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| Tema: Carneando un cuento: ritmos de lectura Mar Mar 08, 2011 8:55 pm | |
| Ritmos de lectura En la narrativa se conoce como período, a la distancia que va desde una pausa, a la siguiente; dentro de una misma oración. Existen tres tipos de períodos claramente diferenciables por su longitud: corto, mediano, y largo. Para la escritura general, lo recomendable es ir alternando estos tres; sin abusar de ninguno. Pero cuando la ocasión así lo amerite, podemos hacer uso de sólo uno de ellos, para un determinado pasaje, escena o fragmento. De esta manera, podemos… por ejemplo lograr, que la velocidad de lectura acompase a la velocidad con la que suceden las cosas en el cuento. Y clarifico: Si el personaje esta apurado porque llega tarde al laburo y sale corriendo de su casa como loco metiéndose la camisa para adentro del pantalón y al llegar a la esquina agitado se da cuenta: de que hoy es domingo. Normalmente los períodos largos, al no tener pausas, tienden a acelerar la lectura. A su vez, el hecho de tráelo acelerado nos permite meterle un paráte brusco, lo cual refuerza el quiebre argumental del final. Esto es lo que ocurre en el fragmento anterior. Los ritmos de lectura también son muy útiles para la imitación del sonido ambiente. No olvidemos los Cuentistas, lo que tanto Poeta nos ha enseñado. Por ejemplo: Cuando nuestro personaje se encuentra galopando a lomos de buen corcel: bla bla blá, bla bla blá, bla bla blá, bla bla bá, bla bla blá, bla bla blá. Ya lo que nuestro personaje está pensando, ya la descripción del paisaje por donde galopa, o lo que sea que esté ocurriendo; lo armamos en esa métrica. Y si nuestro personaje está a punto de despegar en una nave espacial. La nave arranca de 0 y va acelerando cada vez más, así que empezamos con una palabra, luego periodos cortos, después medianos, luego largos, y finalmente uno muy largo. De esta manera pondremos a nuestro lector, a lomos de ese caballo; o lo sentamos en nuestra nave y le pegamos con las ocho fuerzas G en el medio del pecho. Sonidos onomatopéyicos: como toda herramienta literaria, bien utilizados son maravillosos. Por ejemplo, nuestro personaje cierra la canilla, plic, sale del baño y entra rápido en su dormitorio, plic, comienza de inmediato a vestirse con lo primero que encuentra en el ropero, plic, (¡Si llego tarde otra vez me matan¡) plic, y apurado sale sudando del dormitorio, plic, ¿qué es se ruido?, plic. Hacía rato ya que el asesino, se había quedado sin balas. Otro ejemplo: Tic tac tic tac, corre Emilio por la acera, tic tac tic tac, parece que no va a llegar, tic tac tic tac, acelera empuja y pecha, tic tac tic tac, salta se aferra y se va. El ómnibus lo llevó de arrastro, media cuadra o poco más…. Pero cuidado, que mal utilizadas estas mismas técnicas, quedan como la cara del cuentista cuando empiezan a tirarle los tomates. Por eso no basta con conocer las herramientas, hay que practicarlas y la mejor manera de hacerlo, es a través de la experimentación, y con nuestros propios textos. Agarrarle la mano lleva su tiempo. Porque además, por el camino les iremos encontrando otros usos, así como también el descubrimiento de otras técnicas y en sima, veremos que estas se pueden mezclar de a dos, tres, o más, todas juntas en una misma escena, párrafo, o fragmento. Véase el caso de combinar imágenes con ritmos de lectura. Recomendación: aconsejo pelearse primero de a una, mano a mano y por separado, con cada una de ellas; luego lucharemos con dos a la vez, y al final acabaremos batallando con todas. De lo contrario recibirán la tal golpiza y acabarán seguramente, en ese hospital que se especializa en artistas fracasados: el manicomio. Pero no se preocupen, la comida es buena y se sirve a las ocho. |
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