Xanino Escritor activo
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| Tema: COMO UN CRISANTEMO EN OTOÑO - (RELATO SUAVEMENTE ROMÁNTICO) Jue Ene 14, 2010 7:55 am | |
| COMO UN CRISANTEMO EN OTOÑO
(RELATO SUAVEMENTE ROMÁNTICO)
"Los chinos consideran al crisantemo como el símbolo del sol y a sus pétalos dorados como los rayos del astro."
Sentada en el sillón de mimbre junto a la mesa situada en la terraza del jardín donde unos manzanos florecidos doblaban las ramas a rebosar de capullos blancos, Laura leyó la hermosa frase en el libro del “Mah Jong” que hojeaba entre sus manos. Le gustó el párrafo y continuó leyendo:
"Una Emperatriz que amaba mucho a su marido iba envejeciendo y el Emperador, como era costumbre, decidió tomar otra esposa más joven. La anciana Emperatriz, un día, tristemente le preguntó a su esposo: "¿Qué soy para ti, ahora que tienes a esa muchacha que te atiende?"El emperador sonrió con ternura y replicó galantemente: "Tu eres para mí como un crisantemo en otoño".
Cerró el libro, lo dejó sobre la mesa en la que se dibujaba una trama de suaves colores tejida con los mimbres y recostada cómodamente sobre los cojines del sillón, se quedó pensativa mientras analizaba la hermosa leyenda china. El día, de una primavera incipiente, en un atardecer suavemente cálido, ofrecía un silencio acogedor sólo interrumpido por el zumbido de las abejas libando en las flores níveas de los manzanos. Reprodujo en su mente la frase y sin ser consciente, la susurró lentamente: "Tu eres para mi como un crisantemo en otoño". Con interés, volvió a analizarla: ¿Qué quería decir el Emperador? ¿Que su anciana esposa era para él sólo como esa hermosa flor ahora que llegaba el invierno a su vida? Es sabido que la floración del crisantemo se desarrolla en otoño-invierno, el simbolismo era el adecuado, ¿o bien la consideraba como un dorado y resplandeciente rayo de sol que nunca se apagaría a lo largo de su existencia? Ambas suposiciones eran hermosas pero aun así y todo, las dos dejaban relegada a la anciana emperatriz al rincón de las cosas bellas en desuso, y eso era inmensamente descorazonador para una mujer amante. En la soledad de aquella hermosa tarde primaveral, Laura pensó en sí misma. También había llegado a esa fase en la cual te envuelven en papel de plata, sujetan con una cinta rosa el paquete y lo guardan en la buhardilla, en ese baúl antiguo donde se esconden las cosas amadas en un cierto momento de la vida, esas con las que se disfruta durante un tiempo, sirvieron una temporada y luego pasaron de moda... se olvidaron, eran inútiles, debían esconderse en el trastero. Y pensó en Luis..., tan anciano como ella pero también como el emperador de la leyenda había escogido una nueva "esposa". Una amante joven, dispuesta a reavivar su virilidad, a ofrecerle estímulo a esa vida que, a su lado, se agostaba. Y se preguntó qué le respondería si le hiciera la misma pregunta hecha por la Emperatriz china a su esposo el Emperador. ¿Qué sería ella para él? Tal vez debería preguntárselo... ¿o mejor callar? Podría ser todavía más doloroso no hallar ninguna respuesta o escuchar sólo un silencio indulgente.
Luis llegó sudoroso terminada una partida de tenis, cuando ya la penumbra tintaba de rosas, lilas y dorados el horizonte. Besó a Laura, tomó un refresco de limón y dijo:
-Voy a darme una ducha.
Mientras se refrescaba y cambiaba la ropa de deporte por un pantalón largo y una camisa blanca, Laura se despabiló del duermevela solitario de la tarde y volvió a pensar en la hermosa leyenda china. En la frustración de la emperatriz anciana. Sin quererlo, se identificó con sus sentimientos, con esa soledad tan individual que no se puede compartir porque es exclusiva. Es tu corazón el que sufre. No se puede comunicar el dolor porque a cambio recibe compasión humillante. El desamor es íntimo, no incluye comunicación. Consume por dentro y deja el cascarón intacto a la vista, sin que nadie repare en su oquedad. Cuando Luis volvió a su lado, acercó a la mesa otro de los sillones de mimbre y contempló el jardín donde los cuatro manzanos florecidos, ceñidos en un abrazo por los últimos rayos de sol, ofrecían un ambiente mágico a la vista. Con esa complicidad de sentimientos existente entre los amantes, Laura notó en Luis una cierta tristeza frustrante, una leve decepción deseosa de ocultar, que sólo a ella le era permitido conocer sin palabras. Había entre ambos demasiadas horas de vocablos mudos, de silencios sólo expresados con miradas, con gestos. Se hablaban con la piel, con el roce, con el aliento. Y esperó para saber como ofrecer consuelo a ese desencanto que luchaba por emerger a la superficie como un delfín necesitado de aire para respirar.
-¿Sabes que el manzano es el árbol místico de los Celtas?- dijo Luis ahuyentando el misterio mientras saboreaba el refresco en un intento de olvidar la espina aprisionada en el corazón - Es el árbol Celta de la inmortalidad- repitió haciendo hincapié en la frase.
Laura escuchaba como tantas otras veces, esas explicaciones sobre temas desconocidos con los que Luis se deleitaba y ella disfrutaba aprendiendo. Volvió a oír su voz con ese deje decaído sólo conocido por ella.
-¿Sabes Laura? La manzana representa la elección de la belleza, la belleza de la vida y de la juventud. La elección en general, sólo se puede tener una cosa...- y repitió para sí mismo aunque lo hizo en voz alta -sólo una... debes escoger...- Hizo un silencio ausente y como si de pronto retornara a la realidad, continuó con su exposición. - Entre los Celtas, el manzano es uno de los siete árboles sagrados además del símbolo de la inmortalidad. Para ellos era la representación de la perfección, de la pureza, y sus flores el signo del amor y la fertilidad. Laura lo escuchaba ensimismada. Siempre le gustaban las historias de Luis, un estudioso de las leyendas misteriosas narradas por él con ese encanto personal, como si fueran cuentos de hadas.
-En la mitología nórdica también el manzano tiene un papel importante. Es también el símbolo de la juventud y de la inmortalidad. Como verás esta idea se repite en todos los mitos, por lo tanto deberíamos creer seriamente que las manzanas nos pueden hacer inmortales.- Sin mirar a su esposa, sonrió, tal vez con el deseo de que aquella hipótesis fuera cierta. Se levantó y acercándose a uno de los árboles, arrancó una pequeña rama con unos capullos en flor, luego volvió a sentarse, los contempló como si acabara de descubrirlos y continuó con su historia: -Los griegos también nos hablan de estos árboles. En el Jardín de las Hespérides crecían las manzanas de oro, regalo de la Tierra a Hera en su boda con Zeus. Y en la religión cristiana es el árbol del fruto prohibido. La historia es de sobra conocida y el simbolismo de este mito bíblico, muy extenso. Sólo diré que la manzana es el distintivo del discernimiento, de la capacidad de elegir libremente, (como verás, otra vez la idea se repite, la elección...), de la aptitud para diferenciar, de la sabiduría y el conocimiento.
Luis observaba con atención el ramillete de flores blancas que mantenía en su mano mientras hablaba con entusiasmo de erudito:
-Según Paracelso, la botánica herbolaria astrológica, reconoce el signo de Venus en las flores del manzano....-Por un momento se quedó callado y miró a Laura con ternura y como si la acunara con sus palabras, le habló exclusivamente a ella -En todas las tradiciones se menciona el lugar donde crece el manzano como un sitio especial: Isla de Avalon, Jardín de las Hespérides, Tierra del Misterio, Región de las sombras... lugar de magia... este lugar, Laura... nuestro jardín...-y posó su mano sobre la de Laura que reposaba en la mesa como si estuviera a la espera de aquella caricia incierta.
El silencio retornó al jardín arropado por el crepúsculo que ya era dueño del entorno. Entre las primeras sombras, destacaba la blancura de las flores. Laura estudiaba en su mente las leyendas evocadas por Luis de una manera tan dulce y por asociación de ideas volvió a su menta el recuerdo de la fábula china. Miró a su esposo. Su piel tostada por el sol. Aquella altura formidable que comenzaba a curvarse lentamente, su pelo castaño claro cubierto de hebras blancas y los espléndidos ojos azules tan atractivos, apagados como si una nube cubriera la luz que en otro tiempo los había iluminado. El silencio en el jardín era total, ni un murmullo, ni un soplo de brisa, sólo esa quietud augurio del cercano verano con su calor, el ocio sosegado, el sopor de ese descanso especial sólo existente en las estivales tardes. Imitando las palabras de la Emperatriz china, preguntó:
-Luis, ¿qué soy yo para ti ahora que tienes una amante joven que te atiende?
Él la observó en silencio, ella no vio sus ojos porque los suyos estaban clavados en la miríada de flores de los manzanos, sólo oyó la voz amada reveladora durante tantos años de palabras amorosas musitadas al oído.
-Tú eres para mí el paso de la vida, la realidad del presente, la esperanza del futuro largo o corto que me quede por vivir. Eres como esa luz del ocaso que en este momento alumbra el cielo, un encanto de colores inimitable… Eres la claridad de la luna que ilumina el final de mi camino, eres el dulce rumor del arroyo que fluye hacia mi mar eterno. Eres la compañía elegida, la que no cambiaré por ninguna otra porque esa fue mi elección..., eres una flor de manzano en primavera, una flor de ese árbol místico, el primero en ser creado. Como él, eres la inmortalidad del amor porque mis sentimientos por ti, perdurarán después de la muerte... eres y serás siempre lo que más he amado y lo que nunca dejaré de amar. Eres tú, única en mi vida, unida a mí...
El sonido prosaico del móvil rompió el instante mágico. Luis guardó silencio sin hacer intención de responder a la llamada.
-Suena tu móvil, Luis...
-Déjalo que suene... ahora sólo somos tú y yo... nosotros... mi hermosa flor de manzano en primavera... tú eres mi elección.
Y posando un beso suave sobre las flores, le entregó a esa esposa que envejecía a su lado, el ramillete de blancos pétalos prendidos en la pequeña rama del manzano rodeado de verdes hojas. FIN
(La información sobre las leyendas de este relato, está sacada de diferentes páginas de Internet). | |
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