¿Cómo resolver un asesinato?
El periodista: el crimen en Catalina del mar
El sonido de la chimenea del tren a toda marcha hace despertar al periodista Eduardo Jiménez, quien se dirigía desde catalina a la pequeña provincia del mar “Catalina del mar”, donde guiado por una llamada anónima al periódico donde trabaja como periodista de investigación y a cargo de una de las más leídas columnas de “El nacional de Catalina”.
En aquella llamada le dijeron al director del periódico que habían encontrado datos que podrían ayudar a resolver un caso de hace muchos años atrás, que se había hecho popular en la provincia y había tenido un pequeño salto a la ciudad, pero de forma muy ligera debido a que no se encontraron pruebas suficientes, ahora una persona ofrecía información relevante y esperaba poder conversar con alguien de la ciudad, puesto que dudaba que alguien ahí en la provincia realmente lo tome en serio.
El director del periódico guiado por su instinto decide enviar a Eduardo, puesto que es de sus mejores periodistas y suele ser muy apasionado con sus casos, al leer el caso en cuestión no dudó en coger el tren y partir a del mar.
Eduardo es un joven apasionado, trabaja en el periódico ya hace 7 años, ascendiendo poco a poco se ganó un lugar como investigador, principalmente en casos de corrupción política, crímenes, contrabando, aunque sus trabajos más resaltantes han sido los relacionados a crímenes que quedaron sin resolver dando nuevas luces sobre algunos casos que terminaron en condena de algún implicado.
El caso de Catalina del mar trataba de lo siguiente, un niño de 10 años desapareció un jueves luego de salir de clases, hacía ya 14 años, al parecer fue secuestrado, nadie lo vio luego de que saliera del colegio solía irse solo a casa que no quedaba a más de unos 30 minutos a pie, no tenía muchos amigos por lo que nadie dijo nada relevante, algunas personas, vecinos, que estaban en el camino a casa de Fernandito dijeron que no lo habían visto pasar como comúnmente lo hacían, lo que indicaba que quizá cambio de camino o se encontró con alguien.
Cuando la madre y el padre se dieron cuenta que ya era muy tarde y salieron a buscarlo eran cerca de las 7 de la noche, se iniciaron las búsquedas por ser un menor de edad y duraron hasta el día sábado en la mañana, muerto dentro de una bolsa cerca a la playa de catalina del mar, tenía señales de haber sido ahorcado, violado y tenía el cráneo destrozado y varios huesos rotos. Fue uno de los casos que sorprendió y aterro a la pequeña provincia.
Las investigaciones policiales duraron varias semanas reuniendo datos y declaraciones se dieron con 3 sospechosos, los cuales finalmente no fueron sentenciados puesto que no había pruebas suficientes para señalarlos como los asesinos, finalmente el caso se cerró, y se asumió que fue alguien fuera del pueblo que por alguna razón pasó por ahí, se intentó relacionó el crimen con unos similares en otros distritos algo alejados alrededor de catalina del mar, y de la ciudad pero sin pruebas suficientes para decir que era el mismo, dado que en ninguno de los casos la víctima fue asesinada de tal forma, en otros jamás se encontraron los cuerpos, se asumió que eran desapariciones.
La llamada que recibió el director de El Nacional decía literalmente que “Habían pruebas que podrían dar con el responsable del asesinato del pequeño Fernando, solo hablaría con alguien que se tome en serio el caso y quiera llegar hasta el final con la investigación”
Con la promesa de llegar al fondo el periodista partió rumbo a Catalina del mar unos cuantos días más tarde, se llevó con el los reportes del caso y todo lo que pudo conseguir. La persona que le daría la información vivía ahí en del mar, le dio su dirección y le pidió estrictamente que no la compartiera, era alguien misterioso.
A unas 4 horas de la ciudad la provincia del mas es un lugar por lo general cálido, mayormente sus ingresos son la pesca y el comercio, es una pueblo de gente común, atrapada en el tiempo no se ven grandes edificios ni tantas empresas, pero ha sabido mantenerse económicamente, tiene una playa que en cierta época del año es muy visitada, en estas fechas esta en invierno y se puede sentir algo desértica y fría.
Eduardo bajó en la estación, llevaba consigo una gran maleta con todo lo que necesitaría para los días que pasara ahí, número que aún no sabía del todo, también traía un maletín con todos los documentos que se le facilitaron.
Se dirigió rápidamente a buscar un taxi, debido a que había muchos ahí fuera cogió uno de tantos y se dirigió a Cailas, distrito donde vivía el informante y también la familia de Fernando, lugar donde ocurrió la desaparición. No tardó en encontrar un hotel que sea cómodo y pudiera dejarlo quedarse tiempo indefinido. Tan pronto entró a su habitación se dispuso a comunicarse con su jefe en el periódico.
— Ya estoy en el hotel, acabo de llegar hace unos minutos, comeré algo y me dirigiré a la casa del informante, a penas converse con él y evalué su información me pondré a trabajar, — le comunica a su jefe.
— Genial, cuando tengas lo necesario me llamas. Por cierto, estuvo llamándote Susan… ¿Qué le debo decir? — pregunta el jefe
— No le digas nada… ese tema está cerrado, dile que está prohibido llamarme al trabajo… no lo sé.
— Ok, bueno. Suerte, espero tu llamada. — cuelga.
El periodista arroja el celular sobre la cama y se tumba sobre ella con expresión de cansancio y algo de cólera, resoplando. El tema de Susan era algo que lo incomodaba evidentemente. No era lo primordial, pero alejarse de la ciudad unos días era algo que colateralmente al caso le venía al dedo.
Luego de ordenar algo para comer y una cerveza revisó los documentos y se preparó para ir a buscar al informante, cogió una bandolera y llevo algunas copias que quizá necesitaría. Bajó y se dirigió a la calle, ahí llamó a un taxi, el informante vivía en Cailas, un poco alejado de la playa y de los muelles de pescadores donde apareció el cuerpo de Fernandito, a unos 40 minutos de la playa.
La ciudad se veía solitaria, poca gente en las calles, hacia frio y se podía ver la niebla en el horizonte proveniente del mar, los cerros difícilmente se apreciaban como en verano, era una imagen triste, nada similar a las fotos de internet. Mientras el auto se movía Eduardo abre su billetera y observa fijamente la fotografía de una joven, una linda joven junto a él, sonriendo llenos de amor y felicidad, un pequeño esbozo de sonrisa se escapa de sus labios, luego se borra y cierra la billetera.
— Aquí es, amigo. — dice el taxista sacándolo de su ensimismamiento.
— ¿Aquí es? — pregunta confundido y mirando por la ventana, — si… sí... aquí es…
Baja del auto y le paga al taxista, rápidamente se dirige a la casa que estaba ahí a unos metros de él, abre la reja que había en el pequeño jardín, frente a la casa un auto viejo, pero bien cuidado. Se dirige a la puerta.
Toca unas veces y no parecen responder, espero algunos minutos pero nadie respondía, se regresó a la vereda y miro alrededor. Era una calle pequeña y había algunas personas por ahí.
— ¡Ey, señora! — le grito a una vecina que estaba en frente barriendo su acera.
— Dígame… ¿Busca al alguien? — Pregunta.
— Si… — dice cruzando la calle —, al hombre que vive ahí, en esa casa, la de la pared amarilla…
La mujer mira extrañada al extraño periodista, no lo había visto antes.
— Don Efraín… si, si… normalmente está ahí en su casa, pero — mira el reloj que estaba cerca de su sala en un dintel —… aunque a veces va al bar, está aquí donde termina la calle, a la derecha de frente unas dos cuadras…
Agradeció y se dirigió justamente ahí.
En el camino el periodista esperaba que el informante no sea un alcohólico que inventa cosas o con delirios, sino que fíese alguien serio, pero que lo hayan enviado a buscarlo a un bar no parecía un buen augurio.
El periodista ingresó al bar, típico y pequeño, una barra al fondo, algunas mezas y un pintoresco grupo de borrachines conversando al sonido de música vieja y poca luz. Ignoraba quien era Efraín, así que me acerque a la barra donde había un mozo.
— Disculpe, busco a Don Efraín… ¿se encuentra? — preguntó
— Si, está ahí, —dijo señalando a una meza al fondo.
Ahí con una cerveza en la mano y algún par más vacías sobre la meza se encontraba aquel hombre, de ya sus años, quizá 60 o 65, con una boina, abrigado hasta el cuello y con expresión vacía. Eduardo Agradecía al mozo y se dirigió donde el señor.
Me acerque y me presenté.
— Buenas tardes, Don Efraín. — Dijo sonriendo — Soy Eduardo Jiménez, periodista de El Nacional, vine a hablar con usted sobre el caso…
— Shhhh… no diga más…— dijo aquel hombre callando la presentación. — Déjame termina esta cerveza y vamos a mi casa a conversar tranquilamente ¿quieres una tú? — preguntó.
— No, estoy bien… hace frio, me vendría bien un café. — dijo el periodista.
— Perfecto, — acabó la cerveza de un sorbo y la dejo en la meza — entonces vamos de una vez y te preparare ese café.
Se puso de pie y se dirigió a la puerta, Eduardo lo siguió rápidamente.
En la calle.
— ¿Quién te dijo que me encontrarías aquí? — preguntó mientras avanzaban por la acera.
— Una vecina, llegue hace unas 3 horas y fui a buscarlo.
— Espere en casa varios días, unas dos semanas creo… pensé que no me harían caso alguno. — explica.
— Es que teníamos que reunir la información del caso, no es algo tan fácil, aún hay información que tendré que recolectar de aquí. — dice el periodista explicando la situación.
El anciano asiente.
Pronto llegan a la casa e ingresan, era una casa humilde, pero estaba ordenada, vivía solo. Invita a sentarse en la sala al periodista mientras va por una de taza de café. Mientras Eduardo revisaba algunos papeles que trajo, tan pronto estuvo el agua el anciano se acercó con la taza.
— Perdone la demora, joven. — dijo.
— No se preocupe, muchas gracias. — El periodista coge una grabadora de su bandolera y la encender, — ¿le molesta si grabo lo que va a decirme? así puedo transcribirla de forma más completa.
— No hay problema alguno… — responde el anciano tomando asiento cerca a Eduardo.
Eduardo comienza su trabajo.
— Martes 12 de abril del 2005, soy Eduardo Jiménez, me encuentro con el señor…— mira a su acompañante invitándolo a responder.
—… Efraín Gamarra…, tengo 65 años, vivo en la provincia de catalina del Mar, en el distrito de cailas… no tengo hijos, no tengo esposa, era pescador y estoy retirado…
— Muy bien… ¿Qué es lo que tiene que contarme Don Efraín? — pregunta el periodista.
— Tengo que comenzar antes por un poco más atrás de lo que sucedió hace 14 años, muchos años antes…
— No hay problema, cuénteme.
— Hace casi 27 años atrás… Comenzó el anciano. — Yo tuve una relación sentimental con Gloria, la madre de Fernando… ella y yo fuimos muy cercanos ya que su esposo y yo trabajábamos juntos en la terminal pesquera, cuando ella iba a levarle su almuerzo también me llevaba a mí, en ese entonces su matrimonio no iba nada bien…, yo sabía que Jorge tenía una amante, una joven que trabajaba en el bar donde íbamos algunas veces y que con la cual muchas veces se veía a escondidas, odiaba ver a Gloria sufrir…
— Entiendo… continúe.
—… Cuando comenzó el a llegar tarde a casa con la excusa de quedarse a limpiar los botes y los instrumentos se quedaba con su amante, yo siempre pensé que ella, Gloria, sabia… pero nunca dijo nada. Algunas veces ella pasaba por aquí y yo la acompañaba a comprar cosas para su casa, hay un mercado aquí a unas calles… algunas veces venía a por un café a conversar, era su amigo desde muy joven… en poco tiempo nos enamoramos, su esposo Jorge ya no la trataba bien y yo siempre la quise… duro así hasta que me entere que estaba embarazada… poco tiempo después de que ella y yo comenzamos a tener sexo.
— está diciendo que…
— No lo supe hasta hace muy poco tiempo…, cuando Gloria estaba muy enferma, pude verla antes de morir en el hospital…
— Sí, tengo entendido que murió hace unos 4 años… — dice el periodista revisando sus papeles.
— Me mando a llamar con una de sus hermanas que vino desde la ciudad y…cuando ya estaba muy mal me anime a ir, al principio no tenía ánimos, me sentía muy mal por todo, la seguí amando todos estos años…, fue ahí cuando me dijo que su hijo, Fernandito no era realmente de Jorge, que ella lo sabía… pero el no, y me lo ocultó por temor, nuestra aventura pudo arruinar su matrimonio, aparte que cuando Jorge se enteró que era papá dejo a su amante y cambio…, ella simplemente calló.
— ¿Cómo tenía la seguridad que era de usted? — preguntó el periodista muy sorprendido.
— Ella siempre tuvo esa duda… las fechas, cuando comenzó a sentir los síntomas y cuando se enteró su vida sexual con Jorge era muy escasa, y conmigo se había vuelto activa, finalmente cuando nació el pequeño, a los pocos meses hizo un análisis de sangre con unos cabellos de Jorge, y me dijo que ahí lo supo.
— ¿tendrá alguna copia de esos papeles…? — pregunta Eduardo bebiendo su café.
— Si, los tengo… me los hizo llegar. No te imaginas como me sentí cuando me entere que desapareció el hijo de Gloria y de uno de mis mejores amigos…, yo mismo ayude a buscar día y noche, cuando encontraron el cadáver yo estaba ahí con ellos…, pero cuando me entere ahí en el hospital que era mi hijo… no te imaginas se me destrozó el alma dos veces.
— Me imagino…, supongo que ella no quería irse sin decírselo.
— Si, no se si fue lo mejor, pero… luego de esos, quise hacer algo, no me quise quedar así, por ella tenía que encontrar al asesino, a ese maldito.
— ¿y lo logro? — pregunta el periodista.
— No. Pero tú podrás… — respondió. — a través de estos años he podido encontrar algunas cosas que nadie pudo y estoy seguro que podría darle cierre a ese horrible crimen.
— Muy bien, cuénteme.
El hombre se puso de pie y se dirigió al mueble que estaba tras de él, abrió uno de los compartimentos y sacó un cuaderno bastante gastado. Cuando lo abrió pude ver varios recortes de periódicos, fotografías, anotaciones, dibujos, mapas, etc.
— ¿Recuerdas a los tres sospechosos que la policía encontró? — pregunta el hombre mayor.
— Hemm… si, Carlos Córdoba, Manuel Santillana y Felipe Ochoa.
— Olvídate ellos, no pudieron haberlo hecho, si bien ese día Córdoba no se presento a trabajar y nadie lo vio por ningún lugar… todos los que conocíamos a Córdoba sabíamos que era… maricón, se iban a la playa más lejana a pie, ahí hacían sus cosas los raritos, ya te imaginas… ser homosexual lo salvó de ser acusado pues sus amigos con quienes paso casi todo el día confirmaron su coartada. Hoy en día Córdoba lucha con esa enfermedad VIH cada día..., no sé qué fue peor para él, sí que pensaran que era un asesino y violador o que era un homosexual.
— Y Ochoa… entiendo que lo vieron por el muelle donde apareció el cadáver, pero fue por otra razón.
— Ochoa lo vieron cerca del lugar donde apareció el cuerpo, unos chicos que estaban en la playa en la madrugada dijeron que lo vieron ahí justo en ese mueve llevando algo con el que luego arrojó al rio…, pero resulta que era el perro de su vecina…el animal no lo dejaba dormir y lo envenenó y se deshizo de el con una bolsa y unas piedras…, lo juzgaron por eso después, pero estaba limpio, lo encontraron al perro poco después…
— El ultimo es Santillana…, dice aquí — revisa el informe —, que él fue visto por última vez por el colegio de Fernando, y que lo vieron cerca unas madres de familia, se le veía sospechoso y algo nervioso…, ese día no fue a trabajar, es camionero lleva productos a toda la provincia, pero ese día estuvo enfermo y su coartada fue que salió en la tarde a buscar unos medicamentos, luego de eso paso por el colegio y se detuvo ahí porque se sintió mal, no vio al niño y no sabía quién era. Su esposa avalo su coartada de que se quedó en casa a descansar, ella lo cuidó.
— Lo que lo hacía sospechoso es que tenía ya dos acusaciones por estar husmeando cerca de los colegios, y cerca de niños, incluso habían denunciado hacia años atrás por exhibirse frente a los niños.
— Orinó frente a un parque de niños y una madre lo acusó, estaba ebrio… — lee en el reporte.
— Si, no se le pudo acusar porque no habían mayores pruebas, solo que estuvo ahí…, no era suficiente, aunque muchos seguimos pensando que él era el culpable.
— ¿Sigue del mar? — pregunta el periodista.
— Si, ya no trabaja como camionero, lo sacaron por el tema mediático, pero consiguió comprarse un auto y trabajó de taxista, aun lo hace, se mudó a otro distrito…
— Tenía hijos y una esposa…
— Así es…, era un ebrio asqueroso y maltrataba a su esposa y a sus niños, pero incluso los vecinos lo oyeron pelear con su mujer esa noche hasta altas horas, estuvo en su casa…
— Todos tenían buenas coartadas…, finalmente no encontraron al asesino, ni alguna pista relevante. — comenta Eduardo. — se denominó “un caso difícil de resolver para el cual la policía no estaba preparada”, así se mencionó en los periódicos.
— Si, la policía fue inútil, atraparon como sospechosos a gente normal que circunstancialmente ese día nadie vio o le tenían algún tipo de desconfianza…, pero la verdad es que no se hizo un buen trabajo, con los meses solo se dejó el tema a la policía, la cual no hizo casi nada, — abrió unas hojas de su cuaderno —…, mira, — mostro un recorte de un periódico local.
“Nueva información sobre el caso del niño en la bolsa, nuevos testigos indican que vieron a un bote sospechoso la madrugada en que apareció el cuerpo, un barco pescador señalan que aparentemente arrojó algo al mar, a unos kilómetros del muelle de playa Coto”
— Esa fue una de las ultimas noticias que se filtraron a la prensa…, — menciona Eduardo.
— Así es, luego de eso no se supo más, fue cerca de 8 meses después… los pescadores pensaron que no era importante por lo que no dijeron nada… hay muchos que van al mar a tirar cosas, pudo ser alguien pescando, dijeron que estaban muy lejos para ver bien…
— ¿y por qué lo dijeron entonces? — pregunta el periodista.
— casi por el final de la investigación…, cuando la policía daba a entender que no tenían pistas, no había ya mucho que hacer, muchas personas comenzaron a hablar muchas cosas como una forma de querer aportar, cosas que a veces piensas que no importan, pero cuando más lo piensas…, es mejor hablarlo. Pude hablar con uno de los pescadores, lo conocía…, falleció hace unos años, me dijo que fue en la madrugada, que mientras que se alejaban de la costa para pescar, vieron el bote a lo lejos, el cielo estaba despejado y había luna llena, así que a gran distancia se lograba ver…
— Entiendo…y ¿dijo algo más?
— si…y ahí es donde quiero llegar, reconoció el bote…
— ¿Qué? Quiere decir que…
— Si, panadero se apellidaba…, me dijo que en su testimonio a la policía, dijo que el bote tenía el número 28 en un lado…
— ¿pero la policía no hizo nada con esa información? — pregunto muy interesado el periodista algo confundido.
— Nunca lo sabré, el amigo que tenía ahí que me facilitaba algo de información ya no trabaja en los registros de la policía, y nunca encontró nada relacionado a aquel dato, es como si lo hubieran dejado ahí, sin mayor importancia.
— Entiendo, quizá el caso ya estaba cerrado y no había mucho que hacer…, suelen recoger información y ver si es útil, depende de eso si el caso sigue adelante o no.
— No, no es eso…, — abre una nueva página en su cuaderno y lo gira hacia el periodista quien se acerca. — esto que voy a mostrarte es la prueba que quiero que sigas…, mira con atención.
En el cuaderno se encontraba una fotografía tomada desde el muelle, donde se podían ver a los barcos de pesca y algunas botes en el fondo, así como personas en el muelle, pescadores la mayoría, se observaba a lo lejos el horizonte, y ahí entre los botes, uno de ellos, con el número 28.
— Esa foto la encontré hace no mucho, hace unos 6 meses… originalmente estaba en el terminal pesquero, la tomaron hace cerca de 30 años…, por es algo rustica, cuando fui a visitar la terminar, la vi en un álbum que estaba en la oficina cuando fui a ver unos temas con el hijo de quien fue hace mucho jefe mío, falleció también fui a saludar a su hijo, y ahí la robe.
— Entonces, — dice el periodista — usted cree que este hombre de la foto, el cual no se ve muy claramente…, pudo haber sido el asesino según lo que el pescador vio aquel día…
— Creo que es lo único por donde se puede continuar…
El periodista se quedó en silencio unos segundos, muy pensativo.
—… ¿Alguien más, sabe sobre su investigación y su teoría o de lo que ha encontrado en estos años? —- pregunta.
— No… no le dije a nadie, salvo al amigo que me facilitaba algunos datos de la policía, a nadie. — responde el anciano.
— El padre de Fernando, esposo de Gloria… ¿sabe algo de lo que le confesó su esposa a usted? — cuestiona.
— No, tampoco le dije lo que Gloria me confesó, no sé si él lo sabía o lo supo…, pero poco después de que enviudó se aisló, ya casi no se le ve por aquí… y la verdad no me he acercado la última vez que lo vi fue ya hace varios años, hice todo esto por mi cuenta.
— ¿Qué sabe sobre esta fotografía? — pregunta Eduardo al anciano.
— se tempo como te dije hace michos años, cuando se estrenó el barco pesquero que ves ahí, lo tomó uno de los trabajadores con la cámara del jefe, no se rebeló esa foto hasta muchos años después…estuvo guarda. He recorrido todos los muelles y playas de la costa y no encuentro un bote con ese número, y a los amigos pescadores que pregunté, no saben quién era ese sujeto del bote.
— mmm… entiendo. — el periodista analiza la fotografía y piensa unos segundos.
Deja la fotografía en la meza y pregunta:
— Una cosa más… ¿Por qué tenían numero algunos botes?
— Pues… estaban registrados, todo bote que saliera a pescar o a navegar debía estar en un catálogo…, habían horarios por si querías navegar, o si querías pescar, el problema es que esos registros de esa época ya no los pude conseguir…, habían varios puestos de alquiler de botes, algunos ya no lo son, otros cambiaron de dueños…, ese en especial debió ser alquilado, o quizá robado… ¿Cómo saberlo ahora?
— Bueno, creo que me llevare este cuaderno si no le importa, — le mencionó el periodista, el anciano asintió —, voy a analizar todo esto más a fondo, señor Felipe. Yo regresare mañana con una respuesta, tengo que conversar con mi jefe en el periódico.
Ambos se pudieron de pie.
— Muchas gracias por su tiempo, — dice el anciano hombre estrechando la mano del periodista.
Ya de regreso en su habitación de hotel.
Enciende su computadora y revisa sus mensajes, mientras llama al director del periódico.
Entre sus mensajes habían varios de algunas revistas, del mismo periódico y algunos amigos, pero los más actuales eran de Susan, simplemente los eliminaba.
Su jefe se conecta y conversan.
Le explicó detalladamente de que se trataba todo y le resume precisamente lo que el anciano le había contado acerca del caso. Le detallo la historia de por que investigó y lo que encontró en el caso. Así como la fotografía.
— Entonces… ¿Qué dices? — Pregunta el jefe — ¿crees que tenemos una buena historia ahí?
— La verdad creo que podría investigar, en todo caso si no puedo encontrar algo que nos acerque al asesino, tal vez la podemos vender como una buena historia de un padre que trata de resolver el caso de su niño asesinado y todo lo que conllevó…
— Pienso que va a ser difícil que puedas llegar al fondo de esto, ¿Por qué no regresas y te haces cargo de lo que está pasando en catalina… hay casos aquí mucho más interesantes y resientes…? — sugiere.
— No, quiero ver a donde pudo llegar.
— Vamos Eduardo, los dos sabemos que estás haciendo… ¿Por qué no te tomas unas vacaciones? Ve a la ciudad del este, distráete un rato…
— No, no nada de eso estoy bien, hombre… — dice cerrando su laptop. — Mira, voy a tratar de hacer algunas preguntas, levantar un poco de polvo, y veamos qué cosas salen de debajo de la alfombra.
— hmmm… — duda
— Sabes mejor que yo que con los años la gente dice cosas que no dijo en su momento…, quizá pueda aprovechar eso.
— Bueno, si es lo que deseas, está bien…, pero recuerda tendrás que venir tarde o temprano y necesito una buena historia.
Cortan.
Esa noche el periodista se dedicó a re leer los informes policiales, los reportes periodísticos y los datos que le facilitó el señor Felipe. La fotografía era la única prueba de la cual se disponía, pero no podía denominarse “prueba” hasta que pueda acercarlos a algo o a alguien. Pensó en cómo podría lograr identificar a alguien que por la imagen era un hombre de unos 25 años, quizá 35 para la fecha del crimen, hoy tendría cerca de 45…, era pescador, y lo vieron arrojando algo esa noche en el mar…, la policía no hizo caso de esa información dado que el caso se archivó.
En los documentos aparecía el nombre de Eugenio Morilla, como el policía a cargo de la investigación, hoy en día es un retirado que vive en otro distrito, sería bueno comenzar por ahí, pensó el reportero. Es anoche bebió unas copas y se quedó dormido.
Muy temprano al día siguiente, luego de desayunar un café regresó a casa de Don Felipe y le comunicó que comenzaría a investigar, que lo mantendrá informado. El hombre sintió luego de años que alguien lo apoyaba, fue como una bocanada de aire fresco.
Le dio al detective la dirección de donde vivía el policía que se encargó del caso, vivía en el distrito de Ventano, a unas horas aproximadamente de ahí. El anciano le prestó su viejo auto para que pueda movilizarse, lo que hizo más fácil llegar hasta el lugar.
El anciano le dijo que solo había hablado con él algunas veces poco antes que se retirara, pero que poco había logrado obtener, quizá el periodista podría obtener nueva información.
Llegó a ventano rápidamente y se dirigió a casa del policía retirado esperando pueda recibirlo, en su experiencia algunos policías eran muy cautelosos en dar información. Se estacionó al frente y bajó, observó a su alrededor, era una calle tranquila, no muy acomodada, pero bastante cuidada, cruzó la pista y encontró el 567 de la calle San Dobar.
Tocó unas veces la puerta, luego el timbre, una señora lo atiende.
— Buenos días... — saluda la mujer.
— Buenos días, — responde el periodista, mostrando su carnet de prensa, —-, me llamo Eduardo, soy periodista de El Nacional, de catalina, estoy buscando a su esposo el señor Eugenio Morilla. Es para hacerle algunas preguntas sobre una investigación en la cual él participó.
— Ya veo, — responde la señora viendo el carnet —… Si, espera un momento, está en la habitación, iré a llamarlo.
Unos minutos más tarde, la señora regresa y lo invita a pasar, el ex policía lo estaba esperando en la sala. El periodista ingresa y saluda al señor Morilla quien lo invita a tomar asiento mientras su esposa va por unas tazas de café.
— Bien, ¿Qué es lo que quiere conversar? — Pregunta Morilla.
— Vera ando investigando el caso del niño en la bolsa… aquel crimen que ocurrió en Catalina del mar, hace unos 14 años…
— Si, si… lo recuerdo..., fue algo que impactó a todos. — Responde asintiendo— ¿han hallado algo nuevo? La verdad es que he estado alejado de todo eso desde hace muchos años, me retire en el 2000 y trate de no involucrarme más en esos temas, ya sabe… enferman.
— Entiendo, soy periodista de investigación y he obtenido alguna nueva información…, creo que podría ayudar a aclarar el tema o al menos dar algunas luces sobre el…
— ¿Qué encontró? — pregunta.
— Pues… — saca la fotografía de su mochila —… esto, — se la acerca al policía en retiro. —… ¿Qué me dice?
El señor Morilla observa a detalle la fotografía.
—…, No sé a qué se refiere, es la inauguración de uno de los primeros barcos pesqueros del terminal de Del Mar… ¿Qué hay que ver aquí? — pregunta.
— Es el hombre que está ahí al fondo, con el bote del número 28… — indica Eduardo.
— Ah… ya veo… si, ¿Quién es? — pregunta.
— En los testimonios de algunos testigos que se presentaron al final de la investigación… hubo un marinero, pescador mejor dicho que reportó que la noche antes de encontrar el cadáver del niño vio a un hombre con ese bote arrojar algo en el mar…, describió el bote con ese número. ¿Lo recuerda? — dice mostrándole un folder con las declaraciones.
— hmmm… si, si recuerdo, yo fui quien recibió esas declaraciones, pero fue cuando el caso ya estaba cerrado prácticamente, comenzaron a llegar declaraciones de muchas personas acusando a personas que nada tenían que ver, o dando información poco realista… era como si ya les diera igual, cualquier cosa extraña se convertía en una prueba, eso suele pasar cuando hay un caso mediático y la sociedad comienza a atar cabos como forma de que no se cierre, no podíamos atender cada nueva prueba o cada teoría… simplemente se anexaban, fue difícil, pero es el protocolo.
— Entiendo, dieron el caso por “sin resolver”, pero la investigación solo duro un año…
— Un año muy difícil… donde se invirtió mucho tiempo y recursos, yo mismo estuve día a día trabajando por cerrar el caso, pero como sabrás… fue imposible, en toda mi historia de policía, jamás había estado a cargo de un tema así… fue duro, tengo hijos, el menor tenía la edad de Fernandito. Si alguien quería resolverlo en la comandancia era yo.
— Ahora sabemos que ese bote del que hablo el pescador, existía…, pero ¿Quién es ese sujeto del bote? ¿Alguna idea? — pregunta Eduardo.
La esposa del policía deja la charola con las tasas de café en la mesa de centro, Eduardo agradece, la mujer se retira mientras su esposo observa la fotografía.
—… ¿de dónde sacaste esta fotografía? — pregunta.
— una fuente, no puedo revelar su origen, pero apareció hace muy poco…
— Muy poco…, si quizá si hubiéramos tenido esto en esos tiempos corroboraría lo que dijo aquel pescador… ¿él te la dio? — pregunta.
— No, el falleció hace algunos años, la fotografía estaba en el terminal pesquero, pero no la obtuve de ahí, mi fuente la halló y me la facilitó, ahí no saben que la tenían ni lo que significaba.
— Como te menciono, quizá en ese tiempo esta fotografía hubiera sido una prueba, hoy poco ayuda…, no sé quién es este sujeto del bote, pero había registros para alquilarlos, no sé si sigan ahí esas tiendas de alquiler…, quizá no.
— No están más…, pero podría buscar, además se me ocurrió algo… una cosa más ¿debió haber habido algo que llamo su atención… alguna cosa extraña, algo que su instinto de policía le dijo, pero quizá no pudo corroborar? — pregunta.
— Bueno… tantas cosas…, — Regresa la fotografía y coge una taza de café — pero hubo algo que siempre me llamo la atención… vera. En un comienzo pensé que el jefe del departamento estaba presionando por encontrar al culpable, tanto que apresuro todo, la investigación, siempre pensé que era por el tema mediático, pero hubieron muchos errores…, los reportes del forenses tardaron más de lo normal, y los médicos que lo hicieron el reporte vivieron de otra ciudad teniendo unos muy buenos aquí… fue por lo menos extraño, me llamo la atención después…
— Tomare nota, — dice el periodista —… podría ser algo.
— Si, la verdad hay cosas que al pasar los años piensas que pudiste hacer…, o que se pudo hacer, o pasó…, — suspira — la verdad es que me has hecho recordar cosas que prefería dejar atrás. Durante muchos años veía a mi pequeño niño y pensaba que pudo haber sido el…, esperaba poderlo atrapar, o que alguien lo atrape…
— No es el único, la madre del niño falleció sin recibir justicia…
— Así es, pude hablar con ellos algunas veces…, estaban destrozados.
— ¿No otorgaron ellos ninguna información? — pregunta.
— No, eran personas humildes, buena gente…, si algo debo resultar es que ella fue quien más sufrió, se consumió poco a poco…hasta enfermar…, su padre, en cambio, se dedicó a trabajar y a trabajar, nunca se detuvo… creo que todos llevan el luto de formas diferentes.
— ¿Sigue trabajando? — pregunta.
— Si, según entiendo, al menos hasta la muerte de su esposa, sabía que seguía en la terminal pesquera, aunque a su edad actual, debe tener que… unos 67… no sé si continúe.
— Indagare eso también, — toma nota el periodista.
— Bueno, es todo lo que puedo hacer por ti, — dice el ex policía, — quizá si vas por la comandancia donde se llevó a cabo la investigación y les dices que vienes de mi parte te faciliten algunos datos, aún tengo amigos que siguen trabajando ahí.
Se ponen de pie.
— Gracias, pensaba ir, no pude leer el informe forense completo, solo lo que se filtró a la prensa, y sería bueno ver si algo ahí da nuevas pistas, algo que no vieron, tal vez…
— Pues no hay mucho ahí, no se encontró ADN, ni rastros de algo que nos llevara al lugar donde se cometió el crimen, solo que se hizo con una sierra potente y que ya está muerto cuando lo hicieron…
— Una sierra, ¿como las de un leñador?
— Nunca se pudo identificar con exactitud, ¡ah! No está en los reportes, pero tiempo después, alguien dijo haber encontrado la ropa del niño, bueno, uno de sus zapatos, pero… nunca se confirmó si era o no de él, pues el papá dijo que no era, la mamá dijo que si… al final no se pudo llegar a ninguna decisión.
— ¿Por qué? — pregunta Eduardo.
— No había prueba suficiente, el zapato lo encontraron unos ebrios en un basural, en las Afueras de Del Mar, cerca la playa…, era un zapato de colegio, se enviaron equipos a revisar la zona, pero no se halló nada más…, pudo ser de cualquiera. Creo que sigue entre las pruebas.
— Ok, gracias, eso me ayuda a seguir investigando, — le da la mano — lo mantendré informado si encuentro algo nuevo, muchas gracias.
El periodista condujo de regreso a Catalina del mar, en el camino pensando en las posibilidades de su investigación habían cosas algo raras entorno al crimen, pero como en toda investigación había que dudar y corroborar con datos sus hipótesis.
Tenía que averiguar tres cuestiones, la primera era hablar con el papá de Fernando, segundo averiguar sobre el bote en los muelles, tercero el zapato, cuarto, las pruebas de los forenses. El periodista sabía que estaba yendo sin una pista clara, pero tenía la convicción de que algo encontraría en el camino.
Por otra parte.
El Nacional de Catalina.
Alguien toca insistentemente la puerta de la oficina del director, jefe de Eduardo.
— ¡Ya va!,¡Santo Dios! — abre la puerta, se trataba de Susan.
— ¡Necesito que me digas a donde enviaste a Eduardo! — dice entrando estrepitosamente a la oficina.
— ¿Cómo entraste? — pregunta el jefe.
— Eso no importa, necesito hablar con él…, tu sabes que no vendría si fuera algo sin importancia.
— Mira, Susan, él no quiere verte, no me dijo por qué, —- regresa a su escritorio —, pero asumo que sus razones tendrán, yo soy su jefe y también el tuyo…bueno, lo era…, y no quiero tener que tomar represalias, así que vete a trabajar..., aun tienes una semana antes de que te vayas.
— Jefe, de verdad necesito hablar con el…, tengo muchas cosas que explicarle.
— No me importa, no puedo decirte donde está, solo que ya regresará, lo envié a un trabajo muy importante…, así que no necesita más líos en la cabeza.
—…, por favor…— ruega.
— No, ya te dije. Eres periodista de investigación… ¿Por qué no lo averiguas? — Sonríe con ironía — tal vez a tus amigos en La Primera les interese…
— ¿Tú también? Por favor jefe… somos adultos.
— Mira, Susa… eras una, eres aun, una de las mejores investigadoras que he conocido… y te entiendo que decidas por algo mejor, pero hay formas, no sé qué tema tengas con Eduardo y conociéndolo dudo que sea solo por un tema amoroso…, si lo sé, lo se… — dice sonriendo — también fui investigador, así que lo que corresponde a mí, no tengo problemas contigo, pero si me queda un muy mal sabor de boca de las formas que tuviste de conseguir ese mejor puesto. Así que por favor, si no quieres que nuestra amistad se vea dañada, haz tu trabajo, a fin de mes te daré la carta de renuncia y podrás trabajar donde quieras, pero no pretendas que yo te debo algo entrando aquí.
— Entiendo, si hablas con el… solo dile que lo lamento mucho, y que tengo que hablar con él, y tienes razón, no necesito que me facilites las cosas, pudo hallarlo.
— Buena suerte.
La mujer sale de la oficina.
— Diablos…, no sé si fue buena idea sugerirle que lo busque… — coge el celular y llama a Eduardo.
En catalina del mar.
Eduardo responde.
— Hola, jefe. Estoy yendo a casa del padre de Fernandito… quiero hacerle unas preguntas….
— Vino Susa, irrumpió en mi oficina…
— Jefe ya le dije, no quiero saber de ella…
— Espera, la eche… quería saber dónde te envié, pero tranquilo no le dije nada.
— Menos mal, lo que menos necesito ahora es a ella cerca.
— Pero, creo que podría averiguar dónde estás…, ya sabes cómo es, no sé qué demonios pasa con ustedes, pero si van a venir a jugar a “los amantes”, al menos no lo hagan aquí.
— Lo sé, jefe, no se preocupe, no me va a encontrar. Aparte ahorita estoy más concentrado en el caso, le informo más tarde, estoy por llegar.
— De acuerdo, suerte.
Cortan.
Eduardo estaciona el auto frente a la casa de la familia de Fernandito. Donde vivía Jorge, viudo de Gloria. El periodista bajó del auto y se acercó a la humilde casa, pero antes de tocar si quiera una vecina que estaba sentada en su puerta le dice que no se encuentra a estas horas.
— Se encuentra en el terminal pesquero, ahí trabaja el señor…— comunica la señora.
— Gracias, muchas gracias… — dice regresando al auto — ¿en qué lugar exactamente? el puerto es muy grande.
— Es el edificio más grande, dice “Florida” en la parte superior, es ahí donde descargan la mayoría de barcos pesqueros..., ahí trabaja el.
— ¿Cómo llego desde aquí? — pregunta Eduardo.
— Vaya de frente, cuando llegue a la avenida, siga de frente, vera varios letreros, no se perderá.
Rápidamente se dirigió allá.
No le fue difícil llegar, no tardo mucho, lo complicado era encontrar donde estacionar. Dejó el auto algunas calles antes puesto que el terminal era un lugar de mucho movimiento y comercio, había grandes edificios de venta de comida, pescado, y desembarcaban muchos pescadores en los muelles, entrar a pie era la única forma.
Se abrió paso por el puerto en busca del terminal llamado “Florida”, donde trabaja Jorge y donde trabajó también Felipe. Al adentrarse se dio cuenta que solo en este lugar había un número considerable de personas, muchas de las cuales venían de otros lugares a comprar, el lugar estaba bañado por una gran niebla matutina, pero se podía ver un poco en el horizonte a los barcos trabajando, los botes atados a los muelles, muchos enumerados, ninguno con el 28 al menos a la vista.
El terminal “Florida”, efectivamente el más grande fue fácil de encontrar, ahora debía ubicar a Jorge Domínguez, padre de Fernando. Se acercó y pregunto a algunos pescadores que estaban en el muelle cerca si lo habían visto, algunos no lo conocían, otros no respondían, pues estaban muy ocupados desembarcando su mercadería.
Finalmente ingresó al terminal, y preguntó por el que estaba a cargo.
Lo enviaron al fondo del terminal, donde estaban las oficinas, así que ahí se dirigió, el encargado era el señor Santana, Mauricio Santana, el presidente del puerto y dueño de muchos de los barcos y terminales del lugar. Muy respetado, pues su familia ha sido durante muchos años un referente cuando a la industria pesquera se refiere.
Hablo con una secretaria y esta le dijo que pasara, subió unas escaletas y arriba en la parte trasera estaba la oficina del señor Santana, la sorpresa fue descubrir que el señor santana era bastante joven, quizá 25 o 26 años.
— Buenos días, señor Jiménez, — saluda el presidente del puerto.
— Buenos días, — responde con un apretón de manos.
Toman asiento.
— El Nacional, lo leo algunas veces, — dice el joven presidente —… aunque debo decir que no tengo mucho tiempo, como vera aquí es una locura... — sonríe.
— Si, hay mucho movimiento, la ciudad en estas fechas está casi desértica, pero aquí hay mucho movimiento.
— Es que muchos comerciantes vienen de muchos otros distritos y hasta de otras provincias a comprar nuestros productos, yo mismo envió mucho a la fábrica “Florida” que tengo aquí en la ciudad catalina, enlatamos y procesamos mucho pescado y demás productos marinos…
— veo que le va muy bien. Catalina del mar es una gran fuente rica en vida marina. — comenta el periodista.
No fue difícil darse cuenta que el joven pensaba que venía a hacerle una entrevista sobre su emprendedor negocio familiar.
— Bueno, ¿a qué debo el gusto de su visita? — pregunta sonriendo el empresario.
— estoy buscando a Jorge Domínguez tengo entendido que trabaja aquí…
— Ah, si…, si sigue trabajando aquí, es uno de nuestros miembros más antiguos y más queridos también…
— Vine porque quería hacerle algunas preguntas, supongo que debe estar enterado de lo que aconteció en esta provincia hace cerca de 14 años…— pregunta el periodista.
— …, si todos aquí en la ciudad conocemos esa historia, algunas personas como mi madre sigue diciéndole a mis hijos que nunca hablen con desconocidos y que nunca se vayan por lugares desconocidos cuando regresen a casa…, fue algo terrible lo que sucedió. Yo estaba en el colegio en esas fechas.
— Me imagino, es usted muy joven.
— Si, me gradué hace poco de la universidad y vine para encargarme del negocio familiar, mi padre enfermó y falleció hace poco así que decidí hacer crecer el lugar con nuevas tecnologías e ideas innovadoras, incluso internacionalizar la empresa… — explica.
Eduardo mientras observaba las fotografías del alrededor de la oficina, fotografías del mar, de sus niños y el, su padre y sus diplomas, fotografías de viajes.
— Wow, que bueno que el negocio siga en pie, la gente emprendedora hace grande la ciudad y al país. — Sonríe el periodista —… como le comentaba, estoy investigando el caso y me dijeron que el señor Domínguez sigue trabajando aquí hasta el día de hoy.
— Cuando mi padre murió me dijo que él debía trabajar aquí hasta que el quisiera hacerlo, creo que eran muy buenos amigos, y pues lo que le sucedió también afecto a los que trabajaban con él, el sigue aquí, ya no sale a pescar pues su edad podría complicarle el desempeño, está en la zona de etiquetado, es un trabajo tranquilo y no se esfuerza.
— Me gustaría hablar con él, ¿Dónde lo encuentro? — pregunta.
El joven empresario se levanta y se acerca a la ventana.
— Sales por la entrada principal, hay una oficina aquí al lado, es donde llegan las descargas que se van para la fábrica, él tiene que etiquetarlas según peso y luego registrar sus salidas, son varios que trabajan ahí, pregunta por él.
— Muchas gracias, — dice el periodista poniéndose de pie. — iré de inmediato, ¿puedo sacarlo de sus labores unos minutos verdad?
— Claro, no hay problemas, — lo acompaña a la puerta de la cocina — una pregunta, ¿acaso han encontrado al que realizó ese crimen? — pregunta.
— No, pero estoy escribiendo una historia sobre el caso y sobre las pistas, ya sabe ha pasado tiempo, pero siempre hay algo nuevo que puede guiarnos y ayudar a cerrar el caso. — explica.
— Si, bueno, le deseo suerte.
El periodista se dirigió entonces donde estaba Jorge Domínguez. La oficina estaba justo al lado, era un edificio pequeño donde había varias ventanillas y varios trabajadores. El periodista se acercó a una de ellas y preguntó por Domínguez, una señorita que estaba ahí lo atiende y le dice que espere unos minutos.
Al cabo de un rato el señor sale de la oficina y se acerca.
— Buenos días, ¿me busca usted? — pregunta Jorge Domínguez, un hombre bastante cansado, se notaba en su mirada, se veía bastante mayor, siendo que tendría quizá unos 68 años aproximadamente.
— Buenos días, — dice Eduardo poniéndose de pie — sí, soy el periodista Eduardo Jiménez, — le muestra su carnet de prensa. — ¿cree que podamos salir para conversar unos minutos? — pregunta.
— Estoy trabajando, creo que… sería mejor después…en otro momento. — responde.
— Solo serán unos minutos, señor es sobre el caso de su hijo… — le explique.
— No, en este momento hay mucho trabajo, debo regresar. — insiste.
— Tengo la autorización de su jefe, vengo de hablar con el… me dijo que no habría problema que conversemos.
Al oír eso su actitud cambio, asintió y acepto conversar con el periodista, aparentemente el saber que no tendría problemas con su superior le permitió salir unos instantes, era un hombre que valoraba mucho el trabajo según parecía.
continua parte 2 http://www.letrasyalgomas.com/t35729-el-periodista-el-crimen-en-catalina-del-mar-parte-2