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| Tema: Vicencio Foximilino Capítulo III (Novela) Mar Mar 18, 2008 9:45 pm | |
| Capítulo III De cómo dio una Reina a sus súbditos. Cierto día, poco antes de cumplir su primer año de reinado, mientras mantenían una reunión de trabajo, más rutinaria que necesaria, el secretario de estado Santiaguiño Creelo Charro, que había estado buscando el momento propicio, vislumbró la oportunidad y le hizo, a Vicencio Foximiliano, la siguiente observación:
Santiaguiño - Su excelencia, gran Vicencio, el pueblo está deseando tener una reina. Es importante que piense usted en ello.
Vicencio - Mi querido amigo Santiaguiño, sabes bien que no es posible compartir la responsabilidad de ser rey.
Santiaguiño - En eso estoy de acuerdo, pero el pueblo necesita una reina, una bella dama que le sirva de aliciente.
Vicencio - Estoy de acuerdo Santiaguiño, pero ¿quién querrá ser la reina? recuerda que es un puesto muy exigente: requiere de muchos esfuerzos. No cualquiera podría soportar la vida de lujo que se requiere y pocas son las mujeres que estarían dispuestas a sacrificarse con los compromisos sociales que exige la posición de reina.
Santiaguiño - Es verdad, su Excelencia. Aún así, estoy seguro de que existirá, en alguna parte del reino, alguna mujer que esté dispuesta a tales sacrificios, soportándolos en beneficio de los súbditos...
Vicencio - Con un dejo de molestia - y de las súbditas.
Santiaguiño - Si, y de las súbditas… por ello, le suplico a su alteza serenísima, que busque a la honorable dama que esté dispuesta a tan extremos sacrificios, y después la despose. Además, mi querido rey, si estuviera casado, no se repetirían nunca más esos días que resultan agotadores, en los que al final del día se siente tan solo e incomprendido. Esos días que Dios le ha confiado.
Vicencio - Tienes mucha razón Santiaguiño… seguiré tu consejo.
Esa noche, Vicencio Foximiliano, en la soledad de su alcoba, sin poder conciliar el sueño, meditaba sobre lo que su fiel amigo Santiaguiño le había sugerido.
Tras varias sesudas y lógicas disertaciones, tomó una decisión: contraería nupcias. Buscaría a la mujer ideal, aquella que estuviera dispuesta a sufrir los grandes sacrificios que requiere ser la reina de un gran pueblo.
Durante varios días Vicencio se mostró cabizbajo y meditabundo. Todas las noches, en su soledad, buscaba y rebuscaba en su mente, entre todas las mujeres que conocía, a una que le ofreciera todo aquello que de una buena reina se requiere y sobre todo, que fuera digna representante de su pueblo. Tras varias semanas de lucha febril entre su corazón y su mente, encontró a la perfecta esposa, a la abnegada compañera, a la humilde representante de todas y cada una de las mujeres de su reino. Definitivamente, había encontrado a su Reina.
Por ello, sin importar que aún no hubiera amanecido, llamó a su Secretario de Estado y con toda la alegría de su corazón le comunicó la buena nueva.
Vicencio - Mi muy querido y servicial Santiaguiño, tenías razón: ya he encontrado a la mujer ideal.
Santiaguiño - ¡Perfecto!, ahora Su Excelencia, sólo nos resta esperar que todos los Caballeros de la gavilla estén de acuerdo con su elección.
Vicencio - No opondrán ninguna objeción, además, no me importa lo que opinen, el Rey soy yo y he decidido casarme con ella.
Santiaguiño - De acuerdo, pero, ¿Puedo saber quién es la agraciada?
Vicencio - Claro mi querido Santiaguiño, claro que puedes saberlo, ya que también será tu Soberana. Se trata de Martiana Segundamano, ¿la recuerdas?
Santiaguiño - Discúlpeme mi Señor, pero no recuerdo a Martiana Segundamano.
Vicencio - ¡Ay Santiaguiño!, si serás pendejo. Ha estado a mi lado por varios años, ha participado en mi lucha por la democracia. Es aquella chaparrita, flaca y trompudita, aquella amiga mía del mismo pueblo que yo, la que ha sido mi compañera de andanzas por la vida.
Santiaguiño – Pero, gran Vicencio, ella ya está casada.
Vicencio - Ciertamente, precisamente por ello la he elegido: ella ha demostrado serme leal y ha sido tan abnegada, que ha aceptado ser mi concubina, por la simple y sencilla razón de estar casada.
Santiaguiño - Entonces tendremos que buscar la forma de anular el matrimonio de Martiana Segundamano.
El triste Vicencio Foximiliano, al ver que su sueño de felicidad al lado de Martiana Segundamano, se veía ensombrecido, decidió encontrar apoyo en sus buenos amigos, el Cavernal Norbeto Grillera y el Archivisco Millonésimo Cempeda.
Vicencio - Comunícate con el Cavernal Norbeto Grillera y con el Archivisco Millonésimo Cempeda, ponlos al tanto de los sacrificios que ha hecho Martiana para ayudarme, explícales, con lujo de detalles, los que tendrá que hacer al tomar el cargo de reina, creo que se darán cuenta de que, si bien es cierto que Martiana está casada, ese matrimonio no es más que un error en la vida, ellos se darán cuenta de que ha sido predestinada por Dios para que sea mi reina.
Santiaguiño - Haré lo que me pide su Majestad, estoy seguro de que ellos buscarán, y quiera Dios que hallen, la forma de que sea anulado el matrimonio de Martiana, si lo logran, ya no habrá obstáculo para que ella contraiga nupcias su Majestad, y así podrán cumplir con la encomienda que Dios les ha dado en esta vida.
Santiaguiño se entrevistó con El Cavernal Norbeto Grillera y el Archivisco Millonésimo Cempeda, los puso al tanto de todo el tiempo que Martiana Segundamano había apoyado a Vicencio, estos grandes amigos y santos varones, al ver el desinteresado amor que la trompudita Martiana profesaba al apuesto rey Vicencio, y el fervoroso cariño con que le había ayudado en el pasado, se ofrecieron a tramitarles la anulación del matrimonio anterior de la chaparrita, en tiempo récord. Con esto podrían casarse y reinar juntos.
Tanto el Cavernal Norbeto Grillera, como el Archivisco Millonésimo Cempeda, estudiaron concienzudamente el asunto: se decían uno al otro, que no podría el cielo permitir que un error como este llegara a tal grado que no tuviera solución.
Se cuenta que algunos altos funcionarios de su iglesia se ofrecieron para ayudar a estos santos hombres, intentando buscar la tan ansiada solución. Se menciona al Señor Pingone y a muchos eruditos más… todos buscaban causales para que el primer matrimonio de Martiana tuviera que disolucirse o alguna causal para que se pudiera declarar inexistente.
Un domingo, después de haber disfrutado de una humilde botana de langostas, berberechos, gambas y blanco del norte, Grillera, Pingone y Cempeda, mientras le hacían los honores a un excelente V.S.O.P. (¡Virgen Santa! Otro Pedo) y a los aromáticos habanos con que Cempeda acostumbraba deleitar a sus amigos, no sin antes recordarles que “Estos son verdaderos cigarros, hechos a mano y rolados sobre los muslos desnudos de bellas y sudorosas mulatas”, comentaban las probabilidades de lograr el éxito a favor de su amigo Foximiliano…
Pingone - Se me ocurre una cosa.
Grillera - ¿Qué?
Pingone - Veamos, razonen conmigo. ¿Qué edad tenía Martiana cuando se casó?
Grillera - Como 16 o 17 años.
Pingone - ¿Ustedes creen que ya se puede tomar una decisión tan importante como el matrimonio, a esa edad?
Cempeda - ¡No, claro que no! A decir verdad, yo no permitiría que se casara nadie a esa edad, apenas son unos niños, no son lo suficientemente maduros para tomar semejante decisión.
Pingone - ¡Exactamente!
Cempeda - ¿Exactamente qué? Pingone - Esa es la causal que estamos buscando.
Grillera - ¿Cual?
Pingone – observando alternadamente a cada uno de sus interlocutores - Si nuestra amadísima hermana Martiana se casó entre los 16 y 17 años, era una niña, por lo tanto no tenía la madurez necesaria para tomar dicha determinación.
Cempeda - En eso estoy de acuerdo.
Grillera - Pero el matrimonio se consumó, ellos procrearon tres hijos.
Cempeda - Ja, ja, ja. ¡Calentura!, ¡Calentura! Jovencita, inexperta, buenas nalgas y con un garañón como con el que se casó, ¿Qué esperaban?
Pingone - Je, je, je. Grillera - Darle duro, duro, duro, ja, ja, ja.
Pingone – llamándolos al orden - Entonces, con ese mismo razonamiento, es posible afirmar que el hecho de consumar el matrimonio y procrear tres hijos, es resultado de la inmadurez propia de la edad.
Grillera – haciendo una seña obscena - Esta vez si te la sacaste, Pingone.
Cempeda - Se la sacó y se columpió en ella, ja, ja, ja, ja.
Pingone - De acuerdo mis queridos hermanos, creo que ha quedado solucionado este problema. Como nuestro superior ya es un viejo que chochea, no creo que pueda oponerse a estos razonamientos.
Grillera - ¿Y qué haremos con toda la bola de beatos que lo rodean?
Pingone - ¡Nada! Que coman mierda, yo me encargo de hablar con el viejo chocho para que nos dé su aprobación. Déjenlo por mi cuenta y riesgo.
Grillera - De acuerdo.
Cempeda - carcajeándose y poniéndose rojo de tanto reír - Yo me encargo de comunicarle a Vicencio y a Martiana que ya pueden darle duro, duro…, mientras Vicencio lo pueda tener duro.
Grillera - Que no será por mucho tiempo, ja, ja, ja, ya está viejo.
Pingone – Y Martiana dentro de poco ya no estará tan buena, je, je, je.
Cempeda - Bueno, cada quién a sus asuntos, este arroz, ya se coció.
Al cabo de un año, al fin llegó el momento tan ansiosamente esperado: Vicencio Foximiliano y Martiana Segundamano contrajeron matrimonio. En cierto modo se trataba de un verdadero acontecimiento: por primera vez en la historia del reino de la Desilusión, un rey, que llegó a serlo siendo soltero, contraía matrimonio. Al término de la hermosa ceremonia Vicencio Foximiliano salió al balcón real y saludo a su pueblo, diciendo:
Vicencio - Súbditos y súbditas, mi querido pueblo, les puedo asegurar que este es un día muy feliz para mí y todos los ciudadanos del reino de la Desilusión. Ciertamente, hoy que es el aniversario de mi nacimiento y el de mi coronación, para que el festejo y la alegría sean por triplicado, tengo el gusto de presentarles a su nueva reina, mi esposa, la Señora Martiana Segundamano de Foximiliano.
Se escucharon gritos de alegría y sonoros aplausos.
Vicencio – haciendo con las manos una seña que se pudo interpretar como pidiendo silencio, dijo: - He aquí a su Reina, La Señora Martiana, quien será para mí la luz y la guía, mi consejera y compañera. Para ustedes, es y será siempre, una mujer con valor y muchas faldas, una mujer que no se arredrará ante los sacrificios, la mujer en la que pueden confiar y confiarán.
Martiana Segundamano de Foximiliano salió al balcón y entre las sonoras manifestaciones de júbilo, esbozó una bella sonrisa, la cual iluminó su rostro. Su magnífico y altivo semblante, a todo aquel la miraba, parecíale un hermoso sueño. Martiana se paró de puntitas, para que todos pudieran verla, levantando su pequeña y alba mano, en signo de franco saludo.
Los aplausos y vítores no se hicieron esperar: todos quedaron prendados de Martiana; las mujeres querían parecerse a ella y los hombres admiraban su grandeza.
De pronto todo quedó en silencio, Martiana había empezado a hablar, diciendo:
Martiana - Queridods amigods, amadods conpatriotads, ¡No lloreds por mí, paids de la dedsilución! Soy una mujer a carta caval, no me achico ante las adversidadeds, no me detengo ante las injuriads y dsiempre lucharé por ayudar a las mujereds necedsitadas, y ayudaré al Rey a gobernar edste reino.
Luchare por mantener en igualdad de dcircundstanciads a todads lads mujereds del reino, hadciendo que la mujer llegue a tener un empoderamiento igual al de lods hombreds. Dsoy una mujer valiente, con agallads, y nada ni nadie me va a detener
Nuevamente se escuchó un sonoro aplauso y los mariachis, tan típicos de este país, empezaron a tocar aquella canción, ya tradicional, que dice… "Si Martiana se fuera con otro..."
Vicencio Foximiliano, al ver el gusto que a su pueblo le daba el tener una reina exclamó:
Vicencio - Querido pueblo, ya no solamente tenéis un Rey, ahora tenéis un Rey y una Reina, tenéis ya, por gracia divina, una pareja real. Recuerden que reinaremos juntos La señora Martiana y Yo. Si en algún momento tenemos que dejar de ser los reyes, nos retiraremos a mi castillo de verano, a vivir juntos una larga y tranquila vida, acompañándonos y apoyándonos el uno y la otra, cuidando de nuestras vaquitas y alejando a las tepocatas y víboras prietas, al igual que otras alimañas.
Fuerte resultó la ovación de todo el pueblo; se comenta la grandeza y duración de la fiesta que siguió a la boda; cuentan los que estuvieron en ella, que duró 6 años.
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