Secreto de Familia

Lorena se hallaba parada frente a la ventana de la sala de espera del hospital regional. Recostada sobre su marco y de espaldas a la poca gente que allí estaba sentada en las escasas y ruinosas sillas agrupadas sin ningún orden, contemplaba totalmente absorta en sus pensamientos el jardín casi abandonado que rodeaba al viejo edificio cuatro pisos más abajo.

Todo lucía brillante en el exterior. Las plantas de tupido follaje mojado reflejaban prismáticamente las primeras luces artificiales encendidas con el inicio del crepúsculo. Una suave y constante llovizna otoñal estaba cayendo sobre la ciudad desde el mediodía. Lorena, con su pelo negro, corto y rizado y su juvenil carita triste de tez oscura, había pasado las últimas seis horas allí. Miraba caer el fino manto de agua y reflexionaba que eso sólo podía ser para bien. Un buen lavado purificador para la suciedad de las calles y para las manchas en las almas de sus habitantes.

Tan sumida se hallaba en su mundo interior, que no era consciente de la sensación de hambre que su estómago reclamaba, ni escuchaba el murmullo de la apagada conversación a sus espaldas. Tampoco escuchó abrirse la puerta de la sala y la sorprendió el leve roce de la mano temblorosa sobre su hombro. Se dió vuelta y se encontro con el rostro de su madre, marcado por los abatares de una vida dificil y con los ojos rojizos e hinchados por el contínuo llanto. La miró inquisitivamente sin pronunciar palabra y ésta asintió mudamente con la cabeza, dando paso a otra ola de apagados sollozos.

Lorena la atrajo hacia sí y la estrechó en un apretado abrazo que duró un largo tiempo. Cuando su madre pudo calmarse un poco, la separó apenas, sosteniéndola por los hombros y le preguntó sin emoción en la voz:

“¿Ya?”
“Si..., ya está” Respondió espasmódicamente su madre, secándose las lágrimas con una mano.
“¿Sufrió?” Volvió a preguntar Lorena.
“No sé..., estaba inconsciente. Creo..., espero que no” Respondió en voz baja su madre mirando hacia el suelo.
“¿Quién se encarga ahora, mamá?”
“El tío Juan se queda para arreglar todos los papeles y avisar a la funeraria”

La niña, de sólo dieciséis años, tomó a su madre del brazo y la condujo lentamente hacia la puerta. Los otros ocupantes de la sala habían interrumpido su charla y guardaban respetuoso silencio. Salieron y se dirigieron al pasillo mal iluminado donde estaban los ascensores. Sólo dos de los cuatro que había funcionaban. Cuando llegaron a la planta baja y ya frente a la puerta de ingreso al hospital, se arroparon lo mejor posible, salieron y se encaminaron apresuradamente hacia la parada del colectivo a media cuadra de distancia.

***

El llanto de ese cielo gris la acompañó en el torbellino de sucesos que vivió en los dos días siguientes. En el velatorio permaneció mansamente sentada al lado de su madre, cerca del ataúd, carente de todo sentimiento interior. Recibía estoicamente las condolencias de familiares y amigos, algunos ya conocidos y otros a quienes jamás había visto en su vida. En la caravana hacia el cementerio ocupó el primer auto, sentada bien erguida con semblante inescrutable y brindando el apoyo de su hombro firme a su debilitada y sollozante madre.

Cuando todo hubo terminado y el grupo se dispersó en silencio, alguien las condujo de vuelta a casa, donde agradecieron sin palabras el alivio de sentirse otra vez solas. Esa noche, después de forzar un café con leche con algunos trozos de pan casero, le dió a tomar a su madre un calmante para que pudiese descansar un poco y la ayudó a cambiarse y meterse en la cama. A continuación, se dirigió al altillo que ella misma ocupaba, se desvistió y se acostó, sintiéndose agotada.

Casi inmediatamente se sumió en una inconsciencia profunda donde soñó con angeles y demonios, soñó con su abuelo muerto y soñó con otros tantos sueños anteriores interrumpidos por el cauteloso abrir de la puerta de su habitación, por sordos pasos furtivos sobre el piso de madera, por susurros y pesadas manos que le tapaban suavemente la boca, mientras le acariciaban todo el cuerpo por debajo de las sábanas, por jadeos apagados y por el subsecuente silencio, perturbado levemente por la casi inaudible respiración profunda y agitada que coronaba la culminación.

Despertó sobresaltada ahogando un grito, húmeda por su propia transpiración y presa de un profundo temor, reavivado por la resucitación onírica de terribles experiencias reprimidas en su mente. Tardó unos segundos en comprender donde se hallaba y recordar los hechos de los últimos días. Se cubrió completamente con las mantas a pesar de sentirse acalorada y dejó paso al llanto por primera vez. Lloró y lloró desconsoladamente hasta agotar completamente sus lágrimas, repitiéndose una y otra vez, en voz baja y espasmódica, que todo iba a estar bien, que ya era libre...

Devastador.

Amiga Silvina, ojala sirviera este cuento para algo mas que el solo entretenimiento del lector. No es nada mas que un granito de arena para tomar conciencia y saber que estas cosas, desafortunadamente, aun pasan. Muy agradecido por tu visita y comentario. Saludos,
Jose

Brutal, sólo eso me sale.

Gracias por tu visita y comentario Ciudadano. Esto es algo aberrante, pero pasa. Y pasa mas a menudo de lo que suponemos. Ojala desde este modesto aporte literario sirva para crear un poco mas de conciencia en la gente y apuntar para que, algun dia, estas cosas no sucedan mas. Saludos,
Jose

Un relato muy bien trabajado, donde denuncias un silencio que se da en nuestros dias y desde siempre,y queda así,como secreto de familia.
Nada que agregar,excelente relato

SI ES BRUTAL PORQUE BRUTAL ES LA REALIDAD, PORQUE LO QUE AQUI CUENTA NO ES FANTASIA ,PORQUE PASA AL LADO DE NUESTRAS CASAS Y NO NOS ENTERAMOS,PORQUE SON HERENCIAS MALDITAS DE ALGUNAS FAMILIAS.
HACE POCO ,UNA AMIGA, DE 15 AÑOS, POBRE LE DAN CADA PALIZAS POR TODO Y NO ES MALA ESTUDIANTE Y ANDA ACARREANDO A SU HERMANITO CHICO PARA TODOS LADOS,HASTA CUANDO VA A ESTUDIAR, Y ELLA RIE,SIEMPRE,PERO TIENE ALGO RARO,COMENZO A ESTUDIAR CON MI MADRE, Y ELLA NOS CONOCE,NOS MIRA Y SABE,YA MI AMIGA NO ESTA EN SU CASA, Y SU HERMANITO ERA SU HIJO,NO SE MAS,PERO SI SE QUE ERA DE ESOS SECRETOS DE FAMILIA QUE DAN BRONCA, QUE DA RABIA, QUE NO ES IGNORANCIA,BHAA NO SE QUE DIABLOS ES.
TU TEXTO,ME DEJO ASI CON BRONCA,CON GANAS DE QUE SE REVELEN LOS SECRETOS Y QUE NO HAYA NI CHICAS NI CHICOS,PORQUE NO ES ALGO SOLO DE MUJERES, QUE SUS SUEÑOS SE VUELVEN PESADILLAS.

Muchas gracia, Eleonor. Es un gran gusto contar con tu lectura y comentario, amiga. Saludos cordiales,
Jose

Mateo, si, da mucha bronca, pero hay que tener los ojos bien abiertos y los oidos atentos, porque pasa viejo. Y, muchas veces, por verguenza, esas cosas las chicas o los chicos, no las dicen. Asi, que hay que ser muy comprensivo para poder tenderle una mano a quien estuviera atravesando por esta triste situacion, que te marca de por vida. Gracias por tu lectura y comentario, amigo. Un saludo con afecto,
Jose

Sin palabras, ya lo han dicho,lo has dicho, hay que estar atento,porque dificil es llegar a veces a esos secretos.

Con mucho tacto el autor nos lleva de lo social a lo íntimo para develar lo ominoso.
Hay cierta frialdad en el uso de los clichés descriptivos que disuaden un poco el efecto. Como si el autor nos dijera, "te cuento hasta ahï". Quizás por eso, lo siento un texto respetuoso.

Muchas gracias, Antonio y Antifaz por vuestro paso por este cuento y por sus comentarios. Un saludo cordial,
Jose