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| Tema: Vicencio Foximilino Capítulo IV b (Novela) Miér Mar 19, 2008 2:55 am | |
| Capítulo IV b Cuando quiso enseñar a trabajar a su pueblo.
Georgino – esbozando una sonrisa sarcástica - Eso es problema tuyo: muy claramente te advertí que tendíamos que firmar los tratados de migración. Esto quiere decir que nada estaba fincado sin esos tratados. Si se te ocurrió hablar antes de firmar los tratados… eso es problema tuyo.
Las circunstancias han cambiado. Si por lo menos me ofrecieras algún beneficio equiparable al riesgo que corro manteniendo un tratado de migración…
Vicencio – ¿Que sería para ti un beneficio equiparable?
Georgino – Bueno, por ejemplo… en tu reino existen grandes yacimientos de petróleo. Resultaría interesante participar de la extracción y la petroquímica.
Vicencio – Ese es un tema tabú en el reino de la Desilusión, ninguno de los que componen la cámara de los comunes y la cámara de los corrientes desea que se pierda el control del Estado en esos rubros.
Para muestra, un botón: iniciamos negociaciones con los capitales extranjeros y privados, por medio de un supuesto contrato de riesgo, al que le hemos puesto el nombre de PIDIREGAS, y se ha armado un follón. Me acusan de permitir la intervención de capitales privados en los bienes del reino.
Georgino – Creo que no me entiendes: lo que deseo es que me vendas la empresa productora de petróleo de tu reino. Probablemente, al tener el control total de la industria petrolera de tu reino, podré convencer a los caballeros del congreso de permitir la firma de los tratados de migración.
Vicencio – visiblemente espantado - La venta de la industria petrolera del reino, al igual que la industria eléctrica, está prohibida por la ley máxima del reino de la Desilusión.
Georgino – Ahora que mencionas a la industria eléctrica: si lograra tener el control de los recursos energéticos de tu reino, eso creo que si resultaría ser un beneficio equiparable con el riesgo de mantener un tratado de migración con tu reino.
Vicencio – Eso es imposible, las cámaras no aprobarán la venta de los recursos energéticos del reino, eso no lo puedo hacer.
Georgino – Entonces, como verás, no existe un beneficio equiparable al riesgo que correríamos, por lo mismo no habrá firma de tratados migratorios.
Vicencio – ¡Creí que éramos amigos!... Ahora resulta que me condicionas la firma de un tratado a la venta de los recursos naturales de mi reino y a las empresas del Estado.
Georgino – No estoy condicionando nada. Solamente trato de ayudar a mejorar el estatus de tu reino. Si negociaras con las cámaras una reforma energética, ellos se encargarían de modificar la ley máxima de tu reino y permitir la venta y privatización de las empresas que te he mencionado. Además, buscaríamos la forma de que tú, en lo particular, resultaras beneficiado.
Vicencio – ya en el paroxismo del terror – No pudo, me llamarán traidor, vende patrias, ¡Me fusilarán!
Georgino – Busca la forma de tener una reforma energética y me encargo de los tratados migratorios. También me encargaré de que pases a la historia como el gran Rey que modificó las estructuras arcaicas de tu reino.
Vicencio – visiblemente derrotado – Lo intentaré… todo sea por el beneficio de mis súbditos. Buscaré la forma de hacer una reforma energética y, poco a poco, realizar los cambios que sean necesarios para obtener ese beneficio que me prometes.
Georgino – De acuerdo, haz todos los intentos que se requieran, todos saldremos beneficiados. Te lo prometo: recuerda que tú en lo particular también saldrás beneficiado.
Vicencio – De acuerdo, lo intentaré, pero no prometo nada.
Georgino Bushcapleitos, tomando del brazo a Vicencio, empezó a caminar con dirección a la puerta. Al llegar a ella le dijo:
Georgino – De acuerdo, estaremos en contacto. Ahora, si me lo permites, te tengo que dejar partir, requiero poner toda mi atención en el problema del terrorismo.
Vicencio – sintiendo un calorcillo de vergüenza que subía a su rostro - Lo intentaré, nos pondremos en contacto más adelante. Georgino - Adiós.
La puerta se serró detrás de Vicencio. Este se sentía desmoralizado, denigrado por la forma en la que lo habían despachado. Sintió que Bushcapleitos, aquel al que creía su amigo, lo corrió sin ninguna consideración.
Vicencio regresó al reino de la Desilusión. Al ser interrogado por el resultado de las negociaciones con respecto a la migración, intentó minimizar el problema y se guardó, muy en sus adentros, las razones que el rey del reino de la Mentira le había dado.
A los pocos días congregó a todos los caballeros de su gavilla de gobierno y empezó a mencionar, como quien no quiere la cosa, los problemas a los que se enfrentaban las dos compañías más importantes de su reino: la petrolera y la eléctrica.
Vicencio – Los he reunido para informarles que según los últimos estudios mandados a realizar, la industria petrolera se encuentra en peligro financiero. Es necesario tomar medidas.
Todos los presentes, se miraron entre si, se quedaron helados. Esta declaración los tomó por sorpresa. Tras unos segundos de incrédulo silencio, el secretario de gobierno Santiaguiño Creelo Charro se atrevió a preguntar:
Santiaguiño – Su Majestad, ¿Podría explicarnos cual es ese peligro financiero?
Vicencio - Claro mi buen Santiaguiño, no es nada difícil de explicar. La industria petrolera del reino está estructurada con equipo que es en verdad obsoleto, los recursos económicos que se necesitan para la exploración, cada día son mayores.
Santiaguiño – Entonces es necesario inyectar más recursos económicos a la industria petrolera.
Vicencio – Ciertamente, pero no tenemos los recursos necesarios.
Francisquín – Su Majestad, yo como secretario del tesoro del reino, me permito opinar, que deberíamos aumentar los impuestos: con un ingreso mayor podríamos inyectar esos recursos.
Vicencio – Recuerden que tendríamos que competir con las empresas petroleras del resto del mundo, sobre todo con las del Medio Oriente, que tienen grandes capitales y costos de producción muy bajos.
Francisquín – Entonces necesitamos buscar la forma de tener acceso a nuevos préstamos. ¡En mala hora!... Hemos logrado estabilidad en las reservas de la corona y pagar deudas con anticipación.
Santiaguiño – En la actualidad, con el costo del dinero tan alto, con los intereses a tazas fuera de este mundo, el hecho de pedir nuevos préstamos, resultaría en una carga catastrófica. Sigamos con nuevos PIDIREGAS.
Vicencio – No lo creo: ya vieron lo que pasó con los anteriores PIDIREGAS. Creo que esta vez lo mejor sería modificar la Ley Máxima del Reino, hacer que nos permita la inversión extranjera, o mejor resultaría que nos permitiera deshacernos de esa empresa incosteable.
Santiaguiño – No estoy seguro que consigamos el apoyo necesario para esas reformas… creo que es mejor seguir con los PIDIREGAS. Al fin y al cabo ya tenemos algunos.
Vicencio – Tenemos que cabildear las reformas a la Ley Máxima del Reino para deshacernos de la industria petrolera y de la eléctrica. Estoy seguro que esto beneficiará al reino.
Francisquín – Si Usted está de acuerdo, iniciaremos el cabildeo de esas reformas, informando al pueblo de los graves riesgos que corren las dos empresas más importantes de este reino.
De esta manera iniciaron la maniobra, así pasaron los años y cada vez que tenían la oportunidad, intentaban empujar el tema de la reforma energética, pero en la cámara de los comunes, al igual que en la de los corrientes, sin importar cuantos adeptos tenían, siempre les rechazaron su mentada reforma, una y otra vez, hasta el fin de su reinado. |
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| Tema: Re: Vicencio Foximilino Capítulo IV b (Novela) Vie Mar 21, 2008 7:54 pm | |
| Simceramente, pensé que podia leer los capitulos por separado, pero tengo que ir a los de atras para entender sobre algunos personajes,y situaciones. Me cuesta un poco este tipo de lecturas largas que muchas veces me aburre,pero intentaré leer tus entregas. | |
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| Tema: Re: Vicencio Foximilino Capítulo IV b (Novela) Dom Mar 23, 2008 9:16 am | |
| Bueno otra muestra más. Siguo leyendola y sabes me gusta, buenos los dialogos. Tienen acoplamiento y sentido y se complementan con la totalidad de lo escrito.
Un abrazo. |
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| Tema: Re: Vicencio Foximilino Capítulo IV b (Novela) | |
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