franckpalaciosgrimaldo Escritor activo
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| Tema: El periodista: el crimen en Catalina del mar parte 3 Miér Ene 09, 2019 12:32 am | |
| En otro lugar. Eduardo llega a la municipalidad, se estaciona en la parte trasera y se dirige a la entrada. Ahí en recepción se presenta con su carnet de prensa. — Estoy escribiendo una historia sobre el puerto…, me gustaría ver algunos registros históricos, fotografías. ¿Cree que pueda facilitarme esa información? — pregunta. — Sí, claro… — responde la señora en la recepción. — deje su identificación, tome un pase y vaya al segundo piso, hay una habitación al fondo, una puerta alta, ahí encontra la historia de la ciudad, y varios registros. — Gracias, — dice dejando su identificación y cogiendo un pase de visita. — ¿puedo sacar copias verdad? — pregunta. — Si, hay una fotocopiadora ahí y una encargada que le ayudara. — Muchas gracias. El periodista sube rápidamente y se dirige a la habitación al fondo del segundo piso donde lo envió la recepcionista. Un guardia en la puerta le da la bienvenida, no había mucha gente en el lugar. Al entrar solo vio a la encargada en un escritorio y unas cuantas personas revisando algunos libros. La habitación era una especie de biblioteca pequeña con la historia del lugar, había libros y registros fotográficos en los muros y varios estantes y anaqueles. Eduardo se acercó a la encargada, una joven que lo recibe con una sonrisa. — Buenos días, señorita. Estsoy buscando información, registros fotográficos del puerto, un poco de su historia para, valga la redundancia, una historia que estoy escribiendo — enseña su carnet de prensa. — Ah…, es periodista. No veo muchos de ustedes por aquí… — responde. — Sí, estamos en extinción. — sonríen. — ¿cree que pueda ayudarme? — ¿Busca algo ene especial? — pregunta la joven poniéndose de pie. — La verdad… si, fotografías o registros audiovisuales del puerto, no importa que fecha que sean del puerto. La señorita camina rumbo a unos anaqueles en el fondo de la enorme habitación. — Vera… hay un álbum por aquí con fotografías de la inauguración hace unos 50 años… y de ahí varias más de eventos que tienen lugar ahí, como sabe la virgen patrona Catalina del Mar cada año se le celebra su día, hay fotos de esos eventos… — dice buscando entre los libros. — Justo eso me interesa…, imágenes de la historia. — revisa también el algunos anaqueles. Mientras la joven busca por su parte Eduardo se dirige a la pared de atrás donde cuadros con imágenes de la ciudad, algunos de ellos del muelle, el puerto, la estación pesquera. Se pudo a ver detalladamente, buscando aquel bote con el 28. Aún tenía la esperanza de encontrar algo respecto a aquel bote de la fotografía. Hasta ahora las pistas se dispersaban cada una por su lado. Necesitaba algo que las conecte y poder rastrearlas. — ¡Señor!... — dice la joven llamándolo. — Tengo el libro… Rápidamente Eduardo se acerca y lo toma. — Aquí hay varios registros fotográficos, desde la inauguración en 1976, hasta… el 90, más o menos… hay otro, pero no logro hallarlo, seguiré buscando. — Muchas gracias, revisaré, estaré por aquí. — Hay unas mesas ahí… — dice la joven. Eduardo Toma asiento y comienza a analizar el libro. Se trataba de un material histórico creado por la municipalidad en el cual se contaba un poco de la historia del puerto, sus fundadores y como se convirtió poco a poco en uno de los más importantes de catalina. A través de varias imágenes se podía ver cómo iba creciendo. Las fotografías mostraban la evolución del lugar, como un pequeño grupo de pescadores convirtieron un pequeño lugar de pesca y comercio en un terminal pesquero enorme. Había varias fotografías, se notaban varios botes, barcos y pescadores, pero no encontraba aquel bote. Mientras avanzan entre las páginas del enorme libro seguía viendo fotografías de los pescadores que hicieron posible la construcción, antiguos presidentes, alcaldes y comerciantes que aportaron con dinero y trabajo. Finalmente cerca de las últimas páginas se hacía referencia a la familia Santana, había fotos de ellos, de sus barcos y del muelle en aquellos años, cerca del año 86 comenzaron a crecer como una familia referente y emprenderos. Había una serie de imágenes del muelle, de la estación donde estaban sus barcos y botes, pero no había nada de aquel bote número 28. Aunque algo llamó la atención del periodista. “Fotografía: Ricardo Rivera” En la mayoría de las imágenes aparecía ese nombre, era el fotógrafo que había tomado casi todas las fotos del libro. Eduardo pensó que quizá podría conservar más imágenes que no colocó ahí, los fotógrafos suelen conservar imágenes como recuerdo de sus trabajos, álbumes personales. La señorita se acerca. — No encontré el siguiente libro…, seguro alguien debió sacarlo. — No, no importa…, — dice el periodista, poniéndose de pie — una consulta, ¿Quién es Ricardo Rivera — dice señalando el nombre en el libro bajo una imagen. — El señor Rivera era el fotógrafo que se le encargaba documentar casi todos los eventos en Del Mar. Estos libros fueron su último trabajo, falleció hace un año. — No me diga eso… ¡es terrible! — dice tomando asiento. — ya era bastante mayor… — ¿Tenía hijos? ¿Esposa? — pregunta. — ¿alguien con quien pueda conectar? — pregunta. — Si, tenía hijas, pero no viven en la ciudad. Su viuda sí. — Me gustaría hablar con ella, quizá tenga algunas imágenes inéditas… — Sí, claro. Esa información se la darán en recepción. — le explica. — Muchas gracias, — dice sonriendo. Rápidamente baja a recepción a solicitar la información que necesitaba. Rápidamente se dirigió a Cetar un distrito a una hora de ahí cerca a la costa donde vivía Ricardo Rivera y ahora vive su viuda. Celestina de Rivera. No fue difícil encontrar la casa, una bonita casa cerca al mar. Estacionó y se dirigió a la casa, tocó unas veces y lo revió una joven. — ¿Buenos días? — Saluda Eduardo. — ¿La señora celestina? — Si, ella vive aquí… ¿de parte? — contesta la joven. — Soy Eduardo Jiménez, periodista de El Nacional. Vive por que quería hacerle unas preguntas sobre su esposo, era el fotógrafo de la municipalidad… — La señora celestina esta en cama…, le preguntaré si puede pasar, yo soy su enfermera. — Entiendo, espero. Unos minutos más tarde la enfermera regresa y lo invita a pasar. Esta vez lo conducen hasta la alcoba donde estaba la viuda, estaba en cama, era una mujer ya bastante anciana y estaba algo mal de salud. — Buenos días, señora celestina… — saluda el periodista. — Mucho gusto, — dice con lentitud —, disculpe que… no pueda recibirlo como se debe, he tenido algunos problemas de salid estos días…, tome asiento — lo invita a sentarse en una silla que trajo la enfermera. — Gracias, — dice agradeciendo y tomando asiento —, no se preocupe señora, disculpe que la interrumpa, es solo que hago una investigación y el trabajo de su esposo podría ser de mucha ayuda. No es mi intención perturbarla… — No se preocupe… ¿Qué es lo que está investigando? — pregunta la debilitada señora. —…Pues, — dice buscando en su mochila la fotografía que le dio Felipe —…, esto — dice mostrándole la fotografía a la señora quien la toma con lentitud. — Si... a él le gustaba fotografiar el mar, el muelle…, esta no es de él. — dice la señora. — Así es, esa la tomaron en un evento en el muelle hace más de 25 años…, pero el debió tomar muchísimas en aquellos tiempos, algunas que no salieron en los periódicos y en los libros de la municipalidad. — Así es…, era un apasionado del mar…, pero le daba miedo subirse a los barcos, ¿no era gracioso? — sonríe la mujer. — Si,… él debió tener algún álbum de fotos, o algo así donde tenga fotos que haya tomado en el muelle… — Él tenía muchos álbumes…, su pasatiempo era la fotografía. Cuando falleció mis hijas guardaron sus cosas en el almacén, en el segundo piso, al fondo…, yo me quede con algunas aquí…, — señala las paredes donde estaban los cuadros —…, pero la mayoría de sus fotos del trabajo y del mar, la playa… deben estar en esas cajas…, tendrás que buscarlas arriba. — Si no hay problema…, me gustaría revisarlas. — dice Eduardo. — Adelante…, adelante, si es para tu trabajo y mi esposo puede ayudar eso lo haría feliz en el cielo…, ve hijo. Solo deja todo como estaba. — Gracias, señora. — dice sonriendo y agradeciendo. La enfermera lo guía hasta el segundo piso y al cuarto donde habían guardado varias cajas y algunos muebles que ya no se utilizaban. La viuda le dijo que si necesitaba algo le avisara a la enfermera o viniera a hablar con ella. Rápido abrió algunas cajas, había varios álbumes, algunas camas viejas y rollos. Muchos de los álbumes tenían fotografías familiares, otros contenían imágenes de viajes, fotografías antiguas y algunas más actuales de varios tamaños, iba a ser un trabajo que tomaría tiempo. Eran varias cajas y muchas fotografías. Por otro lado, en el mar. Un padre y su hijo intentan pescar unos peces. — ¡Dale, tira con fuerza, hijo! — decía el padre mientras su hijo había atrapado un pez que le daba lucha. — ¡Si, si, ya lo tengo! — gritaba el niño. — ¡Enrolla, rápido, vamos! ¡Ya está, si, si si! — El pequeño logra sacar del agua al pez. —¡¡¡Bien!!! — exclama el niño. — ¡Fantástico!, — dice el padre orgulloso —… Eres un gran pescador, hijo… — Mira papá, es enorme…, pensé que no iba a atrapar uno… tú ya llevabas como 3… — Si, pero no tan grandes como ese… wow… — dice el papá colocando el pez en una cubeta. — ¿regresamos a cocinarlos? — pregunta el pequeño. — Si…, ya va siendo hora de almorzar… — comienza a encender el motor —, ¿sabes cocinar, hijo? — pregunta sonriendo el hombre. El pequeño sonríe. Ambos regresan al muelle. Descargan lo que pescaron y las cosas que llevaron. — ¿dejaras el bote aquí papá? — pregunta el niño. — Si, este muelle es muy seguro…, y esta encadenado, aparte si queremos salir más tarde no tendremos que descargarlo de la camioneta… — Ya veo. Te ayudo. — Si, lleva la nevera, espérame en la entrada…, tengo que taparlo bien. Algunos minutos más tarde ambos caminan de regreso a casa, la cual no estaba muy lejos del muelle de playa Luzmila. — ¿es verdad que has tenido las mejores calificaciones en el colegio este mes? — pregunta el papá. —Si…, mamá me dijo que si mantengo esas calificaciones me llevara de vacaciones. — Que bueno, trata de mantenerlas así, — dice abrazándolo — tengo que pensar en cómo premiarte también. ¿Qué te gustaría? — pregunta. — Hmmm…, no lo sé. ¿Qué vayas de vacaciones con mamá y conmigo? — pregunta. — Eso… va a ser difícil, sabes que tu mami y yo… — Si, lo sé. Me explicó eso… pero me gustaría que vayamos los tres. — Que tal esto… vas con mamá, y luego yo te llevo a otras vacaciones… tendrías dos. — sonríe. El niño ríe. — Me gusta venir a visitarte papá, me gusta el mar…— dice el niño. — A mí me encanta que vengas hijo, — sonríe —… y el mar está en tu sangre, tu abuelo y su abuelo, yo… todos hemos estado siempre ligados al mar…, la pesca. — ¿te gusta trabajar en el mar, papá? — pregunta el pequeño. — Si, me encanta. No hay nada mejor que estar en el mar y lanzar las redes, ir las olas, los amigos…, algún día que estés más grande vamos a ir a altamar y te enseñare a pescar como los grandes. — ¿Crees que también yo sea pescador algún día? — pregunta. — Si así lo deseas…, pero hoy demostraste que eres un gran pescador. — SI, es enorme, no sé si lo poder terminar. —sonríe. — Eso tiene solución. — le guiña el ojo. Ambos continúan su camino, el padre rodeando su niño con su brazo disfrutando de ese momento junto. Más tarde ese día. El jefe del periódico llama a Eduardo. — Contesta… — Hola…, — responde el periodista aun revisando las imágenes en casa de la viuda. — ¿Qué pasó? Estoy algo ocupado, Jefe. — Susa se enteró de donde estas, amigo. — le comenta. — ¡¿Qué?! — dice sorprendido. — ¿Cómo pudo enterarse? Pensé que solo lo sabíamos nosotros… — Si, pero la busque esta mañana para entregarle unos papeles que necesitaba y no la encontré, la llame unas veces y cuando me respondió me dijo con toda la “frescura” del mundo: “Estoy yendo a hablar con Eduardo”. — ¿Pero cómo pudo saber que estoy aquí? — pregunta mientras revisa algunas imágenes separándolas una a una. — Solo se me ocurre que mi queridísima secretaria haya hablado…, no sabía que eran amigas, lo siento Eduardo, ya sabes que ella es muy persuasiva y tiene sus herramientas. — No se preocupe, este lugar es muy grande. Ya no importa. — Una cosa más, no encontré material audiovisual o imágenes de Catalina del Mar, al menos nada que pueda servir, unos colegas allá me dijeron que podrías ir a la municipalidad. — ya me adelanté, estuve ahí. — ¿Encontraste algo útil? — pregunta. — Si, el fotógrafo que a lo largo de casi 30 años fotografío el lugar, era algo así como el fotógrafo oficial de Catalina del Mar. — Genial… ¿lo encontraste? — pregunta. — Esta muerto. Pero estoy en su casa, su esposa me dejó revisar sus fotografías, hay muchas del muelle, la playa, era un amante del mar. Seguiré buscando. Por Susan no te preocupes, ¿sí? ahorita me preocupa más el caso. — Ok. Sigue trabajando. Mantenme informado, leí tu introducción, está muy interesante. Cortan. Eduardo continuó buscando y separando las fotografías algunos minutos más. Había muchísimas fotos bellas de la playa, del atardecer, se podía apreciar que era un gran fotógrafo. Eduardo estaba ya en la segunda caja de fotografías, ahí encuentra un sobre, al abrirlo se topa con unas fotos que llaman su atención. Aquella imagen pertenecía a una serie de fotos tomadas en un mismo momento. En ellas se veía a una familia, un papá, una mamá y dos niñitas alistándose en el muelle para partir en un paseo en bote; en otra imagen se les veía ya en el bote sentados saludando a la cámara; en la siguiente estaban en pleno mar, se veía en el mar y los barcos alrededor, finalmente una llegando al muelle de regreso y la última estaban de regreso al muelle posando juntos frente a los botes, ahí en las dos últimas estaba lo que llamó la atención de Eduardo. En aquella última foto se veía a un hombre joven de unos 25 o 26 años en el bote número 28 a un lado del bote donde estaba la familia con unas redes. — Te tengo… — dice el periodista sonriendo. En la anterior se notaba parte de su cara con mayor claridad. Las fotografías eran viejas, tras el sobre ponía la fecha 23 de noviembre de 1990. Casi un año antes del crimen. “Paseo de la familia Salazar, muelle Luzmila a playa piedritas 1990”, ponía en el sobre. Eduardo no podía creerlo, era el mismo bote y los rasgos del Joven coincidían con la imagen que le había dado Don Depile. — Te tengo…, te tengo… — repetía sonriendo. El muelle Luzmila era uno de los muelles destinados al turismo, estaba un poco alejado del puerto. Normalmente utilizado por las personas para salir a pasear por la costa, verlas playas, el faro, la isla de los lobos marinos y el mirador. Eduardo rápidamente continuó buscando en la caja algunas imágenes más, pero no halló nada, así que ordenó todo y regresó abajo con la viuda. — ¿Encontró algo? — pregunta la viuda. — Si…, — el periodista se acerca y saca las fotografías y se las muestra — ¿sabrá quién es este joven de aquí? — señala al pescador en el bote. La señora trata de coger sus lentes, Eduardo se los alcanza y esta mira la foto algunos segundos. —… Esta familia si se quiénes son…, solían Vivir en Luzmila, no sé si sigan ahí…, no recogieron las fotos…, pero este chico no me parece conocido… — ¿Ese muelle de Luzmila esta algo alejado del Puerto de Del Mar? — No tanto…, ese muelle queda en playa Luzmila, en el mismo distrito de Cailas, a unos 20 0 30 minutos del puerto…, iba ahí con mi esposo es un muelle muy lindo. —Ok… ¿cree que pueda llevarme estas imágenes? Prometo devolverlas. — dice el periodista. La señora no tuvo problemas en que el periodista tomara el sobre con las fotografías, estaba contenta con que se fueran útil, y todo indicaba que así sería. Eduardo se dirigió a su auto e hizo una llamada antes de partir, rápidamente se dirigió rumbo a la comandancia de policía de Del Mar. La Mayor Pierina lo esperaba ahí en la recepción juntos se dirigieron a su oficina en el segundo piso en el departamento de homicidios. Una vez ahí, el periodista le cuenta sobre su hallazgo y le muestra las fotografías. — Esto es muy interesante…, — dice la Mayor conservando las fotografías, — hoy este muchacho debe tener unos 47 0 48 años… — Si, quería saber si era posible que me ayudes a buscarlo en los registros, tienen esos programas para encontrar personas, ya sabes esos que envejecen el rostro… — le sacare unas copias, y hare una búsqueda… — dice la Mayor acercándose a la fotocopiadora para escanear las imágenes. — veo que haces un gran trabajo. — gracias. Este caso me está interesando muchísimo, a veces es bueno alejarse de temas políticos y económicos. — Ya vero, en la ciudad mayormente se ven esos casos, aquí en estas provincias sin embargo nos encargamos de otros…, ¿Dónde vas a ir ahora? — pregunta la joven policía. — Pues… pensaba ir a playa de Luzmila, ahí buscar a la familia Salazar, la esposa del fotógrafo me dijo que ahí vivía aquella familia y muy posiblemente conozcan al muchacho, en su defecto preguntar por el muelle… alguien debe saber quién es. — salgo en 20 minutos… podría acompañarte si no te molesta. — dice Pierina de espaldas. El periodista sonríe y asienta. — Claro, algo de compañía no estaría nada mal. Además, siempre es bueno estar protegido por una mayor. — sonríe. — Perfecto, — responde sonriendo la mayor — enviare esta fotografía para que la trabajen y en unas horas podríamos tener resultados. Voy a terminar unos informes que necesito enviar a registros y te veo en el parque y te veo fuera en 20, un poco menos. — Ok, — coge su sobre con las fotografías y sale. Por otro lado. El niño y su padre almuerzan en su casa tranquilamente. — Papá más tarde podríamos ir a alquilar un DVD, hay una película que he querido ver hace tiempo. — dice el pequeño terminando sus alimentos. — Claro, podríamos alquilar unas cuantas, ¿te gustan las de acción? — pregunta el hombre. — No mucho, es una comedia, sobre un niño y su perro… El teléfono suena interrumpiendo el almuerzo. — Dame un minuto, hijo…, podría ser tu mamá. — dice y se levanta de la mesa dirigiéndose al teléfono que estaba en la sala, cerca de la entrada. El niño continúa comiendo. — Hola…si… — la expresión del hombre cambia repentinamente. Unos cuantos segundos después, comenzó a sudar, su expresión denotaba que estaba oyendo algo poco agradable. Lentamente cuelga el teléfono y se queda ahí en silencio. — ¿Quién es papá? ¿era mamá? — pregunta el niño sacándolo de su ensimismamiento. —… No, no era mamá…, era… — dice acercándose a la cocina — era… del trabajo, no te preocupes, — dice tratando de dibujar una sonrisa forzada. — He… termina de comer luego vamos a salir… — ¿No terminaras de comer, papa? — pregunta su hijo. — No…, me comenzó a doler el estómago, hijo, termina tú y vamos alístate. — Ok, papá. Por otro lado, lejos de ahí Eduardo y Pierina se dirigen a Playa Luzmula con la intención de buscar a la familia Salazar. El plan era primero ir al muelle, ahí preguntarles a los pescadores de la zona si pueden identificar al joven de las fotografías, si no había suerte buscar a la familia que también estaban en la foto, con algo de suerte, podrían saber quién era el joven, claro que esto era la última opción. En el auto. — Este auto es muy bonito, mi padre tenía uno de estos hasta hace unos años. — dice la joven policía. — Si, es muy lindo, me lo prestó el señor Felipe el mío… se quedó en la ciudad. — ¿Por qué no lo trajiste? — pregunta. — Bueno… se quedó en casa de… — Tu esposa… — continua ella. — No, no… — sonríe — no, no es mi novia, ya no es nada. Solo que no quise ir a recogerlo, quería comenzar este caso lo antes posible. — Entiendo. También he salido de una relación hace poco, bueno, más que eso… estuve casada. — Vaya… eres tan joven… ¿en serio estuviste casada? — dice sorprendido. — No es broma…, lo conocí en mi primer año de oficial, nos hicimos buenos amigos poco a poco nos enamoramos y en 2 años nos casamos… — Ya veo, que lastima que haya acabado…, bueno, es lo que se dice… — sonríe. — No te preocupes, fue mejor así…, es un buen chico, pero tiene una debilidad por estar con otras mujeres que no sea yo…— dice sarcasmo. — ¿y a ti que te paso con tu chica? Puedo inferir que Vivian juntos, era serio… — Pues sí, llevamos juntos… llevábamos juntos ya más de 4 años, pero resulta que los últimos 2 estuvimos trabajando en un caso, un caso de investigación político, tiene que ver con el ex presidente, encontramos fuentes y datos de muy buenas fuentes que demuestran que había estado lavando activos todo su gobierno, ya es un secreto a voces, pero no lo demostraron en su juicio, nosotros tuvimos acceso a información y datos muy buenos… pero adivina… — No me imagino que pudo pasar… — responde la Mayor. — Pues ella estuvo “en secreto”, negociando con nuestra investigación… para conseguir un mejor empleo en otro periódico, la competencia directa con El Nacional de Catalina…, por un mejor sueldo, un mejor puesto… — ¿Vaya, pero eso no es ilegal? — pregunta. — No, … los dos hicimos la investigación, y nunca quedó claro que era “Nuestra”, me dijo que era su investigación y que yo la estaba apoyando…, total éramos pareja, claro que eso me lo dijo cuando ya había negociado y la investigación estaba casi terminada…, fueron dos años de trabajo…, dos años en los que estaba utilizándome, la verdad no sé qué me dolió mas, que realmente estos años solo me utilizó o que me robara ese trabajo que es tan bueno. — dice suspirando. — Bueno, ya no pensemos en esas cosas, ya estamos cerca. — dice la mayor revisando las fotos nuevamente. — tras todos estos años es posible que ya no esté en este en Catalina del Mar, pero si logramos identificarlo podríamos hacerle unas preguntas. — Espero tus amigos puedan ayudarnos a arreglar la fotografía, así podríamos buscarlo con mayor certeza. — Sabes hay algo sobre los hombres del mar… — Dice Pierina. — Que es… — Nunca se alejan mucho de él…, mi padre era pescador, y aunque ya no pescaba jamás de alejó del mar… solía ir a pescar todos los domingos. No creo que sea tan difícil ubicar a este hombre, era pescador y seguramente era su forma de ganarse la vida como la gran mayoría de las personas aquí… — Ojalá sea así, no solo porque será una gran historia, sino porque el señor Felipe tiene puestas sus esperanzas en mí y es un hombre que ya ha pasado por mucho. Algunos minutos más tarde. Llegan a la playa Luzmila, se estacionan y se dirigen a los muelles. El lugar seguía siendo una playa turística, pues a pesar de las fechas seguía viéndose algunas personas paseando por ahí, comiendo en los diversos restaurantes, jugando en la playa. También podía verse a pescadores en los muelles, y algunos barcos y botes ofreciendo paseos. — hay muchos restaurantes…, — dice Eduardo. — Si, es una de las playas más visitadas en verano, aun siendo invierno se ve a gente, no a todos les gusta el, pero si la playa. — Es comprensible, quizá después podamos comer algo, aún no he almorzado. — No es mala idea, conozco un lugar por aquí que te va a encantar. Pero primero lo primero, vayamos a los muelles donde están los pescadores. Ambos se dirigen a donde estaban los pescadores y comienzan a caminar por el muelle observando a las personas, trataban de, con algo de suerte, encontrar al pescador entre aquel grupo de hombres en sus botes. Se acercaron a algunos de ellos y comenzaron a preguntarles mostrando las fotografías. Por otro lado, el padre y su niño buscan películas en la video-tienda. El hombre se notaba aún bastante nervioso y pensativo, aquella llamada lo había dejado bastante preocupado, no dejaba de mirar a todas partes. — Hijo, ¿ya encontraste la que querías? Tengo que ir a hacer algo, ¿te molesta quedarte en casa unas horas viendo la película? Es muy importante, hijo. — ¿A dónde vas papá? No hay problema, me quedare viendo la película… ¿tardaras mucho? — pregunta el niño buscando las películas. — No, es algo… rápido. — intenta sonreír. Algunos minutos más tarde ambos regresan a casa, el hombre le sirve a su niño algunas papas fritas y una bebida gaseosa y le enciende el DVD y la Televisión. Lo deja viendo la película y le promete regresar en unas cuantas horas, que si alguien llamaba no respondiera y no abra a puerta a nadie si no era él o su mamá en el extraño caso que viniera, le dijo también que cuando acabe la película, ponga la otra y que si tenía hambre o sed se sirva más. Le dice que lo ama y sale de la casa, se dirige a la avenida y llama un taxi. Mientras el taxi lo llevaba a su destino, este recordaba aquella noche, ya hace muchísimos años, cuando hizo algo que lo perseguiría el resto de su vida hasta el día de hoy. Pensaba en la sangre, en los gritos, el llanto en el sonido de las patrullas acercándose haciendo ver su mundo cada vez más pequeño. Recordaba las noticias de la mañana siguiente que sentado en cama vio y narraban la tragedia que había sucedido y mostraban a la familia llorar por el hallazgo. — ¿Por qué?, ¿Por qué…? — Pensaba. Por otro lado. Muelle de playa Luzmila. Eduardo y Pierina hablan con un pescador que cree saber quién es el hombre de las fotografías. — ¿Entonces, lo reconoce o no? — pregunta Pierina al anciano hombre sentado en su bote. — haga memoria… hoy debe tener unos 50… maso menos. El anciano revisa las imágenes y se esfuerza en responder, en hacer memoria. — .. Estoy casi seguro que es Carlos Gonzales…, — dice el anciano marino. — Si,… hoy una barba…, pero esa mirada y esa nariz es inconfundible. — sonríe. — ¿Esta seguro? ¿sabe dónde vive? — pregunta Eduardo. — Mmmm… ¿está en problemas? Es un buen hombre… buen padre, lo conozco desde que era un jovencito… — dice el anciano algo preocupado. — No, no está en problemas, — dice Eduardo —, estamos haciendo una investigación y queremos entrevistarlo, para el periódico…, no es nada malo. — Así, es, podría ser de mucha ayuda en un caso…, así que díganos donde encontrarlo, — agrega Pierina. — Bueno…, — mira a su alrededor — pero no quiero que me involucren, yo no dije nada, ¿de acuerdo? — pregunta. Ambos asientan. El hombre entonces les da la dirección, no estaba muy lejos de ahí, quizá a unos 20 minutos de la playa. También le preguntaron si es que tenía un bote, y este le respondió que sí, pero que no tenía ningún numero grabado. También le explicó que esos números solo lo tenían los botes alquilados, o registrados en un terminal o puerto, no los propios de uso personal. Indicando que debían pertenecer a algún puerto, ya que para pescar comercialmente era una regla y que Carlos había trabajado en casi todos lo de Catalina Del Mar. Al igual que muchos de los jóvenes, Carlos había trabajado en muchas terminales y cuando tenían sus propios barcos tenían que registrarlos por seguridad y por qué las reglas eran así, por si desaparecían o les ocurría algo saber quién era el que se embarcaba. El hombre incluso le indicó donde dejaba Carlos su Bote, actualmente, fueron a darle un vistazo y luego de eso se dirigieron a su auto. Ya en el auto. — Entonces el bote no era necesariamente de él…, — comenta Eduardo —, es una lástima que el señor no haya sabido ubicar en que años trabajó en la terminal de Cailas “Florida”. — Es un hombre bastante mayor, quizá incluso haya que corroborar todo lo que dijo… — dice Pierina. — pero al menos nos dio la dirección…, es por allá — señala. Eduardo conduce siguiendo las indicaciones de la Mayor quien si conocía mucho mejor el lugar que El Periodista. Algunos minutos más tarde, llegar a la dirección. Se estacionan frente a la casa y esperan unos minutos. Eduardo observa desde el auto. — Aparentemente no hay nadie… — dice Eduardo observando y tomando algunas fotos con su cámara. — … Si, parece que ha salido, el anciano dijo que a estas horas está en casa…, es raro. Vamos a ver de cerca. Ambos bajan del auto y se dirigen cautelosamente a la casa. — Gracias por tu ayuda, estar con una Mayor de la policía puede ayudar a que las personas hablen más rápido…, aunque algunas veces es lo contrario. –- sonríe. — Si, aun nos siguen mandando a las mujeres oficiales a ciertos casos donde se espera que los involucrados sean más accesibles por ser nosotras mujeres…, ¿no es un pensamiento algo machista? — pregunta. — En mi experiencia, algunos hombres reaccionan más delicadamente con figuras femeninas, otros no…, pero siempre te hace sentir menos amenazado estar frente a una linda chica, sea esta o no una autoridad…, eso creo. — sonríe. — no es machismo, es por conveniencia en este caso. — y yo… ¿te hago sentir menos amenazado? — dice deteniéndose en la puerta y mirando fijamente a Eduardo. — He…, — este sonríe y sostiene la mirada —…, la verdad no soy fácil de amenazar, soy muy seguro de mí mismo…, aunque tú me pareces bastante imponente. — sonríe. — además no soy un criminal. — Bueno, eso no me lo habían dicho, “imponente” — ella sonríe y toca la puerta. En el interior, el pequeño niño, hijo de Carlos quien se encontraba solo y viendo su película se pone de pie y baja el volumen. Fuera. — Estaba sonando la televisión, de pronto bajaron el volumen. — dice Eduardo. — Si, hay alguien ahí, — responde Pierina — Voy por detrás, ¿sí? Insiste. La Mayor va por detrás y Eduardo continúa tocando. — ¿Hola, señor Carlos Gonzales? — pregunta mientras toca — Somos la Mayor Pierina, de la Comandancia de Del Mar y Eduardo Jiménez, del Periódico El nacional de catalina. Queremos hacerle unas preguntas. El pequeño en el interior se asusta y se esconde en la cocina. Por la parte trasera la Mayor observa por la ventana de la cocina y logra ver al pequeño ahí cerca del refrigerador, este la ve y se regresa a la sala y corre a la habitación del fondo. Eduardo lo ve correr al pequeño por la ventana de la parte frontal. — ¡¿Niño, se encuentra tu papá?! — pregunta el periodista. —¡Niño, estamos buscando a tu papá, — avisa la mayor desde atrás —, no tienes que asustarte, si no está regresaremos más tarde solo tienes que decirnos, no te asustes! Luego de algunos minutos el niño se asoma a la sala. La sombra de Eduardo y la oficial se seguía viendo tras las puertas y ventanas, el niño estaba algo angustiado. — Papá me dijo que no abra a nadie… — pensaba. — Niño, solo dinos a qué hora regresa tu papá —, insiste la mayor Pierina con voz suave. El niño parece ceder al oírla a ella algo más accesible. — ¡¡Dijo que regresaría en unas horas, ya debe estar de regreso‼ — exclama. — ¡Muy bien…! — responde Pierina — ¡Lo vamos a esperar frente a tu casa cruzando la calle! ¡¿de acuerdo?! — ambos se regresan al auto. — ¿Crees que este diciendo la verdad? — pregunta Eduardo. — Si, aunque en la cochera esta su camioneta…, no hay forma de salir por detrás. — Esta muy asustado el niño…, ¿Por qué lo dejaría solo es muy pequeño, ¿no? — comenta Eduardo. — Solo nos queda esperar. Se recuestan en el auto. — Si fue el quien arrojó el cadáver al mar, queda aún la duda de si fue el quien perpetuó el crimen —… analiza Eduardo. — ¿No piensas que pudo haber sido él? — pregunta Pierina. — Pues hasta no hablar con él, la verdad no hay forma de saberlo…, pero coincide con la descripción del testigo, quien ya no está, trabajó posiblemente en los alrededores del puerto Del Mar, ¿tenía contacto con el niño o sus familiares? Aparentemente no, el padre del niño no lo reconoció. — Muy cierto… — Pero algo debe saber, ¿crees que sea suficiente para poder reabrir el caso y que lo interrogues? — pregunta — Si, justo por esa razón estoy aquí…, si él dice algo relevante, podre reabrir el caso y comenzar una investigación a fondo con todos los medios posibles. Por su puesto sin perjudicar tu trabajo. — Eso sería excelente. — Ahora a esperar. Algunas horas después. Ambos esperaron de las 4:42 hasta las 7:30 de la noche y no apareció Carlos por ninguna parte, el niño al interior de la casa ni siquiera encendió las luces, al percatarse de esto Pieria se acercó a la casa e intentó hablar con el pequeño, dado que eran muchas horas sin supervisión de un adulto. La Mayor se acercó y llamó a la puerta algunas veces. — Aun no llega mi papá… — respondió el niño desde el interior, ahora sentado tras la puerta. — Lo sabemos…, pensé que dijiste que vendría en unas horas, han pasado casi 3… — dice la Mayor. — … no lo sé, me dijo que regresaría pronto… — ¿A dónde te dijo que se había ido, niño? Primeramente ¿Cómo te llamas? — pregunta. — Soy… Juan… Juan me llamo, quiero ir con mi mamá… — dice le niño entre sollozos. — Tranquilo, ¿sí? Soy una policía…, estaré aquí afuera esperando que venga tu papi, seguro está en camino …, no te asustes, enciende las luces, esta oscuro aquí… ¿Quiénes algo de comer? Tienes hambre. — No…, estoy bien así…, — se levanta y enciende las luces de la sala, el interruptor estaba sobre él, tras la puerta. — Muy bien, ¿sabes a donde fue o te dijo algo de donde iba a estar? — pregunta. — No…, solo me dijo que vendría pronto y que no le abra a nadie… — responde el pequeño. — Ok, de acuerdo. Solo espera, ya regresara, ¿sí? Estaré aquí justo en frente cuidándote. — Gracias… — responde. Pierina regresa al auto con Eduardo. — ¿Dijo algo? — pregunta el Periodista. — No…, solo está algo asustado. Esperaremos unas horas más, si no aparece tendré que llamar a una patrulla para que vigile y asuntos infantiles…, no puede haber un niño solo tanto tiempo. — ¿Crees que se haya enterado de que veníamos de algún modo? — pregunta Eduardo. —- Lo dudo, ¿Por qué dejaría a su hijo? — pregunta. — aparte ¿Quién pudo llamar? — Eso…, no creo que haya huido así nada más… pero es extraño. El anciano dijo que era un hombre y buen padre, que no tenía vicios ni algo parecido… es por demás extraño. — sale del auto. — …comienzo a sospechar que cometí algún error. Pierina mira con preocupación a Eduardo. Esa noche Carlos no regresó a su casa, asuntos infantiles se encargó de llevar al niño a la comandancia del distrito y comunicarse con su madre, quien fue a recogerlo unas horas después. Cerca de las 11:30pm Eduardo y Pierina regresan a Cailas. Pierina lo invita a su apartamento a beber un café y a comer algo, pues este había estado sin almorzar desde la tarde. Acepta y ahí se dirigen. Ella vivía no muy lejos de la comandancia, a unos 10 minutos, se detienen en un puesto de comida que encontraron abierto, compran dos porciones de lo que encontraron, arroz con papas y pescado frito con verduras. Ya en casa de la Mayor, se estaciona justo afuera y ambos ingresan a la casa. — Esta era casa de mis padres, — dice la Mayor abriendo la puerta e invitando ingresar a Eduardo. — Antes vivía en la casa que compro mi ex esposo, pero no me sentía bien ahí, así que envié a mis padres ahí… — ¿Dónde quedaba? — pregunta Eduardo. — En Piedritas… — responde. — … he oído que es turístico… — Si, es un distrito bastante caro..., ellos están felices ahí, a mí no me gusta mucho el mar. — dice Pierina dirigiéndose a la cocina. — Ponte cómodo, iré a servir la comida y la traigo, comeremos en la sala, ¿no te importa? — No hay problemas… — dice Eduardo sonriendo. — pero podría ayudarte, no quiero que pienses que soy machista… — sonríe. — No te preocupes, — eres mi invitado tengo que consentirte. — sonríe también. Unos minutos más tarde Pierina esta vestida un poco más cómoda, vestía unos shorts cortos, un polo largo que le llegaba hasta los muslos, descalza y se había atado el cabello. Eduardo no pudo evitar mirarla y quedar prendado del atractivo de la joven policía quien le sonreía constantemente, coqueteándole sin disimulo. — ¿No te molesta que me ponga cómoda, ¿verdad? Estar todo el día con esos zapatos, pantalones y blusas cansa. — explica. — No hay problema… es tu casa, — sonríe Eduardo. — a estas horas también estaría acostado en mi cama escribiendo un poco y bebiendo un vino o un whisky. — tengo un vino delicioso… papá lo dejó aquí antes de irse, — dice levantándose y corriendo al mueve cerca de ahí a buscarlo en los cajones. — ¿te gustan los semi-secos? — pregunta. — Sí., claro… son mis favoritos. El día siguiente. Eduardo despierta en cama de Pierina, habían pasado la noche juntos, ella desnuda al lado de él aún seguía dormida. Este podía recordar poco de lo que sucedió anoche, solo que, entre broma y broma, besos y caricias terminaron acostándose. — Diablos…, — dice El Periodista tratando de alcanzar su celular. Eran las 6:20 am. Trata de levantarse sin despertar a la joven a su lado, pero la alarma de la meza de noche suena despertándola también. Esta se estira y la apaga. —… Buenos días…, — dice sonriendo y cubriéndose con las sabanas. — ¿Dormiste bien? — pregunta. — Si…, — dice algo avergonzado. — Tranquilo…, los dos quisimos, somos solteros…, — indica ella. — Lo sé, es solo que ese vino estuvo fuerte…, creo que después bebimos algo más… — Si, tenía una botella de Ron oculta bajo el mueble…, creo que esa fue la culpable — ríe. — Bueno…, me gustó mucho… — La botella o yo… — dice la Mayor levantándose. — He… la botella…, no, digo. tu…, diablos… — dice Eduardo balbuceando — sigo algo mareado. — Descuida, — se acerca a él y lo besa — … a mí me gusto toda la noche, voy a ducharme, ven si lo deseas, tengo que ir a trabajar. — Si, yo… tengo que regresar a mi hotel…, ¿tienes café? — pregunta. — Esta en la cocina — responde desde el baño. Luego de preparar dos tazas de café y esperar en la sala que Pierina se aliste enciende la Tv en las noticias, entonces algo lo hace quedar boquiabierto. — ¡Pierina! — grita desde la sala. — ¡ya salgo! — responde desde el baño. — ¡¡Tienes que ver esto‼ — insiste. En toalla la joven se acerca a ver que sucedía. — ¿Qué sucede? — dice acercándose al mueble de la sala frente a la Tv. —… Dios mío, carajo… — dice sorprendida En el noticiero se informaba del hallazgo de un cadáver en el muelle cerca al risco en playa Coronitas, el hombre era identificado con el nombre de Carlos Gonzales, aparentemente todo indicaría que el hombre cometió suicidio. — No puedo creerlo… — dice Eduardo muy sorprendido. — Mierda… — dice Pierina. — tenemos que ir allá, los forenses deben seguir ahí, vístete. — Si. Ambos se alistan y sin perder tiempo se dirigen al lugar donde apareció el cuerpo. En el camino Pierina hizo algunas llamadas para obtener mayor información, el cuerpo había sido hallado cerca de las 5 de la mañana, las olas que habían estado golpeando duro desde la madrugada habrían arrastrado el cuerpo que quedó entre las rocas de la playa, unos jóvenes que estaban por ahí bebiendo desde la noche anterior habrían encontrado el cadáver y reportado el hallazgo. — No creo que esto sea una maldita coincidencia, Pierina. — dice Eduardo. — ¿Quiénes decir que sabía que lo estábamos buscando? — pregunta La mayor. — No…, es muy extraño que se haya suicidado… — Bueno, si se enteró que estabas investigando, pudo haberse asustado y tomo esa fatal decisión…, no es la primera vez que un criminal pierde los estribos así y comete locuras. — Pero dejó a su hijo en casa, oíste al niño, estuvieron pescando y cocinaron juntos, iban a ver películas hasta que alguien lo llamó… pensé que iba a escapar, jamás que se suicidaría. — Te entiendo, debe ser difícil comprender, pero esto es más común de lo que parece, cuando un delincuente se siente atrapado… es como un zorro que es capaz de arrancarse una pata. — trata de explicar Pierina. — No lo sé, algo no me convence. Mi instinto me dice que hay algo más allá… ¿Quién pudo haberlo llamado? — le pregunta. — Ya lo averiguaremos…, hay equipos investigando eso ya. Si la hipótesis no es que fue un suicidio, seguro mi departamento tomara el caso. — dice Pierina colocando su mano sobre el hombro de Eduardo quien estaba muy confundido y exaltado. Llegan al lugar donde encontraron el cadáver, los equipos forenses y algunas patrullas seguían ahí, al igual que algunos periodistas locales. Eduardo no pierde oportunidad y aprovecha para tomar algunas fotografías para su historia, guiado por la mayor Pierina puede acercarse lo suficiente. Pierina conversa con algunos de sus conocidos ahí y les pide información. Eduardo se acerca a ver al hombre ahí entre las rocas, ya la marea había bajado lo suficiente. Efectivamente era el hombre de las fotografías, mucho mayor, algo subido de peso, pero era el, Eduardo no podía dejar de pensar que algo no estaba del todo bien, ahora no podría obtener la información que necesitaba, y estaba seguro que él era la clave para resolver el caso que estaba siguiendo. Era decepcionante y a la vez indignante lo que había sucedido, no podía concebir que esto haya sido un suicidio. Pierina se acerca a él. — No encontraron nada en sus bolsillos, solo unos cigarrillos..., las llaves de su casa y su billetera, así lo identificaron. — Tiene varios golpes en la cabeza… — dice Eduardo. — Bajo el risco — lo señala a varios metros del lugar, — hay muchas piedras, es una caída de más de 20 metros a piedras puntiagudas y resbalosas… no es la primera vez que se encuentran suicidas aquí…, es una pena. Pero creo que podrás terminar tu historia. — le dice Pierina. — No había relación entre él y el niño, ni sus padres, incluso el lugar donde vivía…, aunque solo hay una referencia de él, el anciano dijo que siempre fue un buen chico y trabajador, buen padre…, tengo que regresar a mi hotel — dice Eduardo — gracias por todo, me gusto estar contigo, te agradecería mantenerme informado… — Igualmente, — sonríe — me divertí, pasa a la comandancia más tarde los informes deben estar llegando en unas horas.
continua parte 4 http://www.letrasyalgomas.com/t35731-el-periodista-el-crimen-en-catalina-del-mar-parte-4 | |
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