Aventura desconocida.

Hace unos 72 años atrás, antes de que me encontrara en el estado de anciana en el que ahora estoy, me reuní con un grupo de amigos en mi antigua casa. Todo comenzó con oprimir el botón de encendido en el control del televisor; apenas la señal llegó a la pantalla, mi dedo continuó hundiendo consecutivamente el botón para cambiar de canal. Únicamente se paró el ciclo de envío y respuesta de señales cuando entró la imagen de una película de suspenso; mis amigos me miraban fijamente y en el momento en que apareció un castillo compuesto por cuadrículas, una fuerza electromagnética me atrapó y al borrarme de la memoria de las personas que me rodeaban, por medio de un terrible remolino, ingresé en el televisor.

Por primera vez en mi vida sentí una sensación escalofriante y peligrosa, aquel instante fue de absoluta inconsciencia, luego poco a poco fui recuperando mi estabilidad física y mental. Abrí los ojos regresando a la situación y me noté presente en otro lugar, decidí caminar para explorar mis alrededores; al fin, después de haber recorrido un laberinto de lama verde, todo se tornó oscuro y al levantar la mirada, algo demasiado resplandeciente llegó a mí en forma de perspectiva blanca. Con cautela examiné el espacio y deduje que era un túnel; por curiosidad entré en él y empecé a correr poniendo gran velocidad a mis piernas. Finalmente atrapé la puerta de una desconocida estructura; estaba muy cansada y confundida, entonces me quedé dormida en profundidad absoluta, soñando como si estuviera en mi casa e imaginando mi cómoda habitación.

Cuando desperté, quién sabe cuántos siglos de más habían pasado. La puerta, oxidada por el aire, se hallaba con un aspecto de vejez invisible que sin lugar a duda pertenecía a un castillo olvidado. Golpeé varias veces y nadie respondió, quise empujar la puerta y giré una pequeña y oculta perilla; al contar cinco segundos, aquella entrada se abrió para darme paso; mi labor sólo era continuar de manera que, arrastrándome por el agrietado piso, seguí hasta que me vi enfrentada a una habitación, muy extraña por cierto, pues estaba amoblada con sillas de siete patas, una mesa amplia en el centro, que daba a entender una circunferencia perfecta, y escasamente una especie de cama baja en forma de estrella y sobre la cual quedaban rastros de líquidos viscosos de todos los colores del espectro.

Con esos elementos, para mí poco comunes, me di cuenta de que el castillo poseía algo representativo de otra época y al mismo tiempo especial. Al examinar el sitio por segunda vez, mi energía volviéndose negativa, me dio la idea de la existencia o práctica de brujería. Al pasar estos pensamientos por el humo del cuarto, comenzaron a suceder cosas extrañas; por ejemplo, se encendieron en el aire unas velas blancas que difícilmente se podían describir como materia, unos ruidos de medianoche antes lejanos, se hicieron más cercanos y tormentosos, y el fluido de brisa comenzó a aumentar su circulación por un encierro indefinido al fondo de mi alma.

Entre más tiempo pasaba, los hechos consecutivos me hacían sentir atrapada por el mal; para no estar tan sola, traté meditar y me fue imposible. Pronto, y personificando mi peor pesadilla, aparecieron cinco seres irreconocibles cubiertos por enormes capas negras, quienes se reunieron en torno a la mesa que segundo tras segundo me observaba apática. Sin embargo, pude notar que cada uno de ellos representaba una punta de la cama en forma de estrella, porque era evidente que aquel solía ser su sitio predilecto para la realización de sacrificios tanto humanos, como animales.

Era casi imposible respirar para un cuerpo débil como el mío. Todos esos seres de ultratumba se encontraban poseídos por algún tipo de demonio, y al verme, me obligaron a practicar su juego, que consistía en una clase de tabla avanzada con casillas, trucos, fichas y monedas para recibir respuestas del más allá. Cuando decidieron empezar a moldear mi existencia con una lluvia de recuerdos, descubrí que su intención era reanimar espíritus en pena para que hallaran nuevos cuerpos y perturbaran a los vivos videntes. En medio de aquel pozo sin salida, los "fantasmas" en realidad me hacían llorar contando sus historias de trágicas muertes e inusuales asesinatos, mientras los brujos se fijaban más en la azul esencia de mi ser.

Al terminar esta sesión, se hicieron fuertes pactos de sangre, y al tomarme de la cabeza, realizaron en mí una secuencia de experimentos que más bien parecía la conformación total de un lavado mental.

Pasaron unas largas horas e inconclusos minutos de soledad durante los cuales pensé exclusivamente en unirme a ellos, pues no tenía otra alternativa; de seguro eso se debía a la condición de deterioro en la que me encontraba. En pleno aburrimiento, no busqué otras sugerencias, así que utilicé mis poderes naturales para llamarlos. Cuando llegaron con su apariencia de monjes medievales, estuvieron de acuerdo con mis metas de saber más sobre sus actividades, y tras conversarlo entre ellos, me enseñaron los principios del arte negro, que a decir verdad, a cualquiera hubiesen dejado paralizado, incluso me ofrecieron sus dones oscuros al regalarme una capa que aparentemente no tenía dueño, y un libro jeroglífico de hechizos legendarios.

Así fue como me convertí a los trece años de un ser humano, en una maga fantasiosa y en una bruja temida. Fui llamada la sexta punta de la estrella, es decir, la más poderosa, porque puede ser o no parte de lo misterioso y oculto, porque desde ese día, ya no tuve ningún límite y pude estar en muchos lugares al mismo tiempo. Llegando a su conclusión, el clan de brujería determinó mi suerte y mi regreso al mundo de donde provenía en apariencia, pero antes de volver, fui marcada con una mancha en forma de trueno para no olvidar nunca mi pertenencia al castillo del destino.

Cuando lo anterior se procesaba en mi mente, de repente me sorprendió una nube de polvo aromático que viajó hasta cubrirme toda, y al realizar una seña con mi mano izquierda, establecí una relación con esta dimensión y desperté otra dependiente de la primera. En todos estos años, he comprendido que cualquier poder se puede dominar utilizando las facultades del alma y las habilidades del cerebro; aún a mis 85 años soy una bruja, todavía hago pócimas, pero principalmente por la vía de la meditación, he tratado de descubrirme a mí misma y no lo he logrado; soy una mezcla de lo bueno y lo malo, con la habilidad para crear y destruir a otros. Pero sólo espero llevar este conocimiento a los miembros de las estrellas nacientes, para que en el amanecer de una experimentación artificial, pueda por fin enterarme de mi misión en esta vida, que quizás por el azar del espléndido cosmos, pronto transmitirá su cupo en alguno de los dos mundos a otra que será mi evolución.