos me querían apachurrar me daban miedo, me alzaban en sus brazos muy alto muy arriba y era traumático ver la superficie terrestre desde esas alturas, no entendía porque aquellas personas hacían eso, si decían que me querían ¿porque me asustaban…? –al menos a mi me daba un poco de vértigo– y me decían “arriba chiquito” , “arriba gordito”; en fin ahora estoy contento por haber crecido tanto y es un alivio saber que nadie me volverá a alzar de ese modo.
En aquel entonces debí tener tres años, vestía un pantalón corto, unos botincitos bien diminutos, unas medias blancas muy impecables y un polito que creo me quedaba apretado -por la prominente barriguita que a legua se me notaba- entonces mi papi me llevo al hospital Obrero –el que ahora se llama Lazarte Echegaray– subimos a un segundo piso por unas gradas muy anchas, extremadamente pulidas, las que tenían una baranda muy alta -más grande que yo- pasamos por un pasillo que borrosamente recuerdo y entramos a una habitación, muy grande y ahí estaba mi mami, acostada en una cama altísima, vistiendo una bata color blanco, linda, hermosa con sus cabellos oscuros ondeados, quietecita mirándome con sus ojazos color café diciéndome “mi chiquitín”, dándome muchos abrazos imaginarios… la miré tanto a mi mami que no me fijé que para su lado derecho tenía una bebita bien chiquitita y muy moradita –entonces me estremecí- me agarré mas fuerte de la gran mano de mi papi y asombrado fui presa de una linda conmoción, acerqué mi vista para el lado izquierdo y ¡oh, sorpresa! había otra bebé así de chiquita, me sentí algo extraño -eran mis hermanitas- ¡eran gemelas! Mi mami no podía alzarme no podía moverse mucho, ya que le habían sometido a una cesárea, me miró con ternura yo me alegré mucho al verla tan feliz, caminé algunos pasos hacia ella y me dio una palmadita, me hizo muchos cariñitos, fui muy feliz, fue una experiencia hermosa y medio difusa, sin embargo recuerdo que todos estuvimos inmensamente felices...
Mi mami no se abastecía con las gemelas, su leche materna escaseaba, y nos daba leche sustituta, en nuestros biberones “Evenflo” (era una fantasía beber aquel lácteo sabor, creo que los biberones le daban otro saborcito como que, nuestra lechita era mas rica) los tres tomábamos de nuestros biberones, aunque cuando yo era mas bebé, según mi papi, en los días cuando vivíamos en Lima y yo no tenía uso de razón, allá en la casa de Breña, yo tomaba leche ENCI (iniciales de la Empresa Nacional de Comercialización de Insumos que a finales de la década de 80’s el gobierno del señor García hizo circular por la boca de todos; no obstante pienso que todas las personas que la recuerdan viven algo resentidas y a todo mundo le dan una mala reseña de la marca en mención, ya que para conseguirla todas las personas tenían que formar inmensas colas, entre ellos mi papi. Era mil novecientos ochenta y siete y me supongo que era lo único que se podía beber como "leche”) la que a falta de refrigerador, mis padres la conservaban en un contenedor de tecnopor y mucho hielo. De modo que los recuerdos de cuando mis hermanas tenían mas de un año de edad y los tres tomábamos nuestra lechita en biberón, son un poco mas sublimes, de ahí todo aun sigue grabado no se me olvida… ni tampoco la veces que me acomodaba en la cama mirando al techo jugando con mis pies tocando las paredes dándome vueltas tomando mi lechita, era como estar en las nubes, que rico era tomar nuestra leche en los biberones “Evenflo”.
Cuando cumplí cuatro años me pusieron en el jardín de niños 1570 en Angasmarca; la maestra era una familiar muy cercana - mi tía Laly- prima de mi papi; los recuerdos de esos días son imprecisos, son de cuando un día llovía demasiado y estábamos haciendo unos dibujitos en el cuaderno, creo que eran unas graditas, y de pronto el cielo estuvo muy oscuro muy gris, y un relámpago acompañado de unos truenos espeluznantes me hicieron tener mucho miedo además hacía frio. También recuerdo que jugábamos con unos bloques de madera, unos bloques muy lindos y de varios tamaños –supongo que los distribuía el ministerio de educación- hacíamos camioncitos y buses, los empujábamos sobre el piso del aula y hacíamos un gran tráfico, la mayoría de mis amigos se arrastraban y terminaban con la ropa hecha una mugre, yo jugaba con cuidado – es que mi mami me decía que jugara en cuclillas – y el hecho de hacer algo diferente a los demás me daba una satisfacción tan infantil que al regreso cuando mi mami me encontraba en casa, me felicitaba “mi hijito mi chiquitín esta limpiecito…” me decía.
En casa jugaba con mis hermanitas, éramos un gran equipo (desde luego yo era el líder, tan lindas ellas querían imitarme en todo, Elvira en especial que por muchos años quería hacer lo que yo), si tenía mi cometa, ellas también querían su cometa, si salía a caminar por los alrededores del pueblo con mis amiguitos, Elvira me quería seguir o Raquel era feliz cuando ya mas grandes (cuando yo tenía aproximadamente ocho años y ellas cinco, juagábamos a la orquesta en el corral de la casa), Yo era el director, Raquel tocaba la batería (un cilindro unos palos una manguera y la tapa inservible de una olla) y Elvira era la vocalista aunque a veces tocaba unos platos viejos que servían de platillos, -entonces- éramos tan niños que no queríamos separarnos para nada, sin embargo hurgando entre esos lejanos recuerdos, di con los días cuando en la plazoleta al frente de mi casa, había una pileta de piedras talladas en la que por cierto en todo el tiempo que duró, nunca vi que le haya salido una gota de agua, salvo en épocas de invierno en que el agua se empozaba y veíamos con curiosidad los renacuajos que milagrosamente aparecían, jugábamos y jugábamos, todo mi mundo era jugar. También evoqué los días cuando tenía un triciclo color azul con blanco (estaba bien pintadito), tenía dos asientos, ahí paseaba a mis hermanitas gemelas, y cuando no llevaba a nadie, ese asiento era una bulla enorme (que daba risa) yo pedaleaba a toda velocidad y las latas chasqueaban graciosamente que me emocionaban.
Tenía a unos amigos, mas grandes que yo, Pancho (mi primo, al que ahora le decimos el pavo) que vive frente a nuestra casa, de él tengo un antiguo recuerdo, cuando un día jugamos hasta la noche en la vereda de la placita, y me ayudó hacer mi casita con palitos, con cartones y muchas piedritas, una casita lo suficientemente linda para mi imaginación, la que en esos días volaba demasiado rápido, nos quedamos hasta el anochecer hasta que eran mas de las seis de la tarde y ya el sol se había ocultado, entonces vino a buscarme mi abuelita y tuvimos que abandonar la casita, me dio mucha pena dejarla tan linda con su techito de palitos, su puerta y unos adornos de latas de leche que habíamos encontrado por ahí. Al día siguiente ni la menor idea ni el menor caso, era tan niño que algunos recuerdos los más frescos eran tan volátiles, que hoy por hoy vuelven luego de mucho esfuerzo…
Mi abuelita Bertha, me alistaba para ir al jardín, es que mis papis salían mas temprano a su trabajo, las gemelas se quedaban con María, la niñera ( la que hasta ahora le tengo mucha consideración y cariño, era como mi mamá suplente claro después de mi abuelita, era muy buena, me andaba de la mano me llevaba en su espalda, me consentía y me hacia reír muchísimo) y por supuesto con mi abuelita, ella me cambiaba la ropa, me aseaba y me peinaba -huy que triste- para esos días ya no tenía los ensortijados cabellos, por el contrario tenía los cabellos mas disparados de todos los niños de mi jardín, entonces mi abuelita Bertha, me peinaba perfectamente y en la parte mas rebelde de mis cabellos me aplicaba jugo de limón –vaya que buen permanente- y listo, todos mis pelitos se quedaban quietos hasta que se secaba todo y mi peinado quedaba tan tieso que duraba hasta la salida hasta cuando estaba de vuelta a la casa y era gracioso jugar con mis pelos tiesos ya que estaban tan pegados que me daban cosquillas. Supongo que aquellos días mi vida era el jardín, jugar y jugar muchísimo y estar con mis papis.
En la noche veíamos televisión en el único canal que se sintonizaba en Angasmarca, era RTP (Radio Televisión del Perú ) que nuestro televisor blanco y negro captaba a duras penas, y como de costumbre solo veíamos televisión en la noche ya que en Angasmarca solamente había fluido eléctrico cuatro horas diarias, desde las seis de la tarde hasta las diez de la noche, sin embargo antes de instaurarse esos horarios, nosotros teníamos una batería y la usábamos en cualquier hora o mayormente por la noche solo para ver los aburridos programas que entonces se trasmitían en RTP, bueno excepto esa telenovela japonesas que muchas veces nos hizo lloriquear (“Oshin”) y desde luego los noticieros que mi papá veía con mucha concentración.
Los niños grandes, -mis amigos grandes- tenían sus “coches” (carritos de tabla con rodajes) yo moría por uno de esos, pero era muy chiquito para poder conducirlos; entonces Ulises un primo -recuerdo que me paseaba- mientras otros chicos empujaban, él me llevaba entre sus piernas ahí sentado, jugábamos alrededor de la vereda de la posta médica; que lindo era pasear en “coche” aunque nos ensuciábamos la ropa, todo era muy lindo… yo fabriqué mi propio “coche”, aproximadamente cuando cumplí diez años y fui muy feliz… (Continuará)