TUS QUINCE MINUTOS DE ORO
En mi opinión, no tiene una vida PLENAMENTE COMPLETA quien no se dedica una cierta cantidad de tiempo diariamente a sí mismo –en exclusiva- para el placer y sin cargo de conciencia, para atenderse, para conocerse, para hacer lo que realmente quiera hacer.
Siempre se puede encontrar un poco de tiempo. Lo afirmo porque la queja que más se repite ante este planteamiento es “no tengo tiempo”. SÍ hay tiempo, SÍ tienes tiempo, aunque tal vez mal distribuido. Incluso lo tienen quienes pretendan utilizar otras excusas del estilo de “tengo que atender a mis hijos y la casa”, “es que trabajo mucho y cuando paro sólo pienso en dormir”, “ya quisiera yo tener un poco de tiempo libre…”, etc.
Yo creo que es sólo cuestión de tener VERDADERAS GANAS y ORGANIZACIÓN. Los que no están en pareja parece que lo tienen más fácil. Los que están en pareja pueden comunicar que necesitan ese tiempo y que se lo van a tomar, incluso se le puede recomendar que haga lo mismo. Quienes tienen hijos pueden dejar al otro conyugue al cargo de ellos durante quince minutos –como mínimo-. Los que están muy ocupados pueden despertarse quince minutos antes.
Necesitamos un tiempo para disfrutar de un Paraíso Personal que podemos construir con la imaginación, o para escuchar la música que nos gusta o leer ese libro al que le tenemos tantas ganas; otros podrán pintar, hacer manualidades, mirar al infinito sin esperar nada de él, pensar o no pensar, escribir, pasearse por su pasado o visitar imaginariamente a los seres queridos lejanos. O fantasear. O hacer planes a corto, medio y largo plazo. O reflexionar acerca de sus inquietudes más importantes y enfrentarse a las grandes preguntas.
Contactar con uno mismo, con el Ser Esencial que uno es, con su propia intimidad, y moverse por el mundo secreto de su interior y de su mente es una tarea ineludible, es el único modo de conocerse de verdad, más allá de saber distinguir la imagen que ve en el espejo cuando se mira.
Sólo uno mismo puede acceder y contactar con él mismo. Es una tarea personal e intransferible. Si uno se va a pasar toda su vida consigo… ¿qué menos que conocerse lo mejor posible?, ¿qué menos que mantener una relación impecable?, ¿qué menos que cuidarse?
En ese tiempo de silencio externo, de ruidos ajenos, de ausencia de otras personas, uno puede aprovechar para ahondar en la relación consigo mismo y en el auto-conocimiento; uno puede dedicarse a hermanarse consigo mismo, a descubrir con honestidad esas cosas personales que no le gustan y a hacer proyectos para modificarlas.
El tiempo de vida que dedicamos a lo cotidiano, al trabajo, a aquellas cosas que hacemos de un modo rutinario y sin atención, es un tiempo en el que no estamos conscientes de nosotros mismos –salvo cuando surge un inconveniente que despierta nuestra rabia-; es como un tiempo ajeno que vive otra persona porque no está presente la conciencia de eso que llamamos “Yo” ni está presente la realidad rotunda del “Aquí y Ahora”.
Esos quince minutos de oro –como mínimo- pueden ser también un tiempo de reconexión, de placer y disfrute, de descanso y evasión de lo cotidiano, de no hacer nada, o de algo especial que nos saque de la rutina. Cada uno puede destinarlos a lo que quiera porque son suyos SUS QUINCE MINUTOS DE ORO.
Si esos quince minutos –como mínimo- no los queremos llenar con distracciones los podemos llenar con cosas constructivas –estudios, autoconocimiento y Desarrollo Personal, etc.-, o podemos dedicarlos a sentirnos, cerrar los ojos y notar cada una de las partes de nuestro cuerpo mientras decimos “Soy yo, estoy aquí y ahora”. Ese “Soy yo”, que parece que se refiere sólo al cuerpo, lo asumirá como propio el Ser y nos llevará hasta nuestro interior, donde tomaremos conciencia y consciencia de quién somos cuando no estamos actuando como personaje.
Es un tiempo de espiritualidad o de evasión o de vacío o de puro placer. Lo importante es que sea un tiempo en exclusiva para sí mismo.
Lo importante es que uno se conceda algo a lo que tiene derecho.
Lo importante es que uno se viva, también, a sí mismo.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales