(Sin preámbulos, excepto este anunciando que no habrá preámbulos (?) les dejo algo que hice hace... unos minutos. Espero no les moleste lo largo, no pude hacer nada para reducirlo jaja.)
Borges y la...
Tres de la mañana y el insistente
“tic tac” pasa tan desapercibido que podría decirse que ya forma parte del silencio general de la habitación. Con desgano voy pasando las páginas de un libro que odio, de un autor que aborrezco. Las imágenes que en mi cerebro se presentan no tienen lógica, orden o un sentido interpretable siquiera; una amalgama de ideas y voces internas (que fácilmente podrían pasar por el diablillo del hombro izquierdo y el querubín del hombro derecho) dándome consejos contradictorios como siempre. Sé que estoy pasando la página, sé que sigo leyendo pero mi mente ya no recibe estímulo alguno, aún consciente de la situación no lucho ni me resisto, ciertamente necesitaba una buena pausa.
Me encuentro sentado en el cuarto, parece que han pasado un par de horas y el reloj confirma mi sospecha rápidamente. Vuelvo la mirada hacia la mesa en la que me encontraba apoyado y continúo leyendo el inmenso volumen de la
“Anglo-American Cyclopedia” más precisamente el volumen XLVI (cuarenta y seis). Aún no encuentro pistas de la ubicación de una ciudad perdida que sólo aparece mencionada en unas cuatro páginas de aquel voluminoso libro que Bioy me trajo luego de que descreí de la fuente de su cita sobre los espejos... por mis adentros me doy cuenta de que no eran esos los textos de debía estar leyendo ni que esa era tampoco la situación en la que debía estar sumado a que dejé de ver por un lado misteriosamente pero eso se fue rápido. Observo el reloj nuevamente sólo para darme cuenta de que se ha convertido en uno de arena que ya necesitaba ser dado vuelta.
- No otra vez...
Me levanto de las silla y doy unos pasos los cuales hacen sonar mis rodillas al moverlas, debo haber estado un buen tiempo sentado allí. Salgo de mi cuarto, el cual por costumbre está sumido en cierta penumbra, y al pasar el umbral siento la incómoda sensación de que alguien me esta observando. Ya conozco este jueguito molesto, costumbre de lo más molesta de un hombre molesto. Aún así me doy vuelta y repentinamente el escenario cambia, me veo abrumado por la visión de una selva inmensa, no muy lejos consigo vislumbrar unas formaciones rocosas que vistas en detalle parecen ser unas viejas ruinas. Me acerco cautelosamente, intentando no producir mucho ruido pero es difícil tal acto con un suelo lleno de ramas, hojas, plantas y arbustos pequeños así que cada paso es como una alarma que dice “¡HEY, MIREN AQUÍ ESTOY!” por fortuna no parece haber nadie, no al menos en las cercanías. Camino esquivando raíces de árbol y alguna que otra alimaña pequeña para encontrarme con un suelo manchado y marcado por unas huellas que son inconsistentes, con cautela las sigo hasta encontrarme con un hombre en sus sueños, tiene sus tobillos aparentemente tajeados, es fácil darse cuenta por las pequeñas gotas de sangre ya coaguladas que se encuentran cerca. Me aproximo con cautela y examino más de cerca al durmiente, es casi como si pudiese atestiguar la creación de un hombre dentro de otro hombre, puedo ver con claridad en su cabeza, literalmente, qué es lo que está soñando y veo sin lugar a dudas que aquello es un cuerpo humano formándose en detalle y con el mayor de los recaudos.
- Interesante... -musité inclinándome aún más.
Extendí mi mano, por unos segundos rocé la frente de aquel hombre pero luego pude sentir como mis dedos penetraban en aquel submundo onírico, una sonrisa pícara se formo en mi rostro y, por la simple satisfacción de hacer el mal, moví mis dedos frenéticamente deshaciendo aquella creación que tanto tiempo llevó soñar a ese hombre, los músculos se esfumaron, las venas se deshilacharon y sólo quedó un corazón que palpitó unos segundos echando unos efímeros rocíos de sangre antes de explotar en una nube violácea. El hombre despertó profundamente perturbado y yo extraje mi mano antes de que aquel diminuto portal se cerrase lacerándome los dedos. Carraspeé unos momentos, alcé mi dedo para dar alguna excusa o disculpa pero en lugar de ello me dí vuelta y me alejé a las corridas de aquellas ruinas circulares. A lo lejos resuena la carcajada de un viejo.
Estoy ahora en una gran biblioteca, oh si, un paraíso sin fin con conocimientos ilimitados, sí, ¿qué podría salir mal? Mucho, empezando por un extraño hedor que invade el ambiente. Empiezo a caminar por el cuarto, noto que la sala es hexagonal y parece tener tomos idénticos. Dos de las paredes están desprovistas de estos muebles y en cambio presentan un zaguán aunque no puedo apreciar lo que esta en ellos todavía. En el centro del hexágono es muy notable, por su extensión y porque no hay mucho más que ver, una baranda, me asomo por ella para ver hacia arriba y hacia abajo, sólo veo una repetición infinita de otras barandas iguales, ya esto me da sensación a laberinto y laberinto me da sensación a... ¿cómo describirla? Era algo similar a ese extraño olor que parecía impregnarlo todo. Dejo de divagar en mis pensamientos y sin dudarlo tomo un libro de la estantería más cercana, abro la tapa esperando encontrar algún título, fecha de la edición, la editoral o el autor, en vez de eso solo veo:
“Ssifjfsfgg¡¡!! afoifffma+ ksmttioe+}{*jtd523ngsfjoa caos¿icssfkggei42ca!sisss”
- ¿Qué?
Lineas, lineas y más lineas de combinaciones arbitrarias de letras y signos, números, asteriscos, llaves, un caos de tinta compuesto de unas 500 páginas. Agité mi cabeza levemente y dejé aquel volumen en su sitio, aún con curiosidad tomé otro que se encontraba a unos tres o cuatro libros de distancia. Lo abrí y había solamente una frase ubicada en la décima página:
“Bienvenido a Babilonia.”
Pasé las hojas de un lado y del otro, del revés, del derecho, de todos los ángulos posibles pero nada más pude ver excepto esa críptica frase de bienvenida. Dejé el libro en su sitio y me encaminé a una de las estanterías que se encontraban al lado del zaguán y me di cuenta de que el olor aumentaba su intensidad dramáticamente. Me asomé a aquel corto pasillo y pude ver que tenía dos nichos, uno parecía una caja digna de Drácula, en la otra había una escalera caracol y a su lado la fuente de aquel olor...
- ¡Mierda! ¡El olor era mierda! -grité con indignación.
Y por fin pude encontrar la definición a aquella sensación laberíntica de aquel sitio: mierda. Y había una precaria letrina llena de, como no podía ser de otra forma, mierda. Subí las escaleras esperando escapar de aquella peste pero a cada zaguán que salía había otra letrina con su alegre montón de mierda esperándome con ansias. Me dirigí a otra de las salas hexagonales, aunque a esa altura ya sospechaba que así eran todas las salas, y me apoyé en la baranda, por lo menos allí el olor no era tan intenso. El sonido de unas hojas pasando frenéticamente llamó mi atención, a mi derecha pude divisar a una persona que parecía estar fuera de si misma, a sus pies había amontonados un montón de libros, abiertos, con hojas dobladas y bastante dañados todos ellos. Noto como aquel sujeto detiene sorpresivamente su misteriosa búsqueda, alza el libro que se encontraba examinando y con una sonrisa desquiciada bramó a todo pulmón.
- ¡Lo encontré! ¡Mi vindicación! ¡Lo logré! ¡Sabía que estaría aquí! ¡Jajajajajaja!
Luego de dar aquellos gritos entusiastas apartó a patadas el montón de libros que lo mantenían en su sitio, se aproximó a la barandilla y, aún con la sonrisa y con lágrimas en sus ojos, saltó al vacío. Me aparté espantado ante aquel espectáculo bizarro y un potente eco empieza a venir en todas direcciones, miles de voces, gritos, llantos y risas; de abajo, de arriba, de los zaguanes hasta podría jurar que de los mismos libros surgía aquella cacofonía envolvente y abrumadora. De forma casi inmediata ví como del pozo de arriba comenzaban a caer personas de todo tipo, todas sumidas en un fervor que fácilmente podría considerarse religioso. El suelo retumbó y de los dos zaguanes empezaron a surgir personas que corrían en dirección directa al respiradero central, todos caían al infinito vacío; todos se precipitaban sabiendo que estarían mirando la sucesión infinita de hexágonos, acelerando lo que todas las vindicaciones indicaban
“Tu vindicación es estar buscando tu verdadera vindicación -que no es esta- en los innumerables hexágonos de la Biblioteca.” O al menos eso decía mi vindicación.
- Esto es una locura... ¡tengo que salir ya!
Me di vuelta, intentando con todas mis fuerzas ignorar aquella masa ingente que caía como la más intensa de las pedradas. No sé que impulso me llevó a hacerlo pero comencé a sacar libros de los estantes hasta que no quedo ninguno, extraje las maderas intermedias y descubrí un pequeño pórtico en el cual me introduje sin dudarlo.
El reflejo del sol me encegueció por unos momentos, miro a mis espaldas y no hay ni restos de aquel portal que me trajo a este sitio. Me encuentro en un largo pasillo sin techo y no parece que fuera a encontrar la salida con rapidez. Empiezo a ir hacia la izquierda, hay una bifurcación, derecho o a la derecha, decido seguir derecho esperando encontrar algo que me guíe, pero solo encuentro que aquel pasillo se trifurca, derecha, izquierda y derecho. Izquierda. Derecha. Izquierda. Izquierda otra vez. Derecho, zona cerrada, retrocedo y voy por la derecha. Otra bifurcación, derecha. Vuelvo, voy, medito, me pierdo, continúo, me frustro, me enojo, puteo. Sigo puteando a viva voz hasta que un sonido llama mi atención.
- Parece ser algo grande... no me gustaría encontrármelo.
Sigo yendo y viniendo, noto que algunas paredes están en color carmesí, color sangre, algunos restos pueden adivinarse entre el polvo pero no hay tiempo para examinar, lo siento detrás mío y no quiero voltearme. Corro.
No tengo noción del tiempo, no sé que hora es, no sé cuanto tiempo llevo recorriendo este laberinto pero sí estoy seguro de algo, estoy enojado, mucho. La persecución se ha detenido y pude recuperar el aliento, no sé que era eso y no quiero averiguarlo. Doblo en uno de los tantos pasillos que hay y repentinamente me cruzo con un pequeño grupo de cuatro personas las cuales se encuentran evidentemente aterrorizadas.
- ¿Qué lugar es este?
- No hay tiempo que perder, tenemos que encontrar la salida -dijo uno.
- ¿Qué salida? ¡Estamos condenados! -agregó un joven.
- Nadie sale del laberinto -sentenció el tercero con resignación-. Han visto de lo que es capaz.. Es... es terrible -finalizó el griego.
- ¿Qué es terrible? -pregunté yo visiblemente alterado.
Cuando los griegos van a responder veo como abren sus ojos ampliamente y entreabren sus bocas pero sin decir palabra alguna. Uno de ellos señala hacia mis espaldas y no hace falta que lo haga, puedo sentir su presencia, es aterradora, me doy vuelta y lo veo...
- ¡El minotauro! -gritó espantado el cuarto joven.
Inmenso, con su amenazante cornamenta y su babeante boca, no hay palabras para describir el espanto que aquella bestia produce, no hay estadística o análisis que pueda demostrar los niveles alarmantes de terror que golpearon mi cerebro en ese instante. Cerré mis ojos esperando el golpe fatal, sería devorado por la mitología, no era un final tan malo...
- Déjame librarte de todo pecado, yo que he creado al mundo pero no lo recuerdo -dijo una voz ronca y deforme.
Abrí mis ojos de par en par y mire a la bestia delante de mí. Los griegos a mis espaldas lanzaron un grito de horror y empezaron a golpear sus cabezas contra las paredes del laberinto.
- ¡Haz que pare! ¡Haz que pare! ¡Es horrible! -grito entre sollozos uno de los griegos.
- ¡Prefiero el otro! ¡Por favor, mátame, devorame, haz lo que sea pero no quiero oírlo hablar! -continuó el segundo.
- ¡Maldito seas Asterión! -gritó el cuarto antes de quebrar su cabeza contra la pared.
La amenazante bestia se encogió, sus cuernos se ennegrecieron y se deshicieron como polvo dejando solamente un par de protuberancias óseas en su cabeza. Mi entrecejo se frunció de una forma que hubiese sido excelente ver en una foto, cerré mi puño y aticé un golpe en el hocico de aquella excusa de bestia mitológica. Asterión bramó unos instantes pero luego volvió a su estado de brillante estupidez, hablando -o intentando hablar- de cómo usaba los cadáveres de los griegos como indicadores. Yo me aproximé y lancé una tunda de golpes a la cabeza de aquel animalejo hasta que cayó. Me di vuelta y los cuatro griegos ya se habían suicidado a golpes. Comencé a alejarme del lugar hasta que encontré un hilo que pasaba por uno de los pasillos, lo seguí hasta que me topé con un ingenuo Teseo, lo guié hasta el cuerpo de Asterión y luego me retiré.
“-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. No lo pude matar, se me adelantaron.”
Cansado ya empiezo a caminar por unas calles sin nombre, en un lugar que posiblemente sea Buenos Aires, no sé, no me importa. Cruzo una avenida y avanzo raudamente sin cruzarme a ninguna persona en el camino, de hecho tampoco veo vehículos. Mis pasos resuenan como ecos potentes.
- ¿Y ahora qué? -pregunté con desgano.
Las casas están cerradas, las ventanas también, los negocios parecen haber clausurado hace tiempo y todo está cubierto por el inconfundible deterioro del tiempo. Paso por una tienda de espejos y en el puedo ver a un hombre, viejo, burlarse en mi cara. Mascullo algunas palabras y sigo mi camino, a lo lejos veo un bar, pero lo que resalta de aquel local no es sólo el hecho de que esté abierto, sino además que se encuentre rebosando arena. Me aproximé al lugar y en su interior pude ver a un hombre sentado, concentrado en su escritura, ingresé al sitio -resbalando en la arena- y lo primero que llamó mi atención fue la cantidad de relojes de arena partidos que se encontraban en cada mesa, cada uno aportando su pequeña cortina interminable de granos, todos inundando el bar. Me aproximé aún más y me puse a espiar lo que el hombre escribía.
“Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora...”
Resoplé de forma sonora pero no pareció haber afectado al escritor, pasé mi mano frente a su rostro y tampoco surtió efecto, quizás era el ojo malo, intenté el otro y nada tampoco. Cansado esperé el momento propicio.
“Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es olvido, o del otro.
No sé cual de---- ¡¡DEJAME SALIR TUERTO PELOTUDO!!”
Me despierto sobresaltado. Me quedé dormido y ya se pasó la hora para ir a la facultad, una lástima... miro los libros y fotocopias dispersas en el escritorio, borges, relatos, libros, etc. Coloco mi diestra en el lado izquierdo del escritorio y de un solo movimiento todas esas cosas caen al suelo con un ruido corto. Apoyo mis brazos otra vez en la mesa y vuelvo a dormir, esta vez sin pesadillas de mi némesis.
(Son 11:09, tenía que salir hace una hora y media, tenía que analizar a borges... ahí tienen el mejor análisis que podría haber hecho de él, directo de la entraña para ustedes jajajajajajajaja)