Era una madrugada fría y ventosa como todas las demás, teníamos la orden de entrar en territorio enemigo y atacar. Había llegado por fin la hora de defender a nuestra patria… fusil al hombro mi escuadrón y yo partimos hacía el sur, solo el ruido de las botas y el silbido del viento del Atlántico Sur nos acompañaban.
De a ratos el cielo era sorprendido por las luces infernales de bombas enemigas, estábamos acercándonos al punto acordado.
Nunca en toda mi existencia sentí tanto miedo de morir y aún más de seguir viviendo como en aquel momento.
El capitán al mando dio la orden de alistar nuestras armas pero yo no podía mover mis dedos y esta vez no era por el frío. Nos hallábamos agazapados tras las rocas y yo me encontraba paralizado con mi fusil en las manos, hasta que un golpe en la cabeza me hizo reaccionar. Sin decir palabra mi amigo, el teniente Rodríguez me miró a los ojos y me quitó el arma, la preparó para disparar y la deposito en mis manos otra vez.
A unos cien metros se desató un enfrentamiento con un grupo de asalto que también estaba en nuestra búsqueda. Las ametralladoras y granadas hicieron lo suyo, todos corríamos entre la bruma tratando de acertar al enemigo a como de lugar.
Los gritos de los heridos eran escalofriantes pero no había tiempo para tener miedo ni ayudar demasiado a nadie había que avanzar.
Al poco tiempo, en los cielos se empezó a escuchar un helicóptero acercándose por el Este, venía disparando y la orden de replegarse no tardó en llegar.
Pudimos encaminarnos hacia el lado contrario y refugiarnos con dificultad en las pocas “trincheras” naturales que nos ofrecía el terreno. Todo era miedo, excitación, confusión e incertidumbre pero había que resistir y seguir vivos.
Cuando empezó a clarear pude distinguir a los pocos compañeros que quedaban y una punzada de pánico atacó mi espíritu…
Me aproximé con cuidado a mi capitán para solicitarle permiso para ir en búsqueda del teniente Rodríguez y como era esperado fue denegado. No podía darse el lujo de perder otro hombre, cada uno era vital para la misión que teníamos encomendada y lo entendí... Pero como buen correntino cabezadura que soy lo desobedecí al instante, le pedí al teniente Acosta que me cubriera la retaguardia y salí con la única ilusión de encontrar a mi amigo.
A la hora pude regresar con un balazo de consideración encima y el cuerpo del teniente en mis brazos. Cuando me desplomé a mitad de camino el capitán Hernandez vino corriendo a gritarme… me preguntó si había valido la pena tanta estupidez de hacerme herir por un cadáver…
-Sí mi capitán! Valió la pena! Cuando encontré al teniente Rodríguez, mi amigo, todavía estaba vivo y pudo decirme con sus últimas fuerzas “Estaba seguro que vendrías a buscarme”...
El capitán guardó silencio, su mirada lo decía todo. Cuanto antes ordenó que me llevaran de vuelta al buque de donde hacía unas horas habíamos desembarcado, unos cuantos de nosotros debía volver con informes para la marina.
Pasé días de fiebre y confusión mental pero por suerte al poco tiempo estuve de vuelta en pie. Y solicité con urgencia me llevaran a tierra firme pero nadie quiso escucharme. No podía hacer nada, me estaban mandando de vuelta...
Sentía ansiedad de volver y suma tristeza de abandonar mi lugar en la batalla. Cuando pensé que todo había terminado los radares de un buque enemigo situado a varios kilómetros nos detectó y fuimos atacados por sorpresa. Las alarmas comenzaron a sonar como en una pesadilla, las calderas explotaron, todos corrían a cubierta entre el humo y las llamas.
No teníamos otra salida, había que saltar por la borda... Cuando mi cuerpo tocó el agua helada y se hundió pensé que jamás saldría, que sería prisionero de ese océano para siempre.
Era sentir miles, millones de agujas clavadas en el cuerpo, el frío me impedía moverme para intentar salir a la superficie. Hasta que por fin pude respirar… con la suerte de encontrarme a solo unos metros de uno de los gomones de salvataje.
Nadé como pude hasta acercarme, dos oficiales me subieron a bordo. Pudimos alcanzar a muchos de los nuestros otros tantos no tuvieron esa dicha.
Por primera vez en muchos días por fin teníamos claro quién era nuestro enemigo mortal… el frío. Si nos dormíamos era seguro que moriríamos por congelamiento, hipotermia y fue cuando uno de los marinos con quien tiempo más tarde entablaría una amistad que aún hoy persiste, casi en un susurro comenzó a cantar:
“¡Oíd, mortales, el grito sagrado
libertad, libertad, libertad!
Oíd el ruido de rotas cadenas
ved el trono a la noble igualdad.
Ya su trono dignísimo abrieron
las Provincias Unidas del Sur.
Y los libres del mundo responden:
Al gran Pueblo Argentino, salud...
¡Al gran Pueblo Argentino, salud!
Y los libres del mundo responden:
Al gran Pueblo Argentino, salud...
Y los libres del mundo responden:
¡Al gran Pueblo Argentino, salud!
Sean eternos los laureles
que supimos conseguir,
que supimos conseguir:
coronados de gloria vivamos,
o juremos con gloria morir,
o juremos con gloria morir,
o juremos con gloria morir.”
Nuestros pulmones gritaban con todas sus fuerzas una y otra vez hasta llegar a casa. Como si se tratara de una canción propia del ave fénix que de las cenizas volvía a recobrar vida gritando con orgullo a pesar de la derrota “libertad, libertad, libertad!...". Por cada uno que volvía y más aún por los que se habían quedado para siempre en las islas, por cada argentino que esperaba, por nuestros padres y madres, nuestros abuelos y hermanos, por nuestra escuela donde aprendimos nuestro canto por vez primera, por el barrio, la canchita de la vuelta, los pibes del club… ¿y por qué no? También por nuestros enemigos que al igual que nosotros cumplían ordenes sin saber bien que pasaba…
o juremos con gloria morir,
o juremos con gloria morir,
o juremos con gloria morir.”
OJALA DIOS QUIERA QUE ALGÚN DÍA PODAMOS VER FLAMEAR NUESTRA BANDERA Y PODAMOS REGRESAR A PISAR NUESTRO SUELO. LAS MALVINAS AHORA Y SIEMPRE ARGENTINAS!!!!
EN MEMORIA A TODOS NUESTROS HEROES Y A LOS QUE CUANDO LLEGA EL FRIO SE NOS HACE UN NUDO EN LA CARGANTA, Y SE NOS ACHICA EL CORAZÓN, A LOS QUE COLABORARON EN SU MOMENTO CON ABRIGOS, ALIMENTOS, COCHOLATES Y DEMÁS COSAS QUE NUESTROS CHICOS NUNCA RECIBIERON, A LOS QUE SINTIERON COMO SUS HIJOS A CADA UNO DE ELLOS. GRACIAS!
EMME