Pólogo de El Beso, segunda parte.

La vida se compone de muchas cosas, lo contiene todo y ese todo completa la experiencia que venimos a tener, cada uno de nosotros forma parte de un tapiz, elaborado con múltiples hilos de distintos colores y tonalidades, que recorren un camino distinto y que al final, van a diseñar algo bonito de ver para quien lo está tejiendo.
Ningún hilo es superfluo, ningún hijo es olvidado. Todos esos hilos, juntos, enmarañados a veces, largos unos y cortos otros, suben y bajan por el tapiz para realizar su cometido que, individualmente puede parecer injusto o incoherente, y a la vez, unidos, están participando en una obra maestra.
Sucede todo lo que debe suceder, nada escapa a las manos cuidadosas de la tejedora, la Diosa Madre. Ella sabe muy bien porqué corta aquí, añade allí, tuerce por este lado, levanta por el otro, cambia de color por aquí, etc.
Ella ya tiene el dibujo que desea plasmar en el tapiz, ya está decidido de antemano lo que cada hilo debe hacer. No hay injusticia ni daño, ni casualidad. Nada escapa al diseñador de la Creación, aquél que dibujó el plan del tapiz, Dios Padre. Juntos, en colaboración necesaria, mantienen la vida como la conocemos. La historia de la humanidad de todo el Universo creado, ya tiene un final feliz. Su desarrollo no es más que un juego en el que todos nosotros decidimos participar, junto con nuestros Padres Creadores.
El juicio, por tanto, no tiene sentido, la lógica tampoco. Desde una mente limitada como es la nuestra, nada se comprende. Vivir en estas condiciones nos hace pasar por un carrusel de emociones caóticas que, del mismo modo, forman parte del juego al que decidimos jugar en conjunto, todos nosotros, sus hijos, los hilos del tapiz.
Qué bueno sería dejar que todo lo que sucede, suceda. No hay elección, ya está todo planeado y experimentado por la parte física de Dios, que es el Hijo. Éste decidió bajar al estado físico para poder cubrir todo el tapiz con una membrana de AMOR que sujetara cada milímetro de la obra dentro del conjunto, para que no escape y se deshilache la gran obra.
Estamos en sus manos, podemos relajarnos. Todas nuestras necesidades están constantemente cubiertas. Independientemente de que pensemos que en este sistema o sociedad hay limitaciones, crisis, pérdidas, miseria, etc. Todo eso es la mentira que el ego quiere que creamos. El ego que se mantiene nutrido por el temor, la separación, el juicio.
Adentrarnos en nosotros mismos, relajarnos y observar la vida por sí misma, nos conecta con lo único que es real dentro de esta pesadilla en la que el ego nos mantiene, que es nuestro verdadero Ser, y nuestro único sentir: EL AMOR.
El Beso no ha terminado, el beso continuo allí donde lo dejé hace un par de años.
Ahora Jesús y Judas están en el reino de los desencarnados, están conversando, como siempre hicieron. Planeando su cometido para los próximos 2000 años. O sea, nuestra época. El Beso es la misión que tenía que cumplir el protagonista de la historia: Judas Iscariote.
Y parece que ha llegado el momento de emprender la segunda entrega de esta obra.
Nos vemos, amigos, dentro de muy poco;-)