UN SOLO MUNDO, UNA SOLA NACIÓN

Ninguna dictadura se mantiene en el tiempo con el abusivo y solitario poder de las armas, tales regímenes acaban cayendo a manos de otros aplicándose recíprocamente su misma ley de temor y prevalencia armamentística; las autarquías que se apoltronan durante décadas lo hacen por medio de un fatal paternalismo que instiga a creer a buena parte del pueblo (lo distingo de la descerebrada masa) que necesitan ser protegidos de fuerzas internas y externas que amenazan su beatificado estado de "bienestar", política, económica... LITERALMENTE; en la medida que este inmaduro victimismo se instale en las voluntades el aislamiento agresivo, anquilosado, con otras culturas y la interesada manipulación de la propia creará, paranoicamente, subversivos a diestro y a siniestro instaurando la opresora censura, cerrando las puertas al progreso, paralizando a la nación a través de cerriles y medrosos tradicionalismos reñidos con la misma modernidad a la que sienten como una especie de Némesis, algo antagónico.

Lo cierto es que propiciamos y mantenemos esos regímenes con necia y obtusa ignorancia, muy propia en los ideológicos sustratos del radicalismo nacionalista, no eludamos tan rastrera y furtivamente, siempre a toro pasado, esa responsabilidad dibujando cuatro caras reconocibles en las que poder descargar nuestros victimistas dardos (chaquetero victimismo en este caso); reconozcamos nuestra cuota de culpa en la aciaga historia, hagamos revisión sosegada y sopesada de ella, así como de conciencias; puestos en ello pidamos perdón, perdonemos (según corresponda) o ambas cosas, con contrición, tales facetas no están reñidas, y sigamos bregando en una sola dirección: la que se demarca y nos autentifica en un mundo sin fronteras... Un solo planeta, una sola nación.




Adanhiel.