El Escritor sin Luz (Cuento)

¿Si supiera que escribir? No tengo nada en la cabeza, se decía frente a su vieja máquina Rémington.
Roberto, vivía de su trabajo de escritor, trabajaba en una revista de interés general y desde hacia varios días carecía de inspiración. Nunca le había sucedido antes y menos aún por tanto tiempo.
Tenía que comer, pagar el alquiler de la pensión y para colmo de males, el dueño de la misma no se caracterizaba por ser un tipo comprensivo.

Era un hombre solitario, en sus cuarenta y dos años nunca pudo compartir su vida con nadie.
Su único amor era la lectura y poder escribir novelas e historias de gente que sacaba de su propia imaginación, nunca trascendió como escritor a pesar de sus intentos. El asumía con mucho esfuerzo el costo de editar sus obras.
Roberto permanecía siempre solo, fuera de la vidriera de la vida, como un simple observador, como quien mira una película y después pretende vivir del comentario, pero sin involucrarse con los personajes. Había pedido a sus padres cuando tenía 18 años y siendo único hijo, tampoco tuvo que compartirlos.

Y allí estaba, frente a la Rémington, con la mirada fija en un papel que continuaba en blanco.
De pronto, alguien golpeó la puerta de la habitación. Tardó un momento en contestar tratando de adivinar quién podía ser, hasta que por fin dijo: ¡Ya va!

— ¿El señor Roberto Ginepro vive aquí? -preguntó del otro lado una voz temerosa y joven.

Roberto se incorporó lento, abrió la puerta apenas para poder ver.
Era un joven, casi un niño, pequeño, de cabellos negros y tez muy blanca que miraba hacia arriba y sostenía en su mano un bastón blanco.

— Yo soy Roberto Ginepro, ¿qué buscas?, por que si es dinero o algo para comer no tengo y tampoco puedo colaborar con ninguna entidad de beneficencia.

— No señor, nada de eso, yo soy un admirador que conoce todas sus novelas y sólo quería conocerlo y pedirle un autógrafo, ¿si no le molesta?

— Bueno, bueno, ¿donde te firmo?

— En este cartón, sin embargo, debo pedirle otro favor si no lo incomodo

— Si, está bien, pero no tengo mucho tiempo así que habla de una vez.

— Quería pedirle, que haga su firma con esta plasticola en el cartón, porque al no poder ver, al menos cuando seque podré al tacto sentirla, ya que me es imposible conocer su rostro.

Roberto se dio cuenta, que no tenia caso seguir con un gesto tan duro en su cara, ante aquel joven ciego.
Sintió por el muchacho, una mezcla de lástima, ternura y rechazo al mismo tiempo. Accedió al pedido, lo invitó a pasar y le ofreció sentarse mientras que dejaba su rúbrica de plasticola en el cartón. Luego, mientras esperaban que endureciera, le preguntó como podía conocer sus novelas siendo ciego, a lo que el joven contestó:

— Me las lee mi hermana Rosa, los fines de semana por las tardes después de almorzar.

— ¿Y cómo elegiste mis novelas?

— Fue pura casualidad, mi hermana me leyó un libro de la biblioteca una tarde lluviosa de invierno. Disfruté tanto, que le pedí que me leyera otros del mismo autor y así fue que me convertí en su seguidor. Disculpe señor mi emoción… me parece increíble estar hablando con Ud.

Roberto no pudo emitir un sonido, se sonrojó, la admiración en aquel muchacho ciego era demasiado para él que no estaba acostumbrado a tantos halagos.

— Bueno, esto está casi seco y yo tengo que seguir con mis tareas.

— Si claro, disculpe señor ya me voy y le agradezco mucho que me haya atendido, cuando le cuente a Rosa no lo va a poder creer.

La puerta se cerró detrás del joven y Roberto se quedó pensando que ni siquiera le había preguntado su nombre.

Al otro día, no dejaba de pensar en la experiencia vivida con ese extraño. ¿Cómo podía ese muchacho ciego construir en su mente las historias que él contaba en sus novelas, si nunca vio colores, rostros, gestos, movimientos de la gente, para asemejarlos a algo visto con anterioridad?
Obsesionado por encontrar la respuesta fue a visitar un asilo de ciegos para leerles sus novelas y encontrar respuestas a sus preguntas.

Luego de un tiempo de concurrir una vez por semana, el éxito de sus novelas era cada vez mayor entre los ciegos, a tal punto que la noticia corrió como reguero de pólvora por otros asilos de la ciudad y luego a otras ciudades del mundo. Sus trabajos tenían cada vez más aceptación.
No había ciego en el mundo que no conociera sus obras. Su fama era enorme y su condición económica había cambiado, no tenia explicación el hecho de que tuviera el éxito que tenia entre ellos.

Un día, después de muchos años, en su casa de las afueras de la ciudad recibió la visita de un hombre llamado Juan quien decía saber era el secreto de su éxito y Roberto lo hizo pasar de inmediato. El misterio después de tanto tiempo por fin estaba por develarse. Cuando estuvieron frente a frente, él le dijo:
— Yo soy Juan, ¿no se acuerda de mí?

Roberto, lo miró en silencio y entonces… él dijo:
— Yo soy aquel muchacho del cartón y la plasticola.

Roberto quedó paralizado, no podía salir de su asombro. Cuando se recompuso, preguntó:
— ¿Qué haces aquí? ¿Cómo sabes de mi preocupación? Tú dices qué tienes la respuesta; pues dime… ¿cuál es el secreto de mi éxito entre los ciegos?

Y Juan respondió:
— Tú, miras el mundo como los ciegos, la oscuridad de tu soledad es la misma que la nuestra, sin embargo puedes contarnos como es la luz y el mundo a los que vemos… con los ojos del alma.

que buen relato, al final el ciego es el propio escritor.
Muy buenooo

Como me gusta pasar por sus letras!!!.No sólo me ofrecen una lectura amena sino tambien reflexiva.
Un escritor que en busca del porque de su exito, descubre que esta en el origen de su soledad, esa que trasmite sin luz, pero que siempre hay alguien que la puede captar.
Felicitaciones.

COMO ME GUSTO ESTE CUENTO, Y A COMO LO ENTIENDO, HABLA DE LA BUSQUEDA DEL ESCRITOR .UNA BUSQUEDA QUE APUNTA QUE VALOR TIENEN SUS LETRAS, O CUAL ES LA ESENCIA DE UN ESCRITOR.
EL LO ENCONTRO EN EL LUGAR MENOS PENSADO.
ME GUSTO MUCHO, Y DA PARA PENSAR

Los mensajes que transmiten los hombres y la intriga de lo que causa en el receptor.
La importancia de la devolución, el aplauso el abucheo, la aceptación o el rechazo.
Los hombres, somos una misma cosa que se llama humanidad.
Tú, eres yo y los dos, somos ellos pero, para que esto ocurra tiene que haber un vínculo y ese vínculo es la comunicación.
Yo escribo porque tú me importas.

Gracias por leer mis escritos.

Un pequeño cambio en tu estilo.
El personaje se te hizo querible y le cuatriplicaste el espacio.
Lo proyectaste en el tiempo porque la historia es buena,
la disfrutaste y se nota porque no hay flaquezas, nada de relleno.

Lo mejor es que las dos lecturas son buenas y están equilibradas.
La lineal, los avatares visibles, lo que creció como el niño,
y la otra, lo que se llama doble lectura, lo que se debe descubrir.

Para mí, es el mundo interior de un escritor (personaje y niño)
y sus lectores, los ciegos. Son ciegos porque no comprenden.
También el niño es ciego, porque el escritor es el primer lector
de su propia obra.

El mensaje es, tengo más para decir de lo que pueden comnprender.

Y esto atañe a los años, que traen sabiduría, a tu crecimiento como
escritor, que sólo poniendo todos tus textos cronológicamente podrías
notar, y a una sensiblilidad que no afloja, que siempre encuentra algo más
y te hace inagotable.

Muy lindo cuento, Ricardo y el tema y el desarrollo del mismo son estupendos. Saludos,
Jose