La ficción puede reflejar mejor la realidad de un país y de una época que los libros de historia. Es esa virtud la que, a lo largo de los tiempos, ha consagrado a ciertos títulos -y a sus autores-como clásicos. Y es la tesis del crítico literario Gideon Rachman, que acompaña a una reseña suya -publicada recientemente por el Financial Times- sobre algunos libros contemporáneos a los que considera más valiosos que un documental a la hora de presentar un cuadro de situación política de países como Libia, Egipto o Sudáfrica.
En el país de los hombres, de Hisham Matar, es, según Rachman, una novela que, contra la imagen difundida por la prensa occidental de un coronel excéntrico y casi cómico, "nos recuerda en forma brutal que lo que pasa en la Libia de Khadafi es una tragedia, no una comedia". "Muestra el miedo de los que viven bajo la dictadura libia, las traiciones, los arrestos, la tortura", explica. El padre del autor, un ex diplomático y disidente libio, desapareció en El Cairo en 1990. "Tal vez esté aún con vida en las cárceles de Khadafi", dice Rachman.
"Si Hisham Matar es el escritor que más hizo por contar la realidad de Libia, Alaa al-Aswany, autor de El edificioYacoubian (2002), es quien mejor ha reflejado la insatisfacción que latía en el Egipto de Hosni Mubarak", afirma el crítico del Financial. Una novela con elementos satíricos cuya lectura permite entender por qué la plaza Tahrir se llenó rápidamente de jóvenes encolerizados.
Finalmente, cita a J. M. Coetzee y su libro Desgracia (2002) como fuente a la vez de "orgullo e irritación en su país natal". Sucede que el escritor que recibió el premio Nobel de Literatura es un afrikáner exiliado cuyos libros pintan "un cuadro sombrío de Sudáfrica", marcando "ciertos aspectos del país actual, en particular el miedo paralizante a la criminalidad y el dominio de lo políticamente correcto en las universidades recientemente reformadas".
Rachman destaca la facultad que tiene la ficción de denunciar la injusticia con una potencia emocional única que hace que las novelas hasta sean capaces de cambiar la historia. Cita La cabaña del Tío Tom, de Harriet Beecher Stowe, que acrecentó la indignación ante el espectáculo de la esclavitud en los Estados Unidos en los años previos a la guerra civil. Del mismo modo, Un día en la vida de Iván Denisovich, del disidente ruso Alexandre Soljenitsyn, se convirtió en "el relato absoluto" del infierno del gulag soviético, afirma.
¿Puede algún tratado de historia transmitirnos mejor el clima generado en una sociedad por el estalinismo que la novela La broma del checo Milan Kundera? La trama del libro que transcurre en el país bajo dominio comunista y luego en la Primavera de Praga es una pintura magistral de los mecanismos de autocensura que el dogmatismo autoritario va generando en las conciencias. Ningún análisis científico puede transmitirnos los sentimientos humanos bajo esas circunstancias como lo puede hacer un escritor.
¿Acaso los libros de Dickens no nos hacen vivir los tiempos difíciles de la Inglaterra victoriana y su revolución industrial? ¿O las novelas de Emile Zola, las vivencias de obreros y campesinos en la Francia del segundo Imperio?
Stendhal y Victor Hugo son los mejores intérpretes de la Francia napoleónica y posnapoleónica, así como La Guerra y la Paz de Tosltoi nos traslada a la Rusia del siglo XIX.
En la crónica histórica encontramos los acontecimientos pero la novela nos lleva a lo más profundo, a la condición humana. Se perciben mejor los acontecimientos históricos y su efecto en las vidas y en las mentalidades en la trama de una novela que en las definiciones, frecuentemente áridas y excesivamente disecadas, de los libros "serios".
No se trata de desmerecer la tarea del historiador, pero hay más de la esencia y la cultura estadounidenses en un Faulkner, por ejemplo, que en la historia científica.
El señor presidente de Miguel Ángel Asturias es un perfecto retrato del dictador latinoamericano de principios de siglo. Y cualquiera que haya vivido en un pueblo del interior de la Argentina lo verá fielmente reflejado en La traición de Rita Hayworth o en Boquitas pintadas de Manuel Puig.
No se trata aquí por supuesto de hacer una lista exhaustiva sino de destacar una virtud de la ficción. En este sentido, Rachman recomienda a los turistas que se interesen en la política poner en la valija novelas del país a visitar. El tigre blanco, de Aravind Adiga, dice por ejemplo, le ayudó a revisar sus clichés sobre la India moderna y prepararse mejor para conocer el país más allá de las ideas recibidas. "La ficción es muchas veces más eficaz que el periodismo para mostrar cómo viven los que no tienen poder", explica.
Antes de viajar, el crítico pregunta a sus amigos que viven en el exterior qué buenos libros se han publicado en los destinos que piensa tocar. Sus colegas rusos le dijeron que en país de Tolstoi y Chéjov ya no se produce más buena literatura. Al parecer en la Rusia actual reina el género policial, lo que también dice mucho acerca del país.
Para el caso de China, en cambio, le recomendaron A Civil Servant's Notebook [Cuadernos de un funcionario] de Wang Xiaofang, útil para los empresarios extranjeros que deben vérselas con un sistema de trabajo muy alejado de lo que conocen.
A veces, concluye Rachman, la ficción es el mejor camino hacia los hechos.
Fuente: http://america.infobae.com/notas/23607-Libros-que-hicieron-historia-a-travs-de-la-ficcin