DOCE CONSEJOS PARA TU FELICIDAD (Del 9º al 12º)

9º- * NO JUZGARÁS SIN CONOCIMIENTO DE CAUSA.


Entro en el noveno sugerimiento, un terreno difícil y espinoso en el que, aún someramente (como voy a tratar) debe ahondarse con precavida cautela.

Para alguien que disponga de un mínimo de análisis crítico resulta relativamente fácil el extraer aspectos de la personalidad de cada individuo, pero todos ellos, superficiales o profundos, negativos o positivos, disponen de una razón de ser, de una causa que les da fuerza...cuerpo. Tales aspectos, en honda simbiosis, conforman caracteres externos de una personalidad más o menos definida; esta personalidad conlleva a unos actos reflexivos, irreflexivos, seguros o inseguros pero siempre fundamentados. Son este tipo de consecuencias las que acostumbramos a juzgar, considerándolas censurables o elogiables, sometiéndolas antes a la inadecuada, cruel y arbitraria comparación de "esencias" morales, dictaminando que aquella persona es PEOR que uno mismo por haber obrado de forma diferente a "la debida", bien reforzando este contrastador criterio con la sacrosata mayoría o con los valores adquiridos y amamantados durante toda una vida.

Ante estos antecedentes solamente puedo decir que cada cual sea consecuente con sus propios actos, y no con los de los demás, porque no existe mejor censor ni más cualificado que la sabia conciencia. ¿Porqué no anteponer la compasión hasta el extremo que nuestra paciencia e intelecto nos permitan, dejando esa ardua tarea de la jurisprudencia de lo ético y de lo moral a las divinidades que corresponda? Sin ánimo de resultar ofensivo o tendencioso dejo esta pregunta en el aire para quien la pueda y quiera contestar; mas no es la respuesta el objetivo sino la reflexión que lo busca.


10º- * NUNCA TE RENDIRÁS ANTE LA ADVERSIDAD.


Muchas son las ocasiones en las que la vida pone a prueba voluntad y constancia; el destino es veraz, pero a nuestros mundanos ojos aparece como enigmático y caprichoso, aparentemente nunca busca justificación o falta alguna en la integridad, sino en la aptitud y en la norma. Todo aquel que, de una forma u otra, la quebrante queda expuesto al revés circunstancial en mayor posibilidad y medida que el integrado, aún cuando este último no quede precísamente exento (ni mucho menos) de tal agravante.

El sufrimiento es ese espartano maestro que utiliza el castigo como método didáctico y disciplinatorio, creando una esfera de miedo y de amargura transformados en forzada laboriosidad, generando energía vital creativa, sí, pero también destructora, por lo que sus repercusiones pueden derivar en el éxito transitivo o en la debacle más absoluta y estancadora que pueda concebirse.

No entraré en las ocultas disquisiciones causales que llevan a unos a sufrir en mayor medida de lo que lo hacen otros, ni en la tipológica variedad de padecimientos en los que puedan verse inmersos; me limitaré, únicamente, a resaltar los resultados, la filosofía crematística tan especial de esos que dependen exclusivamente de la fuerza anímica.

Es preciso el potenciar la positividad reflexiva extrayendo de cada avatar, por crudo que esto resulte, la enseñanza moral que envuelta en hiel se nos ofrece; esta es la única manera de no sucumbir porque, de no ser así, en ese preciso momento, la rapiña, en toda su variedad de formas, devoraría lentamente lo aprovechable de cada uno de nosotros, devolviéndonos conceptualmente a la Nada, término digno de estudio, consideración y evaluable temor.

Si se ha decidido vivir (para bien y para mal), si se quiere perdir un plazo más a la hierática y trascendente muerte, se debe de aprender a combatir a los demonios psíquicos, así como a eludir a los que no se considere en disposición de enfrentar; pero nunca dejarse arrollar por sus dolorosos golpes emocionales, porque resultaría fatal. De no conseguirlo por uno mismo se habrá de buscar ayuda, pero nunca habrá de olvidarse que la verdadera fuerza está dentro de uno mismo... aunque esta sea la búsqueda más dificultosa sí es, mismamente, la más gratificante.

Aun siguiendo todas estas directrices los momentos de abatimiento se tornan desesperantemente largos, tanto como presuntamente inevitables; pero un Ave Fénix anida en el interior de nuestro corazón, aguardando el momento para resurgir de sus propias cenizas.

"Que nada ni nadie consiga matar tu esperanza".


11º- * DISFRUTARÁS EN UN SEGUNDO DE AMOR DE UNA ETERNIDAD.


Confieso que este consejo es el que más me llena. El amor es un estado sublime y ecuménico en el que se aunan cada uno de los sentimientos positivos que conforman nuestra parte etérea e imperecedera. Esto es el AMOR, así como lo escribo: en mayúscula; desglosándolo en diferentes tipos de amores menores entre los cuales destaco los primeros en el orden de importancia que contempla la ortodoxia quedando dividido en: amor de madre, de pareja, familiar, fraternal, patriarcal, etcétera; deteniéndome prudentemente aquí, ya que la lista pudiera resultar felizmente interminable.

Cuando se aprende a diferenciar entre el amor y otro género de sentimientos y emociones vinculados a la optención y al agradecimiento se puede afirmar, con una sana rotundidad, que se ha dado el primer y más importante paso hacia una constante búsqueda que nos conduce, indefectíblemente, hasta el AMOR pleno, al que unos prefieren llamar felicidad, pero que, aunque pueda parecer antitésico, no exenta de la consciencia del sufrimiento. Solo después de un periodo de dolor se es capaz de apreciar, en grado sumo, situaciones que hasta el momento clave pasaban inadvertidas.

La persona que siente amor no espera la contraprestación a ese magnánimo y excelso sentimiento, sino la felicidad creada en torno a sí; la motivación es siempre filantrópica creando en su espíritu un estado de óptima apreciación donde el tiempo pasa a tomar un plano secundario, a la par de manejable, y el sufrimiento no desgasta ni agota, sino motiva, ya que cobra un sentido que externamente parecía no tener.

Pero aún sin haber llegado a ese estado de perfección vital, conviene el no desesperar, sabiendo anteponer los momentos gratos a los ingratos, siendo todo lo positivos y optimistas que la situación nos permita, ya que lo contrario podría no conducirnos a una buena disposición anímica...que es de lo que se trata.

El resultar un tanto pragmático en este tipo de oportunidades no es recomendable, ni tan siquiera aconsejable, sino apremiante.

Tengamos en cuenta que el amor que desaparece con el tiempo no es tal, sino un engañoso espejismo.


12º- * DIRÁS NO AL ODIO Y AL RENCOR, PERDONANDO Y OLVIDANDO.


He aquí a, no los únicos, pero sí los más directos responsables de las guerras y de las tensiones de alta derivación social, como las confrontaciones clasistas, étnicas, culturales, religiosas o de otras indistintas etiologías; en resumen: la insolidaridad generalizada.

No es tan sencillo el entonar un determinado NO al mal esperando que éste desaparezca sin más; tal ingenuo pensamiento es tan solo un utópico sueño de al menos dudosa realización...de momento...pues toda realidad, en su particular génesis, comienza por la imaginación...¡por el sueño!

Bien y mal (por definir lo indefinible de alguna manera) son conceptos que forman parte de nuestras vidas, quién sabe si de nuestras muertes; cada uno de ellos representa grandes fuerzas antinómicas que nos zarandean cual si de una cáscara de nuez en medio de un maremoto se tratara, provocando una lucha interior que, en según qué casos, solo termina, al menos hasta donde sepamos con relativa certeza, con la consecución de la propia vida.

El bien es la esencia de la vida, la aceptación de los designios y vivencias en los que hemos sido, de alguna ignota manera, "ubicados", el hermanamiento con los que nos han precedido, así como con los no nacidos. Procedentes de diferentes épocas estamos unidos por atemporal vínculo en un mismo proyecto en el que se cuentan, no una selecta mayoría, sino la absoluta totalidad. No olvidemos, entonces, que TODOS somos el bien.

El mal es, cómo no, el otro polo de la convivencia: la destrucción (no siempre literal ni materialmente evidenciable), el odio, la insolidaridad; antítesis del bien es también su razón de existencia, o no formaría una parte sustancial de tan palpitante realidad en nuestro YO más fundamental. El mal precisa del dual contraste, el bien no, pues lo trasciende.

Si erradicar la negatividad resulta hoy en día tarea francamente irrealizable, aprender a diferenciarla y a controlarla se convierte en una necesidad perentoria para un feliz y fecundo futuro colectivo e individual. Espero y deseo que este pequeño esbozo sirva a tan digno propósito.


¡Y ya hemos llegado al final! Se lo debía al bueno de D. Germán y a mí mismo, sin ir tan lejos...Ah, y congratulaciones para aquellos que, pacientemente, me leyeran de principio a fin, lo cual tiene su destacable mérito...porque alguno habrá habido, ¿no? Hipotéticamente al menos voy imaginar que sí. ¡Con Dios, hermanos!




Adanhiel.