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 Una Lección con Baile

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MensajeTema: Una Lección con Baile   Una Lección con Baile Icon_minitimeSáb Jul 11, 2015 3:56 pm

En la localidad de Chañar Ladeado, provincia de Santa Fe, por fin había algo que celebrar. El centro criollo “El Apero” festejaba sus bodas de plata con una gran cena y baile. Las tarjetas se comenzaron a vender con dos meses de anticipación y si, por alguna razón, los potenciales asistentes no las podían abonar en su totalidad de una vez, podían reservarlas entregando la mitad de su valor para saldar el resto el mismo día del evento. De cualquier manera, la venta fue un éxito y al final quedó gente sin poder concurrir por falta de espacio físico. Esa fecha fue muy esperada por los integrantes de la Comisión Directiva, los cuales trabajaron infatigablemente para que esa fuese una noche inolvidable. Entre otras cosas recorrieron todos los negocios del pueblo pidiéndoles a sus dueños, como colaboración, algunos de los tantos artículos que tenían a la venta, para luego sortearlos entre los presentes.

No se olvidaron de pedir en las peluquerías cortes de cabello gratis como premio, taco o media suela al único zapatero que aún ejercía en el rubro, y en las farmacias algún analgésico de bajo costo y venta libre, de esos que en ningún hogar faltan, aunque sea por las dudas. Contrataron mozos y asadores, el menú consistía en carne vacuna y pollo a la parrilla, y hasta revisaron cuidadosamente los Libros de Actas para recabar información acerca de quienes habían presidido la institución, quien era el socio más antiguo y quien el más joven, para luego reconocerlos entregándoles medallas y diplomas. Las mujeres se encargaron de confeccionar guirnaldas de diversas formas y colores, los centros de mesa, souvenirs alusivos a los 25 años y, para abaratar los costos, el plato de entrada, que era de dos empanadas de carne, y la mesa de dulces para el final.

Todo estaba dispuesto para el primer sábado del mes de julio, a nadie le importaba el frío, porque calor humano y entusiasmo sobraba. ¡Y por fin llegó el día! Las chicas desfilaban delante de los espejos para comparar cual vestido lucirían mejor y ser la envidia de las demás. No fueron la excepción las hijas de doña Brígida, quienes muy esperanzadas en ser la atracción principal, ensayaron peinados, arreglaron con esmero sus uñas e intercambiaron zapatos y carteras. La que estaba complicada era doña Brígida, que tenía que trabajar hasta las cuatro de la tarde en la fonda del Froilán y ni siquiera iba a poder dormir una horita de siesta, pues tenía que planchar su pollera y los vestidos de sus hijas y dejarle la comida preparada al Prudencio, su marido, que no iba a encuentros sociales ni por obligación. Ella lo hacía más que nada por las muchachas, que con tantas ganas esperaban esa ocasión.

A la nueve de la noche, emperifolladas y perfumadas, marcharon hacia El Apero. Ya había cola para entrar. Las puertas se abrieron pasadas las nueve y media pero la gente iba llegando con anticipación para tomar las mejores mesas, es decir las más cercanas a la pista de baile y el escenario, para de ese modo poder observar a los bailarines y escuchar mejor a la orquesta. Afortunadamente pudieron conseguir una mesa muy bien ubicada, lejos de la puerta para no tomar frío y compartida con otras personas conocidas del barrio. Doña Brígida se sentó inmediatamente. Sus piernas estaban deshechas, y por largo rato no se sacó el tapado porque aún las estufas no habían calefaccionado lo suficiente el gran salón. A la pobre, tan cansada, le pareció eterna la espera de la comida, porque antes, la Comisión Directiva desarrolló un acto protocolar colmado de discursos tan aburridos como largos para finalizar, por fin, con las distinciones. Los mozos, cuando entraron en fila portando en bandejas las empanadas humeantes, fueron recibidos con un unánime y caluroso aplauso. Entonces los presentes se dieron a la tarea de cenar mientras charlaban  animadamente. Luego del plato fuerte pero antes de la mesa dulce, la orquesta hizo su primera aparición y dio comienzo el bailongo.

***

Los músicos arrancaron con una buena milonga entradora y los de siempre, que apenas se habían podido contener todo ese tiempo en sus asientos, salieron a la pista recorriéndola con ganas y cruzándose las parejas a pura velocidad y cabriolas de pies maromeros que parecían echar chispas sobre el piso.

Llegada esta instancia, doña Brígida pareció despabilarse un poco más de su agotamiento acumulado, aunque no lograba entender el motivo por el que sus hijas rechazaban uno tras otro los convites de los muchachos para salir a bailar.

- ¿Se puede saber qué les pasa? - Les preguntó después de ver desfilar a más de una decena de candidatos rechazados.

- Es que todos esos son peones de campo, mamá - Le respondió la mayor -  Nosotras queremos ser pretendidas por algo más…, algo más…, como le puedo decir…, alto.

- Pero si la mayoría de esos mozos son de buena estatura y algunos hasta bien pintones.

- No mamá…, usted no me ha entendido. Cuando dije alto me refería a la posición social.

- Ah…, ya veo. ¿Pero ustedes han venido hoy acá para divertirse un rato o para cazar pretendientes?

Sonrojadas, ninguna de las hijas se atrevió a contestar esa pregunta tan directa. Doña Brígida se encogió de hombros y mirando hacia la acción en la pista, sólo atinó a decir:

- Ustedes sabrán lo que hacen. Pero les aviso que si van a seguir planchando mozos y no se animan un poco, dentro de un rato nos volvemos todas para casa porque estoy demasiado cansada como para estar acá como maniquí de vidriera.

Unos instantes después de este altercado menor entre doña Brígida y sus hijas, hubo cierta conmoción en la puerta mientras hacía su entrada a la sala un señor alto, canoso, ya entrado en años pero de muy buen porte y natural elegancia. Venía desde Rosario, decían, y era primo de Paramecio Ciliado y su esposa Ameba, dueños del almacén de ramos generales.

Aunque nunca lo habían visto antes, parecía que el hombre tenía cierta importancia, pues ni bien ocupó una mesa, los mozos le sirvieron su porción de comida que todos los otros asistentes ya habían despachado. Pero esto sólo distrajo a la concurrencia unos minutos y el interés volvió muy pronto al apogeo del baile y el buen talante que imperaba en ese ambiente celebratorio.

Cuando luego de varias piezas que iban ganando en ritmo e intensidad la orquesta, muy oportunamente, hizo un intervalo para tomarse  un breve descanso y a la vez dar lugar a que los presentes pudiesen degustar los postres, doña Brígida, que se estaba ofuscando seriamente por las desmedidas pretensiones de sus hijas que seguían rechazando invitaciones para bailar, notó que el caballero visitante miraba insistentemente hacia su mesa desde el lado opuesto del salón y, al cruzarse sus miradas, el señor le hizo una leve inclinación de cabeza con gran respeto a la que ella respondió con la debida cortesía.

- Ustedes, princesas - Le dijo sarcásticamente a sus hijas - ¿Querían un pez gordito? Miren enfrente. El caballero recién llegado nos acaba de saludar con gran deferencia. Y ese seguro que debe llegar de sobra  a las alturas que ustedes quieren.

- ¡Pero mamá! - Exclamó la mayor, intercambiando miradas con sus hermanas, sin poder disimular la sorna - Ese señor es…, bueno…, no quiero que usted se moleste…, pero es más o menos de su edad.

- Ahh…, un viejo quieren decir. ¿Pero por qué no tratan de disfrutar un poco del baile hoy, que para eso las he traído? ¿Qué importancia tiene la edad si es para bailar un rato? Háganme caso y dejen las pretensiones para otra ocasión y vayan a divertirse. Además, quien sabe, capaz que el señor tiene un hijo, un sobrino o un hermano menor casadero…

Pero las hijas de doña Brígida, que dicho sea de paso tampoco eran unos dechados de belleza, siguieron plantadas en su postura de inalcanzables y el caballero al otro lado del salón nunca hizo el intento de invitarlas a bailar.

Cuando los bostezos le empezaron a venir uno tras otro en cadena y doña Brígida ya se disponía a levantar campamento con su altiva y pretensiosa descendencia, ella notó como se iban apagando paulatinamente las luces mientras los ritmos de la orquesta mudaban su ímpetu original hacia los suaves acordes de valses, baladas y boleros. ¡Había llegado la hora de los lentos!

Ahí mismo las muchachas, decepcionadas, hicieron eco de los deseos de su madre y empezaron los aprontes para el regreso a casa. En esos menesteres se hallaban cuando el caballero visitante, de cerca más alto de lo que aparentaba, se acercó a la mesa con visible timidez. La madre miró a sus hijas como dándoles coraje para no hacerla quedar mal y aceptarle al menos la concesión de un baile. Las chicas, despavoridas, le devolvieron ojeadas suplicantes y casi en seguida fijaron su vista en el piso como si se les hubiese perdido algo. Pero todas estaban equivocadas de cabo a rabo. Al inclinarse, con una voz profunda y varonil, a quien se dirigió el señor muy respetuoso fue a doña Brígida, que quedó tiesa por la sorpresa:

- ¿Me haría el honor de concederme esta pieza, señora?

***

La aludida, absolutamente sorprendida y desconcertada, en principio sólo atinó a señalarse a sí misma con el dedo índice y a responder la inesperada propuesta con un apenas audible:

- ¿Me lo dice a mí…?

- Si señora, le reitero que sería un placer que me acompañara en este tema – Mientras de fondo sonaban los dulces acordes de "Bésame Mucho".

Las hijas estaban pasmadas y, a decir verdad, bastante celosas de que un hombre mayor pero tan apuesto hubiera tenido tamaña deferencia con su madre y no con ninguna de ellas.

La pobre Brígida, petrificada, sintió tal galope del corazón en su pecho que por un momento temió caer redondita al piso ahí mismo. Al mismo tiempo, en su mente se desataba velozmente una suerte de monólogo interior donde se preguntaba una y otra vez por qué justo a ella tenía que ocurrirle algo así. Visualizó en un instante una miríada de imágenes, pero la primera y más notoria fue la de su marido, quien se había quedado en casa por propia voluntad y esa altura de la noche estaría durmiendo tranquilo y totalmente ajeno a lo a ella le estaba sucediendo. ¿Qué debía contestarle a ese hombre educado y gentil, que por un momento le hizo sentir que a pesar de sus años algún interés, aunque momentáneo, había logrado despertarle?

De aceptar, le iba a ser difícil enfrentar las miradas de la gente. Todos la conocían y seguramente al otro día sería la comidilla preferida para el chismorreo. Con el único hombre que había bailado en toda su vida, hasta ese momento, había sido Prudencio, y aunque sabía que salir a bailar un lento con otro hombre no significaba cometer una infidelidad, muy íntimamente sentía otra cosa. Su formación y principios le taladraban la cabeza con un insistente “no”. Sin embargo, ese “no” rotundo, por alguna razón, aún no podía disuadirla totalmente a declinar la invitación y no lograba salir de sus labios.

Mientras le surgía toda esa cascada ininterrumpida y vertiginosa de pensamientos, se acordó de la Coca y de cómo su marido la había sorprendido besándose con el panadero de la esquina. Cuando el hecho salió a la luz fue un verdadero escandalete, pero por suerte para la infractora, duró poco, pues habiendo sido la falta coincidente con el mundial de fútbol, en cuanto comenzaron a jugarse los partidos el interés de la gente mudó rápidamente su foco hacia aquel evento, y en el pueblo sólo se hablaba del fixture, reunirse para ver jugar a la selección argentina y por supuesto el anhelo de todos de llegar a ser campeones.  Por otro lado, en su caso, al día siguiente, cuando todos seguramente iban a estar hablando de ella, no habría ningún acontecimiento de gran relevancia, salvo por una maratón a beneficio del hospital regional; pero eso duraba a lo sumo tres horas y no desviaría la atención de nadie. Como si todo esto fuera poco, también llegó al torbellino de su mente un episodio ocurrido quince años atrás, cuando descubrió al Prudencio pavoneándose con la enfermera de la salita de primeros auxilios, una pelirroja bastante ligera de cascos. Ella se lo perdonó, pero siempre le quedó la duda si no había algo más entre ellos. “Y bueno… - pensó en una conclusión permisiva – Si llega a reprochar mi actitud, le recuerdo en seguida lo de aquella mosquita muerta.”

Ante la mirada expectante del desconocido que aguardaba con paciencia una respuesta, suspiró hondo, le dijo a sus hijas que volvieran a sentarse y dirigiéndose al desconocido contestó con voz trémula:

- Bueno, pero una sola, que ya es tarde.

Con paso inseguro y  sintiéndose observada por un enjambre de ojos, caminó delante de él hacia la pista. Una vez allí, el caballero le rodeó la cintura regordeta con uno de sus brazos y alzó el otro para tomarle delicadamente la mano derecha. En ese instante ella no pudo evitar sentir una repentina sensación de incomodad; sus manos estaban ásperas de tanto pelar papas en lo del Froilán, pero logró superar con entereza el momento. Él, muy bien vestido y con un agradable olor a perfume caro, se inclinó levemente dada la diferencia de estatura y amagó rozar su mejilla con la de ella, pero fue rechazado rápida y sutilmente.

Decenas de ojos sorprendidos e incrédulos miraban a la pareja, pero los más intensos y mordaces eran los de sus propias hijas, quienes creían estar viendo una película de ciencia ficción.

Mientras tanto, y como el bolero ya había comenzado cuando doña Brígida por fin se decidió a aceptar, sólo llegaron a bailar unos dos minutos antes de que la música cesara sin que pudiesen intercambiar una sola palabra. Cuando ella intentó volver a la mesa, el caballero amablemente la tomó del brazo y le pidió otra pieza.

- Disculpe, pero le dije que le concedía sólo una.

- Ya sé, pero es que ha sido muy corta. Por favor, hónreme con otra - Y en seguida, como si fuera un eco de sus palabras, comenzó a escucharse la voz melosa del cantante que entonaba: “♪Ya no estás más a mi lado, corazón…♫”

***

En el aire gélido de la noche, mientras caminaban tiritando de vuelta a casa arropadas hasta las orejas, lo que tendría que haber sido un recorrido animado por una vivaz cháchara femenina fue un castigo de silencio mortal. Doña Brígida, muerta de frío pero con la cabeza erguida por su dignidad que ella sabía incólume, iba por delante de sus hijas que no le habían dirigido la palabra desde mucho antes de salir del centro criollo.

Mientras caminaban a paso vivo para generar un poco de calor corporal, la mayor no aguantó más y apurando el tranco hasta emparejar a su madre, le espetó:

- ¿Y…? ¿Usted piensa seguir así, sin decir nada, mamá? ¿Nada de nada…?

- ¿Me podés explicar qué querés que diga m’hija?

- ¡No sé…, algo! ¡Pero Dios Santo, como si lo que pasó necesitara más explicación! Su actitud en el salón…, su baile con ese hombre…, las miradas de los vecinos chismosos. ¡Todo ese escándalo!

- ¿Escándalo...? ¿Escándalo decís, mocosa presumida? Todo lo que yo hice fue lo que ustedes no quisieron hacer durante la noche entera. Salir de la maldita rutina, sentir por unos minutos la diversión que nunca tengo, disfrutar un poco. Y bien poco que fue. Sólo dos piezas con ese caballero tan buen mozo.

- ¿Pero qué van a decir mañana en el pueblo? ¿Qué va a pasar si esto llega a los oídos de pa…?

- ¡Me importa un bledo lo que digan o quién se entere! ¡Yo no hice nada más que bailar dos canciones! ¡Dos miserables canciones! Y en forma muy apropiada, por cierto.

- Pero mamá…, eran lentos, de esos que son para chapar, y con los vecinos mirando…

- ¡Ya, ya, ya! Aquí parece que yo fuese la joven y ustedes las viejas. Los ritmos ligeros no se me dan, no tengo gracia para bailarlos, y si todos estaban mirando mejor aún, porque entonces pudieron ver bien que no pasó absolutamente nada. Y más que ellos, me preocupan ustedes, que son mis hijas y creo que a estas alturas deberían conocerme mejor. Olvídense ya del asunto.

Con un profundo suspiro carente de resignación, y una rebeldía que le era imposible de suprimir, la hija menor se atrevió a hablar por primera vez:

- Ay mamá…, con todo lo que Norma le ha dicho. ¿Usted no puede reconocer la derrota? ¿No sabe cuándo rendirse?

Doña Brígida paró en seco y dio media vuelta como un rayo para quedar enfrentada a sus hijas, que se pegaron flor de julepe por su inesperada reacción. Levantó aún más la cabeza y antes de responder taladró con ojos furibundos a cada una de ellas:

- ¿Rendirse…? ¿Qué es rendirse…? Oigan bien lo que les voy a decir por esta será la única vez que lo haga y más vale que les quede muy claro. Nosotras no sabemos lo que es eso. ¡¡¡Nosotras somos mujeres!!!

Nunca más se volvió a mencionar el asunto. El único comentario suelto por ahí que alguna vez llegó a oídos de doña Brígida, fue la inesperada rapidez con que sus hijas habían madurado.


Una Lección con Baile -
GNU FDL -
Griselda Brollo y José Oliva


Escrito en forma conjunta con la escritora y poetisa zarateña Griselda Brollo.
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MensajeTema: Re: Una Lección con Baile   Una Lección con Baile Icon_minitimeSáb Jul 11, 2015 7:53 pm

Ahhh... (onomatopeya de satisfaccion, pero de una satisfaccion maxima, a lo bestia!)

Lindo, lindo, lindo! Me ha fascinado! Me envolvio tanto esta historia que hasta olvide mi mania de buscar inconsistencias. Y hombre, es que este escrito no las tiene! La narrativa es fresca, cristalina, si se me permite el adjetivo. Este es un trabajo soberbio, soberbio en su acepción de grandioso o magnifico. Con este trabajo, hoy he leido dos escritos que me hacen sentir orgulloso de estar entre ESCRITORES del calibre de vos, Fobio.

No tengo nada mas que decir y si mucho que agradecer a ambos dos, a vos y a Griselda Brollo por tan excelente trabajo.

Abrazo fraterno para ustedes.
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MensajeTema: Re: Una Lección con Baile   Una Lección con Baile Icon_minitimeSáb Jul 11, 2015 9:53 pm

Wow...! No se qué decirte, excepto agradecerte de mi parte y el de mi compañera de letras y amiga, la señora Griselda Brollo, por tan edificante comentario, amigo Roberto. Entonces, por suerte, la admiración es recíproca y a mí creeme que también me enorgullece tenerte como compañero de Letras. Muchas gracias compadre.
Mi abrazo fraterno de costumbre para vos,
José
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MensajeTema: Re: Una Lección con Baile   Una Lección con Baile Icon_minitimeLun Jul 13, 2015 11:08 pm

Bueno,y para seguir agrandando tu ego,realmente magnifico cuento.
Cuando abro una historia,primero miro por arriba como es de largo,y si lo veo extenso, leo el primer párrafo...y así  hice aquí,y cuando quise acordar ya estaba en el final.Atrapa la narración y se ee de forma ágil,es ameno y permite visualizar la escena.
Me encanto,por demás fiel a tu estilo.


Que las hadas te acompañen
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MensajeTema: Re: Una Lección con Baile   Una Lección con Baile Icon_minitimeLun Jul 13, 2015 11:26 pm

Muchas gracias Poe. Me alegra mucho que te haya resultado entretenido. Sólo quiero hacer la salvedad de que el mérito es plenamente compartido con la coautora, la señora Griselda Brollo, quien fue la que tuvo la idea original y a quien le pertenecen varios párrafos de las escenas del cuento.
Un abrazo y beso enooormes!
José
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MensajeTema: Re: Una Lección con Baile   Una Lección con Baile Icon_minitimeMar Jul 14, 2015 1:20 pm

Felicitaciones a ambos, Sra. Griselda Brollo y José, un relato que tiene lo necesario para cautivar al lector y mantenerlo leyendo hasta el final, además de contenido. Un abrazo.
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MensajeTema: Re: Una Lección con Baile   Una Lección con Baile Icon_minitimeMar Jul 14, 2015 11:09 pm

Muchas gracias por el tiempo de tu lectura y comentario, Silvina. Me alegra mucho que te haya gustado y, lo que es aún mejor, entretenido.
Un abrazo de vuelta,
José
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MensajeTema: Re: Una Lección con Baile   Una Lección con Baile Icon_minitimeLun Jul 20, 2015 9:48 pm

Felicitaciones a la misteriosa señora Griselda Brollo y al gran Fobio por una historia muy bien hecha, entretenida, con su dosis de ironía y posiblemente  basada en una realidad.
Valió la pena ir deslizándose por cada línea que, indudablemente, ha sido escrita con cuidado y, sospecho, con tiempo incluidas revisiones antes de ser publicada.
Claro, ya conozco desde hace varios años a Fobio y siempre sus textos son interesantes.
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MensajeTema: Re: Una Lección con Baile   Una Lección con Baile Icon_minitimeMar Jul 21, 2015 7:08 pm

Muchas gracias por tus palabras, amigo Jaime. Me alegra mucho que el cuento te haya gustado. Te cuento que la Sra. Griselda Brollo no tiene nada de misteriosa. Ella es una antigua compañera del taller literario al que asistíamos en mi ciudad, en Argentina. Nos hicimos amigos porque a ambos nos gusta como el otro escribe y, hace un tiempo, decidimos probar de escribir algo juntos a ver que pasaba.
La cosa no es fácil porque vivimos a 8.000 kilómetros de distancia el uno del otro, pero gracias a doña Internet, ya llevamos tres cuentos escritos en conjunto y muy probablemente uno nuevo que está por entrar pronto al "horno" de producción.
Un abrazo muy grande,
José
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MensajeTema: Re: Una Lección con Baile   Una Lección con Baile Icon_minitimeMar Jul 21, 2015 8:45 pm

Excelente idea, Fobio. Lo que no se le ocurre a uno ella le encuentra el ajuste.
Es buena una simbiosis literaria, más aún cuando da buenos frutos como los cuentos que comentas y que espero leerlos en alguna oportunidad.
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MensajeTema: Re: Una Lección con Baile   Una Lección con Baile Icon_minitimeMar Jul 21, 2015 11:12 pm

Gracias Amigo Jaime otra vez por tus palabras, son sinceramente apreciadas. Pero quiero decirte que en el portal ya están publicados los tres cuentos que hemos hecho hasta ahora en forma conjunta con la sra. Griselda Brollo. Ellos son, aparte de éste, "La Primicia" y "Como Sapo de Otro Pozo".
Un gran abrazo,
José
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MensajeTema: Re: Una Lección con Baile   Una Lección con Baile Icon_minitime

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