FABULAS DE LOS ESTUDIANTES
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NOVELA
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por Alejandra Correas Vázquez
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FÁBULA VEINTIOCHO
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BARCOS DE PAPEL
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Noviembre continuó con su tormenta, para disgusto de todos los estudiantes que en ese mes finalizan —empapados— el ciclo escolar. Pero aquella lluvia continua era al mismo tiempo la felicidad de Marina, con sus barcos de papel de diario.
Ahora eran tres las manos que los confeccionaban. Luz y Marina juntas, pero también Ramiro. Su capacidad innata hacía que aquellos barquichuelos tuviesen velamen, ventanas, puertas y salvavidas. Eran, como propio de él, armoniosas creaciones hechas de papel, en lugar de tuercas.
—“No cabe duda”— le dijo Luz —“Que tu padre tiene razón. Serías un brillante ingeniero”
—“¡No quiero oír el tema familiar! ¿Es que no puedo ser diferente, acaso? ...alguien más sencillo”— protestó él
—“¿Qué tema prefieres?”
—“En todo caso ...el de Andrea... que también es complejo. Pero ambos te debemos la mejoría en nuestras relaciones. No sé si fue el hecho de haberte encontrado conmigo en el taller, dándole celos. O que la acompañas a ver exposiciones de pintura que tanto le gustan a ella. Pero el caso es que has resultado una buena Hada del amor”— díjole Ramiro
En aquel momento un trueno estremeció la tarde. Marina ocultó su cabeza en la falda de Luz. La mucama Micaela le trajo un abrigo para evitar que la criatura se resfriase.
—“Nenita mía”— le dijo la chica acariciándole la cabeza
—“Luz, te aseguro que no tengo miedo a cualquier cambio de dirección”— continuó Ramiro —“Yo juego con las manos en mis tuercas, motonetas y engranajes. Por ahora estoy tranquilo, pero no sé lo que pasará en los años venideros. Las voces dicen ...La Humanidad es nuestra, traemos la Divinidad del Hombre... muy bien les respondo, háganlo, no me opongo, pero yo seguiré con mis manos diseñando mecanismos. Mira, este barquito tiene ahora dos velas y navegará más rápido”— expresó contento
—“¿Te parece muy sencillo ese pensamiento?”
—“El mío sí... No el de los otros”
—“¿Qué más te dicen los otros? ¿Y quienes son?”
—“Clientes o compañeros de estudio que me extrañan en la universidad y vienen a verme de continuo” —concretó Ramiro —“Se hallan divididos en dos alas”
Luz quería mucho a Ramiro, pero no siempre estaba de acuerdo con él, pues lo veía muy complejo y nada sencillo, como él pretendía ser. El muchacho después de un silencio volvió a su monólogo.
—“Luego continúan diciéndome ...Te comportas como nuestro enemigo porque te cobijas bajo la carpa que nos combate... ¿Pero cuál carpa de combate? les pregunto. Entonces me levanto de la silla donde trabajo con mis manos, se las muestro llenas de aceite de motor y les insisto que soy un operario libre. Admito solamente dialogar. Yo no estoy dispuesto a dar la espalda a las leyes de mi padre, para caer en las leyes de otros”
—“¡Eso me gusta!”— aplaudió Luz —“Es una escena brillante”
—“Cierto. Pero ambos grupos se combaten entre sí y vienen a verme por separado ¿Por qué? ¿Realmente por una idea? ¿O porque son dos colosos?”
—“Creo que sería muy aburrida una humanidad toda igual, uniforme, monótona”— expresó ella muy convencida
—“Es posible. Pero entonces volverán a decirme, si es que la historia les resulta favorable a quien le toque: ¡Entrégate, hemos vencido! Los ángeles relucían sus trompetas el día de nuestra victoria ...Indudablemente... El gran Progenitor puede ponerse ahora una corona roja, la imagen de las barbas de Marx colgará en el extremo de un altar, y los templos que la humanidad siempre ha erigido para postrarse en adoración, cambiarán de rótulos”
—“Todo es posible”— admitió Luz
—“¿Pero si ocurre lo contrario? Será entonces la corona blanca la reinante ¿Y por qué no la Doble-Corona de Egipto, la blanca y roja juntas como en tiempo de los Faraones? Así me gusta más, pues ya no hay monotonía ni uniformidad”— concluyó Ramiro
Luz lo miraba con serenidad y una sonrisa. El creyó que ella no había tomado en serio su manifestación de dudas. Luego le dijo:
—“No ironizo. Soy realista. Constructores fueron todos los que encabezaron las religiones de la tierra. Dentro de algunos siglos los manuscritos dirán que este nuevo constructor, hoy triunfante, nació de una virgen”
—“¡Ya exageras mucho Ramiro!”— quejóse ella
—“Para nada. Hoy o mañana puedo responderles: Soy vuestro, ofrezco cuanto poseo. No me opongo. Aborrezco la tragedia y no encendí las piras de ninguna represión. Practico mi profesión. Aquí está. Compongo motos y motonetas. Construyo barquitos hechos con papel de diario para los niños en los días de lluvia ¿Crees que me rechazarán? ¿Qué harías si te erigieran en juez?”
—“Tarea difícil para mí. Si participara de un combate no sabría comprender las necesidades de la paz. Al contrario, si practicase la paz, me incomodaría todo lo combatiente. Tendría que elegir uno solo de los rincones y no lo acepto"
—“¡Precisamente eso es ser juez! ...La imparcialidad... ¡Te felicito Luz!”
Marina en la falda de Luz habíase quedado dormida. Ella se levantó llevando en brazos a la criatura. Se fue alejando por el pasillo, entró en el dormitorio de la nena y encendió el velador colocado sobre la cómoda. La chiquita quedó recostada sobre un acolchado de lana de oveja.
El velador daba una penumbra homogénea a toda la habitación. Era una muñeca de cristal celeste con una cabecita de porcelana. Un pollerón largo ocultaba la bombilla en su interior, que dejaba escapar los rayos de luz por los orificios del cristal, con formas de flores caladas que adornaban su vestimenta. En la semiluz esa muñeca velador parecía una presencia misteriosa.
—“Es el Hada de Marina”— pensaba Luz
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