Viernes, 5 de marzo de 2004
Acabo de despertar, me doy la vuelta en la cama y ahí estás tú, mi niña, tan hermosa como siempre. Mirándome con cara divertida, te gusta verme dormir. Retiras de mi cara un mechón de cabello alborotado, acaricias mi rostro todavía adormilado, dibujas el contorno de mis labios con tus dedos, te acercas y me besas.
Nuestros labios se rozan, se tocan, se miman y se quieren. Nuestras lenguas se buscan y se juegan, en un enredo de pasiones se pierden. Me sujetas las manos mientras me besas y al oído me susurras que ahora ya soy tuya, y yo te digo que tuya soy y seré hasta que tú quieras que lo deje de ser.
A horcajadas te sientas en mi abdomen, me miras y te ríes, sabes lo que quieres hacer. Acaricias mis manos presas, mis dedos que te aclaman. Acaricias mis brazos dibujando un zigzag. Alcanzas mi cuello, para después llegar a mis senos. En ellos te entretienes teniéndome a tu merced. Me agitas, me estremeces, me sabes enloquecer.
¡¡¡¡¡¡PROXIMA PARADA ATOCHA RENFE!!!!!!
¡No puede ser! ¡Me he dormido! Qué vergüenza… Por favor, que ELLA no esté hoy.
Abro los ojos despacio, con toda la vergüenza que puede caber dentro de mi persona. Miro y ELLA está sentada frente a mí, tan cerca que casi la oigo respirar. Me mira con cara divertida, me sonríe con picardía.
El tren se detiene. Y yo recuerdo mi sueño, me acaloro, me sonrojo, mi rostro se convierte en una llamarada de fuego.
Me espera, salimos del vagón, me mira una y otra vez. Se echa a reír, ¿habrá adivinado el porqué de mi rubor? Sigue riendo, y yo, que ya no puedo más también me río de mi propio rubor. Nos reímos hasta hartar, hasta ya no poder más. De nuevo me sonríe, esa sonrisa que me vuelve loca.
Caminamos hasta las escaleras, la gente se interpone. Se gira, me mira, me sonríe, y entre el gentío de nuevo la vuelvo a perder.