Diegobh71 Escritor activo
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| Tema: Los Campos de Aldebarán – Capítulo 6 - La Restauración Vie Oct 01, 2010 4:58 pm | |
| De pequeño, Alba entretenía a su hijo con juegos de acertijos y misterios. Cosas sencillas, para resolver en poco tiempo. -“¡Piensa y resuelve, el tiempo corre!”, decía ella.
Hermes estaba parado sobre esa gran piedra de luz que coronaba el centro del Círculo de Menhires y Dragones, tenía forma hexagonal. Su cabeza corría, como en su infancia, tratado de resolver aquel misterio que recitaban los menhires. “No puede ser san sencillo, es estúpido.”, pensaba, “pero, sin embargo las cosas parecen ser así, como si la estupidez fuera la mejor manera de transmitir un mensaje sin que nadie lo note o no”. Entonces como salido de la manga de un hechicero, la respuesta se presentó en su mente y, para probar que estaba en lo cierto llamó a su futura escudero.
-“Amivia, por favor aproxímate”
-“Dominus”, contesto ella, tras acercarse hizo una simple inclinación de cabeza, para asentar su presencia.
-“Te pregunto, ¿qué significado tiene una corona para un rey?”
Sorprendida ante la pregunta Amivia, contesto de la manera más sincera que se le ocurrió. -“Es su forma de demostrar que posee el poder, mi señor”
-“Cierto, ¿pero qué más?”, mientras el volvía a preguntar Lorien se aproximó, intrigada por lo que acababa de escuchar.
-“Mmmm“, Amivia se llevo la mano a la cabeza, como si rascarse le ayudara a pensar mejor,-“en cierto modo, un rey coronado es el centro de todo el poder”
-“Bien “, dijo Hermes y mirando a Lorien volvió a preguntar, -”Si un rey coronado, es el centro del poder, ¿acaso sería extraño pensar que estoy parado sobre la corona de este Círculo?” Ambas mujeres se quedaron mirando sorprendidas, era absurdo pensar que fuera tan sencillo, pero parecía ser cierto. Lorien se inclinó ante la piedra de luz, que Hermes tenia bajos sus pies. Al observarla encontró una línea irregular que la rodeaba.
-“¡Dominus, hay algo aquí que deberíais ver!”
Hermes se arrodillo junto a ella e inspeccionó la línea. Parecía ser una escritura de algún tipo. Amivia se acercó a ellos y al mirar por sobre el hombro de Lorien simplemente pronunció las palabras que allí estaban escritas.
-“Aquel que las llamas ha probado, Aldebarán ha de ser”.
-“¿Puedes leerlo?”, pregunto Lorien sorprendida.
-“Si, es un dialecto Elfico antiguo”, respondió Amivia, -“madre me lo enseño de niña, era nuestro lenguaje secreto”, se sentía divertida al ver la cara de la hermana ante semejante confesión.
-“Ahora entiendo porque murmuraban tanto…”, le dijo Lorien con un dedo acusador, -“Lee el resto, luego hablaremos al respecto de eso que hacían…”.
-“UuuuH!”, Amivia puso cara de miedo, levantando la palmas de las manos como si se atajara de la acusación y, enseguida sonrió.
-“Señoritas, no es momento”, Hermes estaba sorprendido de ver que se pelearan por algo tan trivial. Y menos en un momento tan importante para los Campos de Aldebarán.
-“Perdón, Dominus”, agrego Amivia y continuó leyendo lo que estaba escrito en el piso, -“Si Ignis Spada busca, sangre y fuego debe unir. Sólo a línea de sangre responderá”
-“¿Es todo lo que dice?”, pregunto Hermes
-“Si, mi señor” respondió ella.
-“Ahora, tiene mucho sentido”, dijo Lorien y continuó “Para los elfos de la montañas, la línea de sangre es la herencia que se pasa de padres a hijos, la continuación del don de luz, como lo llaman también”
-“Entonces…” empezó a decir Hermes cuando como por instinto, simplemente dejo caer su palma sobre la piedra. Esta, se ilumino instantáneamente, llenando la mano de él con una luz incandescente a la vista. La mano de Hermes comenzó a hundirse en la piedra hasta quedar sólo su hombro sobre lo que parecía ser la boca de un hueco de luz en el piso. La sensación, era extraña, sabía que era luz, pero al mismo tiempo parecía líquido.
Lorien y Amivia, simplemente se quedaron mirando como la mano y el brazo de Hermes, desaparecían en ese extraño hueco. Todas las frases leídas en aquel Círculo y en el códice tomaban sentido.
-“Acabo de tocar algo”, dijo Hermes, mientras hacia un esfuerzo por intentar alcanzar algo dentro del hueco. Un instante después, comenzó a incorporarse lentamente, en su mano aún sumergida, una empuñadura se comenzaba a notar. Cuando se puso de rodillas, ante ellas esgrimía la conocida espada de Fuego o Ignis Spada, como la llamaban los pergaminos del códice Dragón.
-“¡Es magnífica!”, Amivia estaba emocionada ante semejante belleza. La espada forjada en el acero de las montañas blancas, estaba grabada con hermosas guardas elficas a lo largo de su hoja, todo escrito en la misma lengua, que decía: “Que los fuegos de Aldebarán juzguen tu sangre”.
-“Sí, es una magnífica pieza. Sin embargo, falta una pieza para resolver el acertijo de los Menhires”, agrego Hermes.
-“El escudo”, dijo Lorien, “forjar un escudo…”
Se hizo un silencio entre los tres que permitió escuchar las vibraciones que emitían las piedras de luz ubicadas en las paredes.
-“Dominus”, Amivia se había puesto de rodillas delante de su señor, -“yo soy el escudo.”
Hermes, miró a su capitán de guardia, preguntando sin decir nada que significaba esto. Lorien entonces simplemente contestó: - “Es la mejor postulante para escudero, Dominus”
-“Escudero, escudo humano de mi, Dominus Aldebarán”, volvió a mirar la hoja de la espada y se sonrió, -“Era así de simple, sino fuera Aldebarán nada esto sería posible”.
Hermes, se acerco a Amivia, pero no supo que decir. Debía pronunciar un juramento, pero en su memoria no había nada. Miró a su capitán y, Lorien dando unos pasos hacia ellos simplemente recito para su señor: -“Que la sabiduría del Dragón se tu sangre, La fortaleza del Dragón tu fuego y el espíritu tu voluntad de servicio”
Hermes repitió las mismas palabras mientras apoyaba la vaina, sobre ambos hombros de la postulante. -“¿Juras por las artes antiguas, servir a Dominus Aldebarán?” agrego Lorien
Hermes volvió a repetir dichas palabras, apoyando la hoja plana sobre la cabeza de Amivia. -“Sí, juro.” Contestó solemnemente Amivia.
En la cámara del círculo de Menhires y Dragones, se hizo un silencio absoluto. El piso comenzó a temblar débilmente y, los tres grandes menhires que allí había, se iluminaron. Cada una de las figuras grabadas en las piedras, brillaban con intensidad. Y así como la corona del circulo se hundió al tocarla Hermes cio su mano. Los menhires, se elevaron brillando cada vez más. Por tan solo unos segundos, para luego caer de lleno sobre el mismo lugar.
Lo que vieron después, ninguno lo podía creer. Tres dragones, uno en la cumbre de cada piedra, con las alas extendidas y sus bocas abiertas con afilados colmillos.
Hermes, Lorien y Amivia, se reagruparon en el centro mismo de la estancia, armas en mano. -“Salve, Dominus Aldebarán”, dijo el primer Dragón. Su color era plata con escamas doradas.
-“Soy Helios, dragón ungido en la Sabiduría”, dijo esto inclino su cabeza en señal de saludo.
Hermes, dio un paso al frente. Elevo la espada con la hoja en alto, hasta apoyarla sobre su corazón, diciendo: -“Te saludo Helios, Soy Hermes Dominus Aldebarán”
Entonces el siguiente Dragón de tonos rojos como el mismo Aldebarán, tomo la palabra: -“Soy Lamar, Dragón ungido en la Fortaleza”
-“Te saludo Lamar”, contesto Hermes.
-“Soy Elemir, Dragón ungida en el Espíritu”, agrego la última que lucía en sus escamas tonos turquesa como el mismo atardecer.
-“Te saludo Elemir”, contestó Hermes, e inclino la cabeza ante la dama dragón.
Hermes estaba parado casi en el centro de la cámara, con su capitán y escudero a tan solo unos pasos detrás, cuando Helios se pronunció: - “Ha llegado el tiempo de la Restauración”.
Lo que sucedió después, hizo que Hermes entrara en pánico.
Llamaradas de los dragones, le cayeron encima, un fuego incandescente como aquella primera vez en las ruinas. El recuerdo lo hizo retroceder unos pasos y caer al suelo; pero como antes ese fuego que lo envolvía no lo quemaba, muy por el contrario lo hizo sentir distinto. Voces empezaron a dejarse oír en torno a esas llamas. Voces antiguas, de otros Señores de Aldebarán. Tenía la mano libre sobre la frente y la espada apoyada de punta sobre el piso de piedra. El fuego ceso y el círculo quedo a oscuras, hasta que las piedras de luz volvieron a encenderse. Amivia, preocupada por no haber podido ejercer su juramento, corrió hasta Hermes, para ayudarlo a ponerse de pie.
-“mi señor, no sabía…”
-“Amivia, no podías hacer nada, esto debía cumplirse. Simplemente has sido la llave para mi restauración como Dominus Aldebarán y”, se puso de pie con la ayuda de su espada, levanto la hoja hasta presentarla delante de Helios y terminó, -“Maestro de Dragones” Con estas palabras, los dragones extendieron sus alas y un “Salve Dominus Aldebarán, Maestro de Dragones” resonó fuerte en sus bocas. La cámara, ahora parecía más alta, más iluminada. Y así era, pues se podían ver las estrellas – aquellas a las que Hermes todavía no se podía acostumbrar -, las piedras de luz apenas brillaban y en las cumbres de los menhires tres excelsos dragones reposaban. Aldebarán, había cambiado, las arte antiguas estaban despiertas nuevamente y, con ellas el poder de volver a concretar el sueño más anhelado por todos. Hacer de los campos de Aldebarán una tierra próspera, done la paz y la prosperidad pudieran volver a surgir sin furias.
-“Dominus”, pronunció Helios, -“Las luces de Aldebarán están surgiendo en el horizonte, es la mejor hora para conocer tus campos desde el cielo”
Dicho esto el dragón, descendió del Menhir e invitó a su señor a montar sobre su lomo. De la misma manera Amivia monto sobre Lamar y, Lorien sobre Elemir. Uno a uno, remontaron vuelo hacia el mismo techo de la cámara. Y como si tan solo se tratara de un velo etéreo, lo traspasaron para volar hacia el cielo mismo de Aldebarán alejándose de la casa de del Ave de Fuego. Esa mañana, las primeras luces trajeron noticias para muchos de los pobladores del Torreón y los campos. Las aves de Fuego estaban en el cielo nuevamente, la esperanza era otra vez un hecho. SIGUIENTE | |
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