Las muñecas de mi niñez

Aún conservo mis muñecas. Especialmente dos que fueron regaladas por mis padres en las navidades, a mi hermana y a mi nos regalaron dos muñecos de pasta. Uno para cada una. Los vestíamos de niñas a pesar que tenían cara de niños. El día de navidad siguiente abrí el regalo y era una hermosa muñeca con pelo natural de color amarillo, la podía peinar, era medio caminadora y cuando la volteaba lloraba. Fue el regalo más sensacional que recibí en mi infancia.
Al muñeco lo envolvía en mis enaguas y le daba tetero y comida de la que me daban a mi (tenía un huequito en la boca). Por supuesto que el pobre nene tomó un olor tan horrible en su boca, que no fue posible quitárselo. Desde esa época hasta que llegué a mis 15 años le echaba gotitas de perfume. No valió nada.
Le solicitaba a mi mamá retazos para hacerle vestidos a mis dos muñecas. Ella de vez en cuando les confeccionaba algunos vestidos. Con el transcurrir de los años, poco a poco aprendí a confeccionarles ropa a ambas muñecas. Mi papá nos regaló en otra navidad un armario para que les guardáramos el vestuario y dos camas donde acostarlas (mandó a hacer todo a un carpintero). Poco a poco íbamos teniendo más juguetes y para poder explayarnos nos dejaron un cuarto de la casa para jugar y no hacer regueros.
La época para estos juegos eran las vacaciones, después de ellas todo se guardaba en una caja grande de madera la cual era clavada con una tapa quedando completamente sellada. ¡Qué tristeza sentíamos cuando nos tocaba que recoger y entregar todo, no podíamos dejar absolutamente nada por fuera! Se nos hacía tan lejos cada período de vacaciones a mi hermana y a mí, que eran inútiles los ruegos y los ofrecimientos a mis papás para que nos dejaran jugar con ellos. Siempre nos decían:
—Ahora es tiempo para estudiar y nada de juegos—
Alrededor de mis 8 años hicimos un reinado de belleza de muñecas, mamá nos hizo los vestidos y ganaba la mejor, casi siempre mi hermana peleaba y decía que las que merecían llevar la corona como reina y princesa eran las de ella, entonces intervenía mamá a poner orden: Una reina, una virreina y dos princesas. Por supuesto que los dos muñecos, eran las princesas.
En otras ocasiones hacíamos comitivas en compañía de algunas amiguitas (muy pocas). Mi mamá nos alcahueteaba todo mientras papá no estaba, disponía un lugar en el patio y en ese entonces había un palomar en la casa. Ella mataba una paloma y nos preparaba el caldo.
Mi hermana regaló las suyas cuando llegó a los 15 años, yo esperé regalárselas a alguien que las mereciera, que no las fueran a partir, pero nunca encontré a nadie, todavía las conservo. A veces siento que alguna niña sería feliz con ellas, otras veces siento que son parte de mi alma.

Ethel Saavedra García
Junio. 2008

Que libndo relato,primero porque tiene ese caraacter autobiografico que hace que el lector se acerque más y segundo,porque sacas del baúl recuerdos entrañables que todos tenemos.
En mi infancia,los cowboys era los idolos,mi preciado tesoro eran las cananas con dos respetivos revólvers,réplicas exactas de las armas de esos legendarios personajes,uf me acuerdo que estando enfermo como con diez años,vino el doctor de la familia (por que en esa época los médicos eran de la familia),vino a ver y en el momento que se acerca lle saque de abajo de la frazada el arma,ja terrible resongo se llevo mi mamá:"Como le va a dar a jugar a un niño un arma,esto es una inconciencia gritab practicamente el doc,hasta que le explicaron que eran de juguete,hasta ahoralas conservo.

Me encanto tu historia,gracias por compartirla y revivir estos recuerdos.

Bellisimo relato Ethel, ademas que me traes unos recuerdos imborrables a la memoria...esa infancia tan bella en la que yo al menos jugaba a los soldaditos de plastico, o a los autitos de carrera, jaja, bueno, otros tiempos, mas hermosos digo yo tal vez, donde la inocencia duraba mas años que hoy...que lindo es poder evocar estas cosas y tu con tu texto maravilloso lo logras...bello amiga, sencillez y tu ya a costumbrada agilidad de pluma...y gracias por llevarnos por un momento a ese paseo riquisimo de los recuerdos...

Besos,

Ignacio

Precioso relato,muy singula r y bien hecho.

Gracias, son ustedes muy gentiles conmigo.
Un beso

!!!!!!!!!!!!!precioso¡¡¡

¡¡Muy bonita historia!!
Que lindo recuerdo, gracias por compartirlo.

María

Precioso relato, yo aún conservo mis muñecas, dos,más de eso no tuve, pero son los tesoros más grandes que tengo,junto a todos los recuerdos que ellas guardan.
Y si no faltaron las comiditas de hojas y barro, o la ropa hecha con retazos o medias.
Un tiempo feliz, un tiempo donde aprendimos a querer.
Gracias por este relato, un homenaje a esas cosas, que nos acompañaron a crecer y aprender.


Que las hadas te acompañen

Gracias!!!