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___No tema señorita, ese desgraciado ya no la molestara___ Le dije con una mirada profunda
___ ¿Perdón? No me gusta que nadie me toque señor, menos un desconocido, déjeme pasar ___Le dije con mi voz entrecortada por los nervios de aquella situación, pues, en lo único que pensaba era en salir huyendo del lugar.
___Discúlpeme, no quise faltarle el respeto, soy un admirador de su arte y de su inmensa belleza, no le diré mi nombre, porque hace mucho que no lo uso, tanto que ni yo quiero recodar como me llamo, mas sepa usted que de mi nada puede temer. Por favor, va en contra de las normas que nos enseñaron ya lo sé, aunque en este lugar queda todo muy lejano ¿no cree?, pero a pesar de ser un desconocido para usted e ir contra sus principios, le pido humildemente que se tome una copa conmigo.___ Le respondí soltándola del brazo y dejándole paso para que se sintiera libre. La deseaba sí, pero no era un cazador. No así…
¡UY! Es un seductor si tan sólo oírlo se derrite mi piel, pero, que va, es como cualquier otro sólo está usando sus atributos para cazarme como a una de todas sus conquistas, no le daré en el gusto...
___Mire señor llámese como sea déjeme pasar o no respondo de mí, soy una dama, pero, sé defenderme, permiso...
No le respondí y deje que se marchara a su camerino, pero más pronto que un susurro de viento me presente allí con dos copas de champán en las manos cogidas en volada de la bandeja de una camarera conocida y a quien no le importó mi particular robo... El camerino de la enmascarada a ser la estrella del lugar, y pese a ello era extraño, estaba situado aparte y únicamente era de ella. Fui tan rápido, que la dama no le dio tiempo a cerrar la puerta.
___ Fuera hace una Luna llena hermosa y solitaria. Dicen que cuando un hombre y una mujer brinda con champan ante ella, la Luna se conmueve y sintiéndose menos sola, derrama un invisible manto de plata que toca en caricia los corazones de los brindadores ¿sería capaz de despreciar un brindis ante ella?
___ ¿Así? pues usted y su luna pueden beberse el champan fuera de mi camerino, no tengo tiempo para romanticismo mediocre, por favor retírese antes que llame a seguridad.
Casi le di con la puerta en la nariz, es muy osado, atrevido, sin embargo es guapísimo y encantador, sólo que no puedo darle tanta confianza como para entrar a mi camerino, nadie debe ver mi rostro.
¡Ay Dios! si esta puerta que acaricio fuera él, sus manos, su cuerpo, mmm. Este hombre me empieza a enloquecer...
¿Se habrá marchado?, no siento ruido, abriré para ver...
El portazo fue tremendo y casi se carga las copas que tiritaron frías como mi sonrisa en aquellos momentos patética, pero su desprecio hacía que mi sangre se encendiera más en deseo por ella, podía tener cualquier mujer en mis brazos aquella y todas las noches, no en vano era conocido como el vagabundo amante, pero sin embargo ninguna tendría el embrujo de la dama de la noche, ninguna seria ella, brava y con su aire de misterio...
Doblaba el pasillo de los estrasijados camerinos cuando sentí abrir su puerta, mi corazón se paró por un segundo, respire hondo susurrando una oscura e ininteligible oración y me escurrí entre las sombras... Tenía que ser ella, lo sentía, lo percibía mi propia sangre, la misma noche me lo susurraba en su lenguaje ensortijado, no me equivocaba. La esperaría a la salida.
___Se fue, menos mal, me comencé a pasear por todo el cuarto, pensando en él, me arrojé al sillón apretando los cojines, como si quisiera prolongar ese instante y el sitio imaginando cómo sería ser tocada por esas manos tan fuertes y a que sabrían sus besos, era un tipo muy atractivo y carismático, por eso su fama en el lugar, pero, yo, no le daría en el gusto aunque conociéndolo ha de estar de escurridizo por los oscuros pasillos esperándome, mmm, ya verá que no soy ninguna tonta y siempre estoy preparada para cualquier ocasión, esto me servirá, la ropa de mucama y el carro de la limpieza, no se atreverá, me ataré el cabello y con esta gorra estaré irreconocible, je, je, je, seguro que si esta por ahí, no pensará que soy yo...
Las horas se me fueron escapando por mis sentidos en una amarga sequedad, aquella mujer enmascarada, esa dama de la noche era más astuta que lo que yo esperaba... Y la noche se marchaba con paso cansado pisoteada por el alba que se iba apoderando de su alma en un ciclo eterno. Y tras la noche marchaba yo envolviéndome en sus últimos harapos de oscuridad, mascullando una maldición por mi fatalidad y mi incapacidad de prevenir su astucia e hincándome las uñas en mis puños cerrados.
Rosana Vera Vidal y Miguel Ángel Muñoz
Código: 1107199704579
Fecha 19-jul-2011 2:53 UTC
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