Las semanas siguientes a la restauración, las salidas a volar se hicieron una rutina obligada para Hermes, su capitán y su escudero. Era esencial que aprendieran a utilizar todo el potencial de su montura alada.
Jinetes y dragones, habían combinado sus cuerpos y mentes como una sola entidad, mediante el contacto mental, forzado de los dragones. De tal manera que podían sentir, oír y ver a través de las aves de fuego.
El dragón tomaba como huésped al jinete, fusionándose para siempre. Sólo el maestro de dragones, tenía el don de poder fusionar con cualquier dragón si así lo necesitara, gracias a las artes antiguas que habitaban en él.
La tercera tarde, de la segunda semana, sobrevolaron el valle oscuro del sur, tierra lindera con las oscuras; de sembradíos abundantes y, muy bien custodiados por las fuerzas de élite del Torreón. Algunas aldeas diseminadas entre las praderas sembradas que parecían un damero colorido.
Todo iba bien, el vuelo era placentero y los acompañaba una briza digna de la mejor primavera. Cuando Hermes, apoyo las manos sobre el lomo de Helios diciendo, -“Sangre y Fuego, casi en el límite con las tierras oscuras”
-“Sí, maestro, creo que desgraciadamente, están atacando una aldea”, agregó Helios.
Hermes miró a sus compañeros de viaje y supo enseguida que habían percibido lo mismo que él, hizo señas en dirección a la aldea donde parecía estar la acción y todos viraron en ese derrotero.
-“Bien, parece que ha llegado la hora de ver si el entrenamiento ha rendido sus frutos”, dijo Hermes mientras hacía señas a su capitán y escudero que volaban un poco más atrás.
Los dragones, se elevaron a las nubes más altas y surcando entre ellas se acercaron al punto de origen, para luego zambullirse como flechas con las alas plegadas, como cuando las águilas cazaban en las planicies desérticas. Para volverá extenderlas al llegar al límite de las copas de los árboles y, extenderlas para planear hasta el centro mismo de la aldea, donde descendieron.
Silencio.
Hermes, Amivia y Lorien, descendieron con sus espadas desenvainadas, pero no había nadie a la vista. La aldea ardía lentamente, mientras todo parecía estar en calma, demasiada calma.
Silencio.
Lo único que se escuchaba era el crepitar de los techos de paja de algunas cabañas. Cuando, Lamar giro su cabeza diamantina, hacia el pozo de agua. Hermes y Amivia lo sintieron. Un diminuto murmullo, apenas audible para el ser humano, pero no para un dragón.
Hermes, dio su venia y Lamar remonto vuelo, para pasar rasante sobre el pozo y lanzar sus fuegos a quema ropa. Dos, tres veces hicieron falta para que los alaridos se hicieran verdaderamente audibles. Entonces orcos negros, pequeñas bestias semi humanas de muy mal carácter, surgieron del pozo parcialmente quemados en su mayoría, dispuestos a matar a quien había osado quemarlos vivos.
Espada de fuego en mano y su escudero también, Hermes hizo frente a esa horda enfurecida que se dirigía hacia ellos. Helios y Elemir detrás formaban parte de los refuerzos incandescentes, para cortar la posible huída de los enemigos.
Mientras aquella pequeña afrenta a filo de espada y bocanadas de fuego se llevaba a cabo. Lorien había entrado en una dela cabañas que empezaban a arder, pues pensó haber visto movimiento.
Y no estaba equivocada, al entrar en ella dos niños corrieron hacia el fondo tomados de la mano. Lorien, para no asustarlos bajó la guardia de la espada y, despacio se dirigió hacia adentro.
-“Pequeños no teman, somos tropa de Dominus Aldebarán”, dijo en con voz lo mas amistosa posible. Pero no tuvo respuesta. En cambio se escucho una puerta que se abría y se volvía a cerrar en la parte de atrás donde por lo general se encontraban las cocinas. Al llegar allí, la puerta que daba al jardín lateral estaba entre abierta. Se asomó por ella y, allí en el medio del patio, una pequeña niña, sostenía lo que parecía ser su hermanito menor del brazo, casi con demasiada fuerza, pues se veía en la cara del niño los ojos llenos de agua.
-“tranquila, tu hermanito y tu están a salvo, no debes preocuparte”, dijo Lorien
-“Bruja”, dijo la niña de golpe
-“¿Qué?2 pregunto sorprendida la capitán ante dicha palabra.
-“Bruja, muerta”, volvió a decir la niña, mientras en su cara se dibujaba una sonrisa. Hasta se podría decir entre macabra y burlona.
La niña soltó al pequeño propinándole un empellón, para luego correr hacia Lorien, todavía con la guardia baja y saltar encima de ella blandiendo unan daga que nunca supo de donde la sacó.
La daga trazo una finta en el aire, que apenas raspo el hombro de Lorien, quién sin mirar demasiado simplemente, lanzo una estocada fuerte hacia la atacante, hiriéndola de muerte.
Helios que había visto la escena, volteo a los orcos que se acercaba a él con un latigazo de su cola y en unos pasos rápidos llego a donde yacía Lorien y su víctima, una mujer pequeña, pero con la expresión de rabia contenida bajo sus dientes.
Ya no era una inocente niña, se había transformado en una mujer, muy bella por cierto.
-“Nogh, furia de las aldeas”, dijo Helios al contemplar el cadáver.
-“No parecía agresiva, apenas era una niña”, dijo Lorien al dragón.
-“Las furias nunca son lo que parecen”, contesto Helios, -” por lo general utilizan los recuerdos de sus enemigos, para poder vencerlos. ¿Acaso hay una niña así, en tu memoria capitán?”
Lorien no contestó enseguida, su mente estaba fluyendo hacia el pasado.
-“¡Capitán, esta herida!”, Hermes se había acercado, al ver a su dragón retirándose del campo de batalla. –“¡Amivia, rápido la alforja de medicinas!”
-“¡Dominus, sólo es un raspón!”, dijo Lorien con cierto enfado.
-“Un raspón, de la daga de una Furia. Así que Capitán, quédese quieta, no estoy dispuesto a perderlo por un error estúpido”, Hermes se había puesto serio, tomo la alforja que Amivia le había traído de su montura y desplego allí, un botiquín propio e un elfo.
Mientras trataba el hombro de Lorien, Hermes pidió a sus dragones que revisaran el área y dejaran todo limpio. –“Debo mandar un mensaje a las Furias, ¿entendéis bien lo que quiero decir?”
-“Perfectamente Maestro”, la voz de Helios, sonó sepulcral. Los tres dragones, se dieron la vuelta y remontaron vuelo y, pronto se sintieron gritos y corridas por los bosques lindantes a la aldea.
El hombro de Lorien se había puesto de cierto color morado, lo que la sorprendió de sobremanera. Hermes, utilizando ciertos ungüentos y vendas, logro aliviar el dolor que estaba surgiendo.
-“Maldición”, Lorien sintió una puntada de dolor al incorporarse.
-“Hermana”, Amivia intentó ayudarla, pero Lorien se resistió, su orgullo de capitán de la guardia le impedía mostrar debilidad.
-“Capitán, acepte el gesto de su hermana, estamos solos y no es necesario tanta demostración de valor y orgullo.”, la voz de Hermes sonaba suave y conciliadora. Lorien, entonces se dejo llevar hasta Elemir, que la esperaba cerca de la plaza de la aldea.
-“Escudero, que el capital vuele atado a Elemir, no quiero perder a mi mano derecha.”
Elemir, se apoyo entera sobre el piso para que su pasajera pudiera subir sin demasiado trabajo. Amivia, con una sonrisa oculta en el rostro, ató a su hermana a la montura de forma tal que no pudiera caerse durante el vuelo hasta el Torreón.
-“no te rías hermanita, todavía soy tu capitán, recuérdalo… Ah!”, otra puntada azoto el hombro de Lorien. Los ungüentos estaban trabajando, el veneno de la daga pronto estaría fuera de su sistema.
El regreso al Torreón fue silencioso. Lorien, con cierto mareo, pero sintiendo que su hombre estaba expulsando algo realmente asqueroso. Amivia volando detrás de ella y, Hermes a la cabeza, sumergido en sus pensamientos sobre los peligros encerrados en las tierras oscuras y tratando de recordar todo acerca de ellas.
La noche se hacía presente, dejando las lunas de Los campos asomarse con sus tonos azul plata , bañando los bosques que todavía había debajo de ellos, A lo lejos, la silueta del hogar. El Torreón con todas sus luces encendidas y el descanso anhelado.
SIGUIENTE