EL SEGUNDO FINAL

Se giró al escuchar el grito, escuchó su nombre, un estallido largo y vio el rostro indeseado. Pensó que había llegado el final.

En el instante en que sus miradas se encontraron se detuvo la lluvia, desapareció la tormenta, el fuerte viento que en su desesperada huida lo empujaba cesó y la oscuridad de la noche cómplice, se convirtió en un día iluminado.

La expresión de odio y la brillante arma apuntándolo, se llenó de terror. Quiso correr, desaparecer, estaba paralizado; quiso rogar y las palabras inundaban su boca, pero no podía articular una sola. El ruido de la explosión no cesaba y parecía provenir de todos lados y de ninguno. Detrás, el enorme reloj de la catedral marcaba las once horas con cincuenta y nueve minutos de la noche.

Pensó, esto no puede ser el fin, pensó que se recuperaría del miedo que lo petrifico y que se echaría a correr antes de que su perseguidor decidiera dispararle, era imposible.

El tiempo transcurría, el terror aumentaba. Tratando de ver mas allá de esos ojos inyectados de sangre, se dio cuenta de que una partícula transparente se interponía entre sus miradas. Le tomó unos segundos y se dio cuenta con pavor, que la lluvia no había cesado, que miles de gotas permanecían inmóviles en el aire.
Del cañón de la pistola salía una lengua de fuego sin movimiento. En el accidentado piso mojado de la plaza, se  proyectaban sombras de diversos tamaños y formas, justo al lado de la que tenía forma de hombre sosteniendo un arma había otra que, a diferencia del resto, se movía imperceptiblemente.

En su mente transcurrían el tiempo sin poder apartar su mirada de esos ojos bien abiertos. Con esfuerzo, pudo apreciar metros atrás a una pareja abrazada también inmóvil, a un perro detrás de un gato el cual eternizaba un salto hacia un árbol y no quiso explorar mas. Lo que acababa de descubrir lo llenó de terror y confusión, no creía en Dios y aún así se preguntaba si esto era el infierno; sin quererlo, recordaba a las personas a las que asesinó, ¿habrían experimentado lo mismo? muchas de ellas tal ves no lo merecían, estaba seguro de que él si. La repentina suspensión del tiempo lo asustaba, pero era el cambio de la penumbra a la luz y ese ruido incesante lo que empezaba a enloquecerlo.

Siempre creyó ser mas inteligente que el resto, en especial que su ex camarada quien lo acompañaba en esta inverosímil situación. Tenía la certeza de que éste estaba mas asustado, tanto como esa pareja, y tan confundido como el perro al ver un gato elevarse a los cielos.

Calculó que habrían pasado un par de horas desde que el tiempo se detuvo, al verse imposibilitado de hacer algo mas que observar a su enemigo, empezó a cuestionar si estaba loco o si ya estaba muerto. Siempre supo que merecía el castigo, sabía que la venganza es socia del destino, que van por el mundo ajusticiando a los indeseables, que como él hay muchos y por eso demoran en encontrarlos, pero que siempre terminan por hacerlo. Así pasaba el tiempo, muchísimo tiempo.

Trato de forzarse a dormir, tal vez era solo una pesadilla, pero no sentía cansancio ni sueño. Pasado un tiempo anhelaba la muerte. A veces creía estarlo porque que en todo este periodo de tortura divina o demoniaca, no había exhalado la ultima bocarada de aire que tomo tanto tiempo atrás, cuando se asusto al escuchar su nombre. Los parpados abiertos y lo único que quería en ese instante eterno era apartar la vista de esos ojos.

Un leve roce fue lo primero que sintió, se alegro y esperaba con ansias que su corazón volvería a latir lentamente y finalizara esta prueba diabólica. Luego de mucho rato, esa sensación se convirtió en un pequeño dolor que mucho tiempo después fue abarcando lenta, lentísimamente todo su pecho. Un dolor insoportable, como si de a pocos dejaran descansar una enorme piedra sobre él, sufría una agonía larguísima, dolorosa y silenciosa mientras sus huesos se quebraban milímetro a milímetro.

El cuerpo cayo inerte, fue un tiro limpio al corazón. Los truenos y la lluvia de la tormenta camuflaron lo ocurrido. Mientras corría lejos de una pareja que ingresaba a la iglesia, cruzo al lado del cadáver cuando otro rayo ilumino el pueblo un instante, lo necesario para ver por el ultima vez el rostro del traidor. Las campanas resonaron, era media noche.