ELLA

ELLA

Hay ciertos momentos en que la vida nos sorprende, te mueve lo rutinario para meterte de cabeza en una historia que jamás hubieses pensado vivir.

Ese día era el primero del siglo lectivo y de mi último año en la primaria. Al fin dejaría la escuela aunque todavía debería esperar la última campanada y para ello faltaba todo un año.

Debo confesar que la escuela fue para mí una pesadilla, nunca me gustó ir a la escuela, a ella le debo haber tenido una infancia poco feliz.

No es común oír a un adulto decir que la primaria fue una pesadilla, será porque no es políticamente correcto o porque si uno lo dice, está casi obligado a decir por qué ante la mirada inquisidora de quien escucha.

La cuestión que a mí nunca me gustó ir a la escuela, mezclarme con un montón de locos gritones que se empujan y corren en los recreos y que no paran hasta después de terminado este y pasan varios minutos en el aula donde al fin son frenados con los alaridos desgañotados de la maestra.

Si señor… nunca me gustó la escuela, me costaba concentrarme con tanto barullo y para colmo descubrí más tarde terminado mis estudios, que parte de mi falta de interés en aprender era por mi miopía. No veía y no entendía y para colmo de males al ser uno de los más altos del grado las maestras me ubicaban al fondo del aula  teniendo entonces como consecuencia que no veía dos en un burro.

Y claro seguro que ustedes lectores están pensando por qué no decía que no veía.

Dos razones. Una es que cuando uno nace miope cree que todo el mundo ve como ve uno y la segunda razón es la timidez. La timidez en un punto paraliza y a un niño tímido más.

En fin, no era aquí donde quería llegar sino a contarles la historia que cambió mi vida.

Ese último año en la escuela tendríamos nueva maestra, una más entre todas las que tuve pensé, sin embargo, cuando la vi entrar tan joven al aula sentí que se me estrujaba el estómago y las mejillas se enrojecían. Pude verla a pesar de mi pobre visión y lo que vi fue tan bello como lo que nunca imaginé que pudiera ser la belleza y cuando oí su voz dulce y suave como miel, el corazón se aceleró casi al punto de escaparse del cuerpo.

Desde ese día la conexión con ella fue tal que todo lo demás que me rodeaba desapareció. Sólo veía su imagen y escuchaba su voz. Me interesé por todo lo que transmitía y me convertí en el mejor alumno de la clase.

Estaba feliz de ir a la escuela porque allí estaba ella. El resto del día era sólo espera por volver a verla.

Pero todo en la vida tiene un final. El siglo lectivo llegó a su fin y también el hecho de volverla a ver.

Una inmensa desolación se apodero de mí. Salí de la escuela y esperé oculto detrás de un árbol en la esquina  para verla por última vez cuando saliera del edificio. Luego de unos minutos salió caminó dos cuadras y tomó un colectivo. Tuve el impulso de corres y alcanzar el colectivo pero, no lo hice me quedé inmóvil viendo como el vehículo se perdía de mi vista.

Al año siguiente comencé la secundaria con lentes para mi miopía. La pesadilla de la primeria sólo estaba en el pasado pero, el recuerdo de la maestra seguía prendido, encarnado en mi pensamiento.

Terminé la secundaria y en las escalinatas de la facultad de Derecho cursando el tercer año de la carrera la encontré. Seguía tan hermosa como siempre, me presenté y fuimos a tomar un té con una rodaja de limón, cosa que hacemos diariamente en casa antes de llevar nuestros hijos a la escuela.

Disfruté tu relato. Simple, llevadero, como la vida misma.
Mis felicitaciones colega.
Shalom

Ricardo me identifiqué con mi actitud para asistir a la primaria, mi condición de timidez se exaltaba y quería quedarme en casa. A veces hasta fingía estar enferma, pero veo que a ti te fue mucho mejor que a mí en secundaria y universidad y ahora disfrutas plenamente.

Muy buenas tus letras... Un gusto leer...

Un relato que moviliza recuerdos a quienes ya tenemos muchos años. La primaria para mi fue una etapa hermosa. La vida en general, fue y es hermosa, llena de momentos lindos y no tan lindos, pero que le dan ese color de misterio y ganas de ser vivida.
Nilda

Que historia tan onteresante, me ha gustado leerla.
La timidez era tan normal en nuestra infancia y adolescencia.
La falla de vista, igual, porque nacíamos miopes o porque leíamos mucho.
A mi me pasaba lo contrario, me fascinaba la escuela, los actos culturales, participar en ellos.
Esta historia me trae a la memoria un artículo que escribió mi exalumno JHONNY MOGOLLÓN, - que conservo debajo del vidrio de mi mesita de noche - el alumno eternamente enamorado de su maestra y una sin saberlo lo descubre muchos años después... sueños de adolescentes que se identifican plenamente con el desarrollo de nuestro trabajo áulico... El interés tiene paticas y camina... por fin alguien incentiva el apego a la escuela.
Un placer leerte. Siempre lo hago, aunque usted nunca me comenta.
Felicitaciones.