Frívolo, denso,
incandescente. Posado sobre la mesa: un instante; un segundo grabado en un
papel.
No era muy simple que digamos, costó mucho esfuerzo lograrla, y en sólo un
diminuto fragmento del tiempo podía contar toda una vida.
“Ponte ahí, sonríe, digan whisky, ¡gracias!”. Sí, parece demasiado fácil, pero
hay que estar ahí soportando el radiante flash cegando la mirada, con la
sonrisa disimulada, y el viejo peinado nuevo… ¡Y todo para quedar bien ante los
demás!
Estaba Tan sonriente frente a las luces de aquel día… ¡Que ironía! Me pregunto
donde estarán ahora. Supongo que escondidas en la bolsa de algún criminal
corrupto, adueñándose injustamente de aquella cosa desconocida para muchos de
los mortales, llamada “felicidad”.
Pasa tan rápido todo, es tan efímero…la luz, la imagen, estas palabras. Tarde o
temprano mueren, todos lo saben, excepto el tiempo; cobarde, huyendo sin cesar del
tan ansiado final.
Sí, dirás que soy yo el tipo de la fotografía. Lamento decepcionarte, pero no.
Ese tipo no era yo, no soy yo ahora, y no dudes de que no lo seré el día de
mañana.
Me importa un carajo lo que muchos digan, a mí me basta con mirarlo bien a los
ojos para darme cuenta de que ese tipo me resulta un extraño, actor de una
barata obra teatral que nunca vi.
No exagero al decir que me resultaba extraño. Si no me crees, puedes
comprobarlo tú mismo. Mirarla era contemplar la muerte (o el infinito, quizás);
Un espejo roto, herido; un reflejo perdido en la inmensidad de la historia.
¿A dónde me conducirán esos ojos? Yo no lo sé, y seguramente nadie lo sepa.
Hasta ahora, sólo me ha conducido a la nada, a la falsa ilusión de quien creí
ser.
Es verdad, nunca la busqué…pero siempre la encontré. Esa maldita figura
aparecía en todos los rincones: en la pared, en los postes de luz, en el
viento, en el muro de mis pensamientos… Parecía querer hacerme recordar un
error que cometí.
¿Qué hice mal? ¿En que pude haberme equivocado? ¿Acaso ser yo mismo era un
pecado? Me pregunté mil millones de veces, aún sabiendo lo inútil que era
encontrar una miserable respuesta a esas horas del día.
No pude resistir, ya no quería verla más. Le rogué que se apartara de mi vista;
que dejase quemar mis ojos al sol para no mirarla más. Pero todo lo que dijese
no era más que un cataclismo de palabras desafiladas, en donde cada sílaba de
ellas se reflejaba hacia mí como un renaciente puñal. No existía salida alguna,
viviría cada desgraciado día manipulado, con esa maldita imagen rondando sobre
mi cabeza para toda la eternidad.
Cansado de gritar hacia la nada, cerré los ojos, pero no pude evitar que
escapara de mí una lágrima. Caía densa sobre la figura, lentamente la
desfiguraba…
De repente, un sonido (o un ruido, quizás); la puerta se derrumba
estrepitosamente, sin previo aviso. Al rato, se oye una voz que dice:
- Hijo de puta
Al quinto estallido, el tiempo se detuvo. El silencio se hizo mudo, y la
imagen…era solo eso, una imagen.
Nunca más me volví a ver.