VIAJE AL AZAR (Cap. 7)

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PASEO DE ZORRILLA

7


Un empacho por la comida, quizás, demasiado copiosa, mezclado con unas tremendas ganas de llorar, me provocó un nudo en la garganta al ver que era la única persona sentada sola a una mesa en el comedor del Mesón y precipitaron la salida del establecimiento. Para colmo de males, en la mesa en la que, aquella noche, ya lejana, había cenado en compañía de Juan, se sentaban ahora, una pareja joven que despertó mi envidia por las miradas continuas demostrativas de un amor, a todas luces, recién descubierto. No cesaban de mirarse a los ojos y sonreír lo cual aumentó mi sensación de soledad. No esperé a terminar el café, salí de allí con el recuerdo hecho una bola de dolor en mi mente y las lágrimas a punto de rodar por mis mejillas.
El aire fresco de la calle me ayudó a dominarme. Intentaba mantener la mente bajo control y para conseguirlo, comencé a realizar ejercicios de respiración mientras prestaba atención sólo al aire que entraba y salía por la nariz en la forma aprendida en las clases de yoga.
Me encontré frente a los almacenes El Corte Inglés sin tener conciencia de cuanto había andado y entré por hacer algo. Miraba por mirar, por pasar el rato, por olvidar. Hojeé libros sin comprar ninguno. Subí las escaleras mecánicas hasta el departamento de “Mujer” donde compré un vestido estampado que me gustó. En el momento de abandonar la Planta, vi una americana amarillo oscuro. Podría ponérmela sobre el vestido recién comprado, -pensé-, haría un bonito conjunto. Y sin darle más vueltas a la decisión, me quedé con él. Al salir a la calle ya me había tranquilizado. No era la primera vez que esto me sucedía, en otras ocasiones ya había experimentado como la compra de objetos, libros, ropa o cualquier otra cosa que en el momento me apeteciera, me serenaba. Era un fenómeno que deseaba analizar con más calma, lo consideraba como un pequeño problema psicológico, eso, unido a la falta de control sobre mis sentimientos, aumentaba mi preocupación. Era necesario vencerlo, pero no sabía cómo. Tiempo, necesitaba tiempo... pero ¿cuánto debía transcurrir hasta acostumbrarme a las circunstancias diferentes de mi vida? ¿Conseguiría alguna vez adaptarme a ellas? Con todas estas ideas embarulladas en mi cabeza, supe que Valladolid tampoco era el lugar buscado para reencontrarme, no me proporcionaba quietud. Sin embargo, estaba segura de que en algún lugar desconocido en aquel momento, un rincón me esperaba, seguiría adelante pero, ¿a dónde iba? Sin pensarlo mucho volví a dirigirme hacia el Norte, decididamente iría hasta Santander. Mentalmente, dibujé el itinerario; descansaría al llegar a Palencia, más recuerdos, pensé. Pero ¿dónde no? De allí cogería la N-611 hasta Santander. Palencia la tenía a la vuelta de la esquina, en media hora estaba allí.



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SIGUE

me siento totalmente en sus zapatos, cuantas veces habré entrado en algún negocio, preferiblemente librerías a comprar por el mero hecho de buscar un escape un momento de poder hacer de alguna manera OMMMM! para poder volver al cauce.
A veces los sentimientos son inmanejables, simplemente allí están y nuestra mente solo atina a "atajarlos" de la mejor manera posible. ya me baje la versión publicada por Zeltia en faccebook, me la voy a devorar... eso si sin descuidar esta, claro. besos

Sí, Diego, ¡quién no ha pasado por esos sentimientos alguna vez y busca la manera de evadirse con cualquier cosa que distraiga la mente. Cuando en un escrito se ponen los propios sentimientos es cuando creas empatía con el lector... al menos eso creo. Gracias por seguirme. Quiero decirte que estoy escribiendo otra novela pero tengo para rato... todavía la criatura está en pañales pero ocupa mi tiempo y disfruto cantidad. Un beso.

Te cuento que consegui "El Gozo de Escribir" así que me lo voy a leer todito, en una de esas me tira alguna que otra inspiración más allá de las propias jaja! besos y sigo atento.

¡Ah, espero que le saques provecho. A mi me lo recomendó un profesor que tuve en el Taller de Ecritura donde acudí cuando, al enviudar, me quedé con el tiempo libre y decidí ponerme a escribir definitivamente, ya va para los veinte años. Ahí lo tengo en la estantería, siempre da consejos útiles. Un abrazo.