Inmensa libertad

De un momento a otro mi cuerpo se paraliza, una niebla cubre mis ojos sumiéndome en la penumbra; un impulso reúne mis fuerzas y se vuelven una tratando de contrarrestar el impacto brutal que irremediablemente me desvanece y me desploma en una caída eterna. Abstraído, sin tiempo ni espacio, percibo el universo en su totalidad desde el lugar en que me encuentro y todos los minutos, horas y siglos, eras y etapas, leyendas y mitos; millones de años transcurridos desde el inicio de los tiempos se repiten en mi mente en unos segundos sin perderse un solo instante, ni siquiera un detalle, de la vida de los seres que en tan largo y corto periodo habitaron el mundo. Por un momento nada es oculto, el entendimiento monstruoso de las razones de cada hombre en la historia revela todo lo que fue y será un misterio. Una nueva emoción me invade, mezcla del odio de unos, la indignación de muchos, la resignación de todos, porque ahora soy todos; el opresor y el apresado, el que ajusticio y el justiciero, soy el profanador, el vindicador, el que oculto y el que develó. No puedo contener por más tiempo los pecados de la humanidad y sin lograr mi cometido le ordeno a mi boca expulsar la culpa y la vergüenza. El oprobio de las masas vuelca con fuerza su grito transformándose en palabras incompletas de frases nunca antes pronunciadas. En mi desesperación, una nueva comprensión me invade y con pavor entiendo que las revelaciones me condenaron al deshonor y una soledad conocida solo por los elegidos.
Luego, vuelvo a tomar contacto con mis propios pensamientos e ideas. Trato de poner me de pie y redescubro el temblor habitual de mi cuerpo, pierdo toda confianza en lo que hice y lo que hago, en lo que soy y lo que fui a lo largo de estos 92 años de vida y la mirada atónita del niño que corrió a mi auxilio me basta para entender que nadie sabrá lo que me ocurre porque no lo podré explicar.

El tiempo ya no transcurre igual para mí, así sucede cuando te das cuenta de que el final no es tal, El eco de los lamentos se repite sin cesar en cada calle de la ciudad y el susurro de las voces no me deja pensar. Los ojos de familiares y amigos evocan las miradas de incalculables rostros expresivos que se confunden en el tiempo, que se enmarañan en el espacio, expresiones impregnadas de dolor que me invaden desplazándose como virus.

Y lo que sé se quedará conmigo, lo que me fue revelado volverá a perderse. Mañana regresare y no me reconocerás, entre sueños y revelaciones te llamare y podrás oír mi voz, que durara un instante y se confundirá entre gritos y lamentos y perdurare eternamente en ti.