Despues de una ausencia repentina aca estoy de nuevo con un texto que seguro ya habran visto... "sin razón aparente" que hoy ha mutado a "Paternal, te espera", su titulo final.
Aquí les dejo el prologo y los tres primeros capítulos de doce que ya lleva.
Un pequeño prólogo
Hace ya muchos años atrás comenzó una historia, que por diversos motivos se vio truncada en varias ocasiones. Efecto que generó vacíos, silencios y ausencias que marcaron las vidas de muchos. Hoy, quizás en un intento por recuperar de alguna manera esa historia, que comenzó casualmente en Paternal; se generó esta otra historia. Donde una mezcla de personajes y lugares -reales y no tanto-, se combinan para dar pie a un relato que parte del corazón para llegar al de muchos más. Es menester de este texto, intentar sobrepasar los límites de la realidad que toma en cierta medida y dispersarse como semilla a través de toda la obra para descubrir el espíritu que encierra en sí misma como posible derrotero de una ilusión real para el alma.
PSJ. Una sigla que dice mucho más de lo que realmente encierra en sí misma.
El autor
1 La carta sobre la mesita de la entrada
… En estos momentos donde mis recuerdos están casi nulos, simplemente me dejo llevar por la brisa de la tarde. Esa leve caricia que se siente todas las tardes entrar por el ventanal de la casona, donde pasamos gran parte de nuestra infancia. Y ahora esta tan vacía.
Parece mentira, tantos años han transcurrido y sin embargo persiste la extraña sensación de que fue ayer, cuando te fuiste por esa puerta, vestida de blanco rumbo a tu nueva vida.
Y pensar que parecía cargada de felicidad y prosperidad. Un derrotero que comenzaste con el corazón lleno de ilusiones, que poco a poco se fueron quedando en el camino. Si lo sé, suena tétrico que tu propio hermano diga esto, pero es así, lo he visto con mis propios ojos…
Estaba ofuscado, sabía que no importaba lo que el escribiera, no iba a recibir respuesta y, sin embargo el insistía todas la quincenas mandando esas cartas a su hermana perdida en algún rincón de un continente que ni siquiera había pisado en su vida. La tarde se le había pasado de largo como la carta misma, todo estaba oscureciéndose cuando sonó el teléfono que aún estaba sobre aquella mesa de mimbre y madera que su padre había rescatado de entre tanta mudanza realizada. Atendió con cierto desgano, pues ya estaba con el sobretodo en la mano.
-“Si, ¿diga?”
Del otro lado del tubo sonó una voz familiar, tanto que se le dibujo una sonrisa.
-“¡Que haces!, como se te ocurre llamar a esta hora, tenés que fijarte. Está bien, está bien… perdóname, es que es tarde por allá y, son muchas horas de diferencia. ¿Cómo están por allá? ¿El enano? … Qué bueno, mandale un saludo de parte mía… sí, que… ¡no! ¿Enserio? ¿Cuándo?... pero porque no me avisaste antes… Si, obvio, la casa está siempre lista, eso lo sabes bien… pero por favor no me jodas… en serio, decime cuando llegas… okey, si… no te hagas drama… no, pero déjate de joder… hablo con el flaco y te vamos a buscar… en serio… ufa, mira que sos, eh… está bien… pero si no va haber problema… déjamelo a mí… obvio que estoy feliz… como no voy a estarlo… listo avísame cuando sale el vuelo que te vamos a buscar… está bien… llámame… te espero… si yo también tontona…chau”, terminó de colgar el teléfono, se puso el sobretodo y dejo la carta que había escrito sobre la mesita de la entrada, ya no llegaría a destino. Tenía que salir, ahora más que nunca.
Mayo, un mes que disfrutaba bastante. La ciudad le daba la oportunidad de poder recorrerla con un abrigo mientras se sentían las hojas caer de los árboles en esas calles de su barrio, donde las casas todavía eran bajas y, escuchar el crujir de las hojas al caminar por las veredas. Sin embargo sus intenciones se habían desarmado por completo, Martina lo había llamado. Se venía para Buenos Aires, con Nico. Mi sobrino que casi no conocía. No quiso decirle más, lo dejó así, con las preguntas a boca de jarro. Le había prometido que le contaría todo al llegar.
Había caminado varias cuadras sin parar, cuando se acordó de la carta. Hizo una mueca, metió las manos en los bolsillos del sobretodo, luego de acomodarse el sombrero y, volvió a caminar por entre las hojas como a él le gustaba, pero esta vuelta ese placer se había esfumado. Martina volvía a casa.
2 Siempre, al pie del cañón
“Pasamos muchos años sin vernos y gracias a un contacto fortuito comenzamos a escribirnos. Escribirle, porque ella nunca contesta mis cartas. Cosa que jamás terminé de entender.
¿Cómo se lo voy a pedir al flaco? ¿Cómo le explico?, porque es buena gente, pero si se le ocurre llegar a las 4 de la matina, estoy embromado… Mira que no contestarme las cartas, no se entiende. Y no es que le haya hecho algo, porque al fin y al cabo el que le hacía eso era él. A mí, ni se me ocurre, sea ella o cualquiera… pero menos ella, es mi hermana”
Mis pensamientos me habían llevado al límite, no vi la camioneta que doblaba por la esquina y casi me lleva puesto. Menudo problema iba a ser. El tipo me toco bocina justo, al tiempo que me gritaba alguna de las barbaridades que se estilan en ocasiones como estas. Cuando pude recuperarme del susto, seguí mi camino hacia la casa del flaco.
Las calles estaban desiertas, salvo por algún que otro auto que se escapaba por las esquinas más lejanas. Las hojas habían teñido las veredas e un mar de cobres y tonos rojizos que por lo general me calmaban y hasta se podría decir que me divertían escucharlas crujir, pero hoy no era el caso. Ya me faltaba poco, llegue a la esquina del almacén del gallego y gire a la derecha, faltaban apenas unos metros para la casa del flaco, cuando sentí mi nombre detrás de mí.
-“Carlos, ¿qué haces por acá? ¿No nos juntábamos el viernes?”, era el flaco, un tipo grandote, por donde lo miraras, en realidad le decíamos el flaco para no acomplejarlo, tampoco era gordo, simplemente enorme.
-“Que haces flaco, si nos juntamos el viernes, pero venía a verte.”, dije con cierta vergüenza que se hizo visible, pues se me complicaba ocultarle las cosas a él.
-“¿Qué pasa?”, me pregunto con esa mirada típica de él. Era imposible no contestarle, tenía ese don de sacarte hasta los calzones con esa mirada.
-“Martina”, atine a decirle, con una mueca en la boca.
-“¿Tu hermana? No me jodas”, tenía las manos agarrándose la cabeza
-“Vuelve a casa”, agregue para completar el cuadro
-“Uy, la puta madre, ¿Cuándo?”
-“El miércoles este que viene”
-“¿Ya?, a la marosca. La vamos a buscar, no hay drama”
Así era el flaco, siempre al pie del cañón. Me pregunto porque era la vuelta y se lo explique más o menos dentro de lo que yo sabía, mientras tomábamos una cerveza en su casa. La noche se acercó volando, encendiendo la ciudad con todas las luces, aquí y allá dejando que los espíritus de la noche porteña, se atrevieran a hacer de las suyas por las calles del centro.
3 El último grito
“Sola, con Nicolás a cuestas, que no termina de entender nada de lo que está pasando. Hasta hace un rato mirando la tele y ahora acá afuera, en medio del calor”, sus pensamientos volaban a velocidad luz, tratando de poder poner a resguardo sus vidas, lo poco que les quedaba. Todavía no terminaba de entender como había pasado todo. Estaban en la sala compartiendo una cena, mirando en la tele algún capítulo de esas series que miran los chicos antes de acostarse. Hacía ya mucho tiempo que las cosas no venían bien, sobre todo después del último accidente. Su corazón estaba más oscuro que nunca.
Intentó razonar, lograr explicarle que debían tener paz en la casa, que las cosas no podían seguir así. Pero él insistía, quería tenerla con él en la cama, nada más. Se negó, le contesto que dormiría en el sillón y allí explotó todo. Los gritos desaforados, los insultos, la frase final, que termino con un brazo maltratado y su hijo encima de ella, como si fueran un trapo maloliente, del lado de afuera de la casa. El golpe final sobre el marco lo había dicho todo, no había vuelta atrás.
A duras, tenía la cartera y unos buzos en la mano, a los empujones, como rateros sorprendidos en pleno hurto, fueron echados del techo seguro. El calor, implacable a esta hora de la noche les dio un cachetazo a ambos, dejándolos totalmente desamparados ante la idea de lo que se venía. Caminaron por la cuadra rumbo a la plaza, para tratar de buscar un lugar donde guarecerse hasta decidir qué hacer. Sin dinero, apenas con la cartera y los buzos de verano, pues siempre colgaba todo junto en la entrada a la casa. Se le ocurrió buscar en la cartera, rogando que el móvil estuviera allí. Y cuando roso su lisa superficie plástica, agradeció las viejas costumbres heredadas de su padre, ciertas cosas en ciertos lugares, siempre.
Nico estaba inquieto, preguntando a cada instante cuando iban a volver a la casa. Que por qué los habían sacado así de ahí adentro. Que tenía calor. Que por qué no estaban los tres juntos. Demasiados porqués para Martina, demasiados para contestarlos todos al mismo tiempo. Se giró hacia el niño, lo acerco a su pecho con ambas manos y abrazándolo fuerte, le dijo al oído
–“No te preocupes todo va a estar bien, mamá se va a ocupar de que no falte nada”, al tiempo que pensaba la misma frase para sí misma, esperando que su madre les pudiera dar ese abrigo.
-“¿Papá, ya no nos quiere más?”, pregunto el pequeño con cada de desolado.
-“No lo sé” y lo volvió a abrazar.
La brisa en la plaza de la ciudad, no soplaba fuerte, pero hacía sentir el calor de una manera increíble. Cruzaron la acera hasta una plazoleta cercana a una tienda y allí permanecieron durante un tiempo. Pero, no podían quedarse ahí. Martina tomó de nuevo el móvil y lo abrió, buscando en la agenda el nombre de una de sus amigas. Sabía que era tarde pero tenía que intentarlo. No hubo caso, en los tres números posibles parecía no haber nadie más que la maquina contestadora. No había más remedio que caminar hasta el albergue.
Sería una larga marcha, bajo un cielo estrellado, pero sin ese glamour que sentía al mirarlo algunas noches atrás.
La vida nocturna, estaba en auge para muchos de los que pululaban por ahí, buscando un lugar donde poder sentarse a tomar un trago o dos. La calle donde solían ir tapear algo, estaba atestada de gente, algunos conocidos del lugar. Pero ella no podía darse el lujo de que la vieran a esa hora y con esa facha. Hizo un rodeo por la calle del mercadillo turco y llego al albergue pasada la media noche.
Toco el timbre y esperó. Conocía a la gente del albergue, había ayudado más de una vez a transportar algunas cosas de beneficencia. La encargada de noche abrió la puerta y al verla a ella y a Nico, solos y a medio vestir, simplemente no supo que decir.
-“¿Podemos Pasar Lucía?”, pregunto Martina casi con vergüenza.
-“Pero… por supuesto, pasa mujer, pasa… ¿pero qué ha pasado?
-“Pues, nada. Que nos ha largado a la calle sin más…”, la voz de Martina sonaba cada vez más apagada.
-“pero coño, que hay con ese tío… ” Lucía, como buena española que lo lleva en la sangre, se puso brava haciendo señas y ademanes, “perdona, pero este tío me pone de culo”
-“Sólo será por esta noche Lucía…”
-“Ni pensarlo, te quedas las que necesites”, la interrumpió Lucía.
-“Gracias guapa”, contestó Nico, que sentía una gran simpatía por la encargada del lugar
-“A ti, rapaz, gracias por decir tanta verdad”, a Lucía le gustaba que la piropearan y más si se trataba de gente joven. No porque fuera una vieja, ni nada, pero le gustaban más cuando algún joven se fijaba en ella, claro tampoco tan niño.
Esa noche, Martina y Nico durmieron en la misma cama, un catre grande, que les había armado Lucía en un cuartito aledaño a la sala donde ella hacia la guardia. Nico estaba inquieto y su madre apenas podía con sus pensamientos, hasta que el cansancio la venció.
Estaba de nuevo en la casa, en medio de la sala de estar, parada frente a él. Ambos desnudos, cosa que no lograba entender por qué. Acto seguido, rodeada de sus brazos, intentaba zafarse, pero no le era posible, él la aprisionaba cada vez más y se le reía en la cara. Martina apenas podía respirar, cerró los ojos pensando que de esa manera lograría acabar con eso, pero no lo logró. Todo termino en esa maldita cama. El encima de ella riéndosele en la cara, y con sus enormes manos forcejeaba por llegar hasta donde realmente quería. Ella, le rogo que no lo hiciera, que la iba a lastimar, él se sonrío y presionó con más fuerza. El dolor fue intenso, sentía como cada fibra de su ser se destruía, se desvanecía a pedazos. Solo pudo gritar, gritar tan fuerte, que Nico a su lado en el catre se asustó.
-“¿Mamá, estas bien?”, el pequeño estaba sentado a su lado preocupado, su mamá había gritado muy fuerte y ahora estaba llorando.
-“Eh! Nada, nada, sólo un mal sueño, dormí amor”, logro decir ella para intentar calmarlo.
-“Bueno”, dijo Nico y la rodeo con sus brazos, apoyando la cabeza sobre su pecho.
Martina esta mentalmente abrumada, había sido un sueño muy real, tanto que sus pensamientos bloquearon las imágenes para no seguir pensando en ello. Apoyo su mano sobre la cabeza de su hijo y, con lágrimas cayendo por sus mejillas, lentamente fue cerrando sus ojos.
Miles de estrellas la rodearon, elevando su etérea figura, hasta la misma vía láctea y, mientras duraba ese derrotero fantástico se oían voces que le decían que había hecho lo mejor, que su vida daría un vuelco, que no volvería a permitirse ni siquiera soñarlo a él.
Y la noche siguió avanzando, en pleno final de primavera, dejando que los sueños de Martina tomaran forma lentamente, hacía un futuro nuevo.
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