Mi primera reacción ante el hecho de lo que parecía ser mi desaparición, fue enmudecer. Todo estaba negro como la penetrante noche. O por lo menos eso parecía, pues de a poco comenzaron a aparecer pequeños destellos de luces.
Por todas partes, bajo mis pies, rodeándome y por sobre mi cabeza. Tantas y todas con distinto brillo y color.
-“ ¿Estrellas?”, pensé en voz alta.No estaba seguro de donde estaba pero definitivamente esas luces eran estrellas. Y entre tantos luceros encontré un grupo conocido.
Ante mis propios ojos , el cinturón de Orión.
-“¿Qué es esto, dónde estoy?, dije en voz alta.
“DURABO” apareció escrito entre el grupo de luces .
En ese instante caí en la cuenta que me encontraba dentro del cubo negro. Ese pequeño cubo me había tragado . Ahora bien, ¿seguía en mi cuarto o estaba en otra parte?
La respuesta no se hizo esperar, Donde se había escrito “Durabo”, aparecieron líneas y letras conformando un inmenso mapa astral. Una complicada de red de referencias que a duras penas pude interpretar. Algunas estrellas parecían diferentes, como si estuviera en otro lugar.
Ante mis ojos, una referencia captó mi atención. “Orión, constelación. Último destino”, al final de toda esa información, las paredes parecían pantallas gigantes de televisión, pero tenían una profundidad inusitada, parecía que el cubo hubiera desaparecido; las mismas interactuaban entre si, porque se podía ver en cualquier dirección. Era como estar parado en medio del espacio, protegido por un… cubo.
-“¿Porqué último destino?, pregunte desconcertado.
“Último Durabo.”, las palabras aparecían en la pantalla frente a mí, mientras en los laterales y atrás se desplegaba información sobre todo lo que parecía ser la dichosa exploración.
-“¿Porqué yo?”, pregunte casi en un susurro
“Eres quién sigue. Eres Durabo”
Ante esta respuesta no pude más que pensar que el anterior a mi no había sido otro que mi padre. ¿Acaso, había estado viajando en esta cosa por el universo?
Por un instante, mi mente se sintió confundida. No había llegado a conocer a mi padre y ahora era el que debía seguir con su legado o trabajo o lo que demonios se tratara. Estaba enojado, triste, afligido, desorientado, tantas emociones encontradas y desparejas que no sabía qué hacer o decir.
Encerrado allí, sin nada alrededor más que un vasto universo de constelaciones, galaxias y planetas. Me deje llevar por mis instintos y pronuncie un pensamiento en voz alta.
-“Tengo hambre”
Las paredes del cubo se fueron dibujando con líneas y parámetros de números que parecían, como supe después, coordenadas de navegación interestelar. La nave por llamarlo de alguna manera, comenzó a tomar velocidad, ya que las estrellas se iban transformando de puntos brillantes a líneas que se prolongaban en el espacio. Había mucho que aprender y con el estomago vacío no se podía. Ahora la duda era donde me estaba llevando.
Las coordenadas se fueron corrigiendo varias veces y el cubo cambiando de rumbo a medida que ello sucedía. ¿Cuánto tiempo había pasado? Era imposible saberlo, todo iba demasiado rápido y, aún así parecía eterno.
Orión había quedado lejos y, no tenía idea de donde estaba. Busque alguna señal en las pantallas, pero estas se apagaron, quedando todo a oscuras.
De la nada como si el cubo hubiera leído mi mente, se fue iluminando y dejó ver lo que había allí afuera. Sólo puedo decir que quede atónito.
Alrededor, se extendía un prado inmenso con árboles en colores plata y oro, tonos rojizos y ocres, como los bosques de mi hogar en pleno otoño. Detrás mío, una mesa. Sobre ella toda clase de manjares y bebidas. Una sola silla, cómoda por cierto y el cubo negro, como aquel que había sostenido entre mis manos, encima del plato.
-“Gracias”, musite, pero como era de esperar, no hubo respuesta.
Estaba solo en esta nueva aventura, así que me dedique a disfrutar de los platos allí servidos. Ni siquiera me detuve a pensar si eran alimentos en buen estado, tal vez porque ya estaba jugado, lejos de cualquier lugar y contacto con el mundo, mi mundo.
Había caviar, algo que siempre había deseado probar, los panecillos de queso, que solía comprar cuando iba a la casa de Enrique. Las Tartas de la tía, cosas que era imposible concebir sabiendo que estaba en ninguna parte.
-“Quiero saber cómo es posible todo esto”, dije mirando al cubo que había dejado a un lado del plato.
Nada.
Toque el cubo pensando que de esa manera lograría alguna respuesta, pero nada. Inerte sobre la mesa, como si no le importara que tuviera tantas dudas. Entonces, pensé que aunque no fuera un ente humano, quizás si pedía las cosas con cierto respeto, funcionaria mejor.
-“Por favor, necesito respuestas, Si he de ser Durabo…”
En ese instante, una brisa otoñal, surgió desde mi izquierda, acariciándome la cara. El cubo que parecía un objeto solido, simplemente se convirtió en polvo, volando con la brisa hacia el cielo mismo. Horrorizado me sentí a la deriva, en medio de ese prado.
Sin embargo, el cubo estaba ahí transparente, invisible a los ojos; pero con sus pantallas activas, pues en ellas comenzó aparecer un texto. Una respuesta a mis preguntas.
“Hace muchas centurias, en este sitio fueron creados objetos con el fin de controlar el
Continuum del espacio tiempo. Pero debían ser utilizados por seres capaces de corregir constantemente las variables del
Continuum. Con habilidad suficiente para poder realizar incluso lo imposible. Entre las razas elegidas la única que pudo lograr semejante control fue la humana. Y entre ellos solo una línea de ADN, cuidadosamente conservada para tal fin. Así nació Durabo, contralor del Continuum.”
Pasmado ante la lectura, solo atine a sentarme en aquel cómodo sillón donde había estado almorzando. Era demasiada información en muy pocas palabras.
Me habían elegido, o peor aún, me habían programado para esto. Generación tras generación custodiando la estabilidad del espacio tiempo en el universo completo. Sonaba demencial. Y sin embargo, en mi mente resonaba la duda de porque mi abuelo no había participado de esto.
-“Pero no todas las generaciones han ocupado este lugar…” dije en voz alta.
La pantalla se borró y en ella apareció escrito “ADN recesivo”. Lo cual, dejaba dos alternativas, o el abuelo no estaba preparado o había logrado escapar a la herencia. Prefería pensar que había sido la segunda opción. Una duda que se dormiría en el tiempo.
Tan abrumado había quedado con todo esto, que entrecerré los ojos sentado en aquel sillón, para pensar mejor y, me quede dormido.
Para cuando desperté, el prado ya no estaba, las pantallas estrelladas ocupaban todo el espacio. Al menos el sillón estaba allí, algo así como un elegante y cómodo puesto de mando. Las estrellas brillaban, expectantes.
Me acomodé en el asiento y casi como una orden simplemente dije, -“Durabo”, las pantallas comenzaron a calcular coordenadas y, el cubo avanzó hacia el
Continuum.