Una familia perteneciente al grupo norteamericano ultra conservador Amish, se despidió muy emocionada por unos días.
Todos estaban un poco tristes, pero el padre debía ir con su hijo mayor a la lejana capital por unos trámites.
Una vez allí, llegaron por primera vez a un gran centro comercial. Estaban maravillados con casi todo lo que veían, pero especialmente con dos paredes metálicas plateadas y brillantes que se abrían y cerraban constantemente, dejando entrar y salir gente.
El hijo preguntó curioso:
- ¿Qué es eso padre...?
El padre, que nunca antes había visto un ascensor, respondió:
- Hijo, nunca he visto nada igual en mi vida. No sé lo que es.
Mientras ambos miraban asombrados, una señora gorda y vieja en una silla de ruedas se dirigió a las paredes metálicas y presionó un botón. Al cabo de unos instantes las paredes se abrieron y la mujer ingresó a un pequeño cuarto. Las paredes se cerraron y padre e hijo observaron como se encendían alternadamente una serie de números crecientes ubicados por encima de la entrada.
Siguieron mirando hasta que se encendió el último número de la serie y luego, los números comenzaron a encenderse en el sentido inverso, en foma decreciente. Finalmente, las paredes metálicas se abrieron nuevamente y una rubia espectacular, de alrededor de 20 años salió del ascensor.
El padre, sin poder quitar sus ojos de la joven, le dijo por lo bajo a su hijo:
- ¡Por favor, hazme acordar para la próxima vez de traer a tu madre...!