Verónica
(parte segunda)
Como en ocasiones anteriores en las que el telescopio había sufrido un funcionamiento anómalo, desviando su objetivo sin razón aparente hacia absurdas coordenadas, el Dédalo fue reiniciado, restaurado y devuelto a su estado original. Esta vez el protocolo Hamilton, se eliminó del proyecto.
“-Por todos los santos-como si fueran tantos-Mahoney ¿En serio contempla la posibilidad de que haya vida extraterrestre en la gran Manzana? Es usted un joven brillante amigo mio- Walter llevaba la corbata colgando del bolsillo-no eche a perder su futuro acometiendo imposibles. Olvide todo esto y... ¿Conoce Jamaica?”
Cuatro días más tarde...
-¿Sabe lo que pasa cuando no pasa lo que tiene que pasar?-Es la primera vez que Dylan dice algo desde que salió del aeropuerto.
-Soy taxista señor, y no creo que lo supiera aunque fuese el presidente. Pero si le apetece puedo recitarle de memoria un poema de Walt whitman, cualquiera...
Dylan no está escuchando.
-Es fácil: Pasa lo que pasa cuando no pasa lo que tiene que pasar.
-Ah...
-O sea-Dylan tiene abierto sobre las rodillas el último informe que el Dédalo emitió antes de su puesta a punto-, pasa, lo que tiene que pasar.
-Perdone... ¿lo que tiene que pasar cuando no pasa lo que tiene que pasar o lo que tenía que pasar antes de que no pasara lo que tenía que pasar? “O sea”, ¿Qué está pasando ahora mismo por ejemplo? ¿Lo que debería estar pasando? ¿siempre pasa lo que tiene que pasar me dice? ¿Cómo sabe eso? ¿Ve cosas amigo?-no, ni siquiera ve más allá de la nariz sin sus gafas-Bueno, no creo que importe mucho lo que pase o deje de pasar, al fin y al cabo qué se puede hacer, mi cuñada, por ejemplo, es una furcia , perdone, y sin embargo, tengo que mantenerla o mi mujer no me deja entrar en mi propia casa ¿Qué le parece?-Dylan no entiende nada de mujeres, no es algo que le interese-Y le aseguro que esa zorra come como una condenada-pero no me queda otro remedio, le digo. Claro que usted no conoce a mi mujer, se comería a su hermana creo, y no es que me importe que tenga ese enorme culo-Dylan tampoco entiende de culos- me encanta ese culo; pero entre las dos -ya casi han llegado-se zampan todo mi trabajo, Vai merda, penso che, se non fosse per questo enorme asino napolitano...
En la página nueve del informe, subrayado en verde fluorescente, la ecuación de Drake se come los ojos de Dylan Mahoney: N = R* x fp x ne x fl x fi x fc x L, donde el valor fi, en este caso, apunta, según el comité, aleatoriamente o porque sí, a este lugar.
-Bien, hemos llegado...es aquí ¿cierto?
Cierto, lo es.
La exactitud con la que el espectrómetro del Dédalo ubicó este sitio en la imagen vía satélite es, sobrecogedora. “Absurda”, puntualizó Walter.
Para Dylan Mahoney nada ocurre porque sí, por muy absurdo que parezca. Por eso ha cruzado seis estados y ahora está de pie llamando a la puerta de una casa pequeña con jardín en el barrio de Williamsburg, al norte de Brooklyn.
-¡Ding-Donnnnnnnnnggggggg!
“¿Que harás ahora Dylan, quitarte el sombrero y preguntar si hay un extraterrestre en casa?”.
No lleva sombrero.
-¡Ding- Donnnnnnnnnggggggg!
-No hay nadie...-sentado en el porche de la casa contigua, Lucius Sandoval, con los ojos cerrados, disfruta a la sombra de un Jack Daniels, sin hielo.
-¿Y cuándo cree que volverá?
-Depende. Con ella todo depende...
-Sí, bueno... ¿Y sabe dónde podría encontrarla?
-Claro.
-¿Dónde?
-¿Le apetece una copa amigo mío? Reserva del setenta y uno, una auténtica delicia...
-No, gracias, la verdad es que si no le importa decirme dónde...
-Pescando ranas.
-¿Perdone?
-Pescando ranas, señor...
-Mahoney, Dylan Mahoney.
-“Lucius, me voy a pescar ranas, hasta luego. Y no te quedes dormido en el porche, aún refresca por las noches...”. Eso me dijo señor Dylan Mahoney-quizás fue una estupidez venir hasta aquí-. Adoro a esa chica...en realidad todo el mundo adora a esa chica; aunque sea tan...rara.
-¿Rara? ¿Cómo de rara? ¿Por qué dice que es rara?
-Je, je, je... como de otro planeta, así de rara...sí...pero que demonios... así es Verónica.