DESTACADOMi otro amigo hermano Reinaldo “Cacho” Chetto
Que cosas tiene la vida, te arrima tanto guacho mal parido y de repente… te sorprende compensando la cuestión con un tipazo como Cacho.
Cacho era del barrio pero, tres años mayor que yo lo que de alguna manera impidió que hiciéramos buenas migas. Cuando uno es chico tres años son tres siglos de distancia.
El bar sería más tarde, en nuestra adolescencia la escusa para que nos encontráramos y nos conociéramos para ya no separarnos.
Ese bar estaba sobre la avenida Maipú allá en puente Saavedra, un lugar difícil sobre todo teniendo en cuenta sus antecedentes en tiempos pasados y que todavía estaban vivos en ciertos personajes oscuros que rondaban la zona.
A sólo 10 cuadras de casa ese lugar de reunión era el límite entre el barrio y la puerta al mundo.
La gente estaba bien dividida dentro del boliche a pesar que nos conocíamos todos. La primera división era por edades, los más grandes nunca se juntaban con los más jóvenes. La otra división estaba dada por actividad, estudiantes y laburantes juntos, burreros y vagos, chorros y fiolos, ocupaban mesa por otro lado del salón.
Cacho era pintor de obra y yo con el gallego habíamos dejado la secundaria y saltábamos de trabajo en trabajo tratando de hacernos un porvenir que sentíamos no llegaba nunca, hasta que el gallego enganchó en un laboratorio de productos químicos y yo en la Presidencia de la Nación como fotógrafo.
Con Cacho compartíamos la bohemia, nos gustaba escribir, hacer teatro, la magia de la noche y alimentar el humor nos sacaba de los dramas del mundo.
Gozamos estar juntos, como lo hacemos hasta ahora que somos dos veteranos con más golpes que rodilla de zapatero remendón.
Tanto era así el disfrute, que cuando salía de la Presidencia me iba hasta donde estuviese pintando para cebarle mate y estar con él.
Cacho es un tipo profundo y divertido, capaz de hacer las cosas más insólitas en el momento más inesperado con una creatividad asombrosa.
Siempre dije que deberíamos pagar para estar con él por lo mucho que se lo disfruta.
Claro que no son todas rosas, también nos tocó acompañarnos en momentos difíciles, los amigos no esquivan el bulto cuando viene la fulera y la fulera llega tarde o temprano y allí se ven los pingos.
Recuerdo que cuando murió mi viejo Cachito dejó su trabajo varios días para acompañarme en mi dolor, no se me separó un instante y el Gallego que es un tipo práctico sabiendo que estaba acompañado, me acercó un cheque en blanco por si hacia falta.
Sólo una de las tantas que Cachito estuvo en mi vida como si fuese la suya.
Mis dos amigos a pesar de ser distintos tienen el alma limpia… son íntegros, está en las malas y en las buenas siempre… que sean las mías. Quiero decir que… de ellos sólo comparten lo bueno que les pasa, lo malo no lo cuentan para no amargarme.
La vida como dije al principio tiene esas cosa… te da un sacudón para que aprendas y después un beso en la boca regalándote un amigo como Reinaldo “Cacho” Chetto