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 ESCENAS BOHEMIAS DE CORDOBA - NOVELA (segunda entrega)

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AutorMensaje
Alejandra Correas Vázquez
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Alejandra Correas Vázquez


Cantidad de envíos : 718
Fecha de inscripción : 07/10/2015

ESCENAS BOHEMIAS DE CORDOBA - NOVELA  (segunda entrega) Empty
MensajeTema: ESCENAS BOHEMIAS DE CORDOBA - NOVELA (segunda entrega)   ESCENAS BOHEMIAS DE CORDOBA - NOVELA  (segunda entrega) Icon_minitimeMar Sep 29, 2020 12:32 pm

ESCENAS  BOHEMIAS  DE  CÓRDOBA
..................................................
NOVELA
...........

por  Alejandra  Correas  Vázquez
..............................................


2— CAMINANTES
..........................


Alrededor nuestro la ciudad extendíase invadida por la modernidad. El asfalto ocupaba el escenario de los antiguos adoquines, y las calles, aquellas mismas calles de nuestra infancia pasivas y serenas, lucían ahora el frenesí de su tráfico. La agresión de los motores. El tumulto humano. Y el deambular de juventudes solitarias como la nuestra.  

Mi pensamiento se alejó del lugar adonde estábamos y me retrotrajo a Miguel, dos años antes. Lo veía pintando frente a un panel cubierto por un color violado, donde él iba colocando algunas figuras, que parecían danzar en un remolino de vida. Era él mismo quien danzaba allí. Y cuando esa música finalizó, quedaría asombrado ante el rostro entusiasta de sus espectadores.

El mural cautivaba por el encanto de su diseño, la seguridad del trazo, la gracia del color con empaste, y unas líneas espiraladas y ágiles girando sobre el propio centro. Miguel comprendió entonces su circunstancia de danzarín, la estela donde estaba ahora colocado, y su imposibilidad de regreso hacia el seno rutinario e indolente desde donde había partido.

El fue considerado desde entonces un artista plástico con imágenes propias. Aquel panel construido con júbilo lo puso frente a su ciudad natal, y tuvo que dialogar con sus habitantes. Pero no estaba preparado en su interior para ello.

¡Un reclamo me hizo regresar de inmediato al lugar! Salí de mis pensamientos debido a una sorpresa. En la vereda opuesta reconocí a un viejo rostro, un anciano ya, un antiguo conductor de tranvías ¿Qué haría allí? ¿Qué haría en aquella calle? ¿Qué haría en ese anochecer? ¿Me reconocería? ¿Podría adivinar en mí a la pequeña escolar de delantal blanco, a quien él llevaba todas las mañanas hacia la Colegio Normal Carbó?

Los niños nos colocábamos en la parte delantera del vehículo, bajo su mirada. Nuestros padres nos recomendaban con él, y allí permanecíamos en su custodia. El tranvía se deslizaba a toda velocidad hacia el centro de la ciudad, y una sensación de aventura y arrojo atraía a las criaturas apiñadas a su lado ...quienes gritábamos en delirio eufórico... ¡¡¡Viva!!!  

El tráfico se abría en abanico como un hechizo mágico, para abrirle paso, y ante nuestros ojos deslumbrados el tranvía avanzaba a toda máquina en su raudo camino, desde la parte alta de la ciudad hacia la baja. Dueño de toda la calle....  ¡Como un Rey!

—“¡Viviana! ¡Viviana! ... ¿Estás conmigo, o no?”— me gritó Miguel con voz muy timbrada

—“¿Cómo? ... ¿Qué dices?”— respondíle sorprendida,

—“Disculpa ¿En quién pensabas?”

—“...Ohh....— me expresé yo como retornando de un sueño muy dulce —Pensaba en un hombre, en un personaje que no he olvidado”— dije sonriendo para mis adentros, pero ninguna maldad anidaba en mi interior

Conocía a Miguel. El nunca podía admitir dejar de ser el centro de atención. Luego sonreí con mi boca, con mi ser, intenté transmitirle esa confianza que él buscara en su regreso a mí, y tomándole del brazo le sugerí:

—“Vamos a la “Cantina Azul”, allí están todos los amigos”

Debí repetirlo varias veces. Miguel avanzó indeciso algunos pasos. Después se resistió prefiriendo quedarse allí, en el lugar adonde estábamos, en esa esquina frente al Correo. Y al final me encaminé sola hacia el sitio señalado.

El quedaba atrás mío. Con su figura elevada y fina recortada contra un fondo de anuncios luminosos, en la espesura de la noche sobre la calle cordobesa, a esa hora de inicio por caminata noctámbula. Un tumulto de gentes envolvía el escenario. Pero él estaba allí, ausente, aislado, con su juventud y sus ojos brillantes. Su corbata roja y los cabellos sueltos, algunos adheridos a la frente, pegados al rostro afilado, inmóviles, fijos, sin una ráfaga que los conmoviere.

En nuestra ciudad. En el centro. En el foso. Estaba aquel joven. Muy solo.

Córdoba y sus dos universos. La noche y el día. Para nosotros los jóvenes bohemios, comenzaba ahora en el horario nocturno, la vida societaria. Entre luces de estrellas celestes y terrestres. Para otros concluía, regresaban a sus hogares.

El aire se hallaba espeso, inmóvil también. No había brisa, ni arena, ni hojas, ni rocío. El tráfico que aturdía fue desapareciendo, y el centro quedó por fin libre de sus motores. Silencio. Nuestra ciudad natal. Sin vientos. Sin sequía. Con su invasión de fábricas, obreros y estudiantes.

Pero nosotros solos, jóvenes, frenéticos y doloridos. Con la poesía como esencia. Con la rebeldía. Con nuestro desencuentro generacional frente a los mayores... Y yo me fui lentamente, me alejé por mi sendero entre las luces de mercurio.

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Iba tranquila meditando, por caminata noctámbula, y de pronto un estampido

...¡Una Bomba!...

Un estruendo ensordecedor convulsionó mi escenario, cayendo como lluvia a la vereda, vidrios y ladrillos.

¡Córdoba la Docta! ... Doliente… Dramatizada.... Década del 70.

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